Análisis de Soul Sacrifice
Ansia de sangre.
De entrada, Soul Sacrifice se me hace muy cuesta arriba. El sistema de menús es poco intuitivo, el juego no explica ni presenta bien sus mecánicas, la historia es una locura extrema de esas que echan para atrás, toda la parte artística parece descuidada y, por si fuera poco, al principio la mayoría del tiempo lo único que ves es un asqueroso libro parlanchín al que solamente tienes ganas de empujar para que se calle un rato -algo que, de hecho, puedes hacer. Así es como afronto las primeras horas de juego. Con desazón, pero sin rendirme, intento buscar aquello que ha cautivado tanto al público japonés, quiero encontrar la razón por la que hay algunas personas que le están echando decenas de horas -sí, habéis leído bien- a la demo. Necesito saber.
Como decía Walter Jackson, a veces uno puede encontrarse a sí mismo arrastrándose miserablemente por un camino cuesta arriba hacia el fondo, pero eso no quita que en lo más profundo puedan haber cosas maravillosas. En este caso, y tal como me han ido a mí las cosas, mi momento de epifanía con Soul Sacrifice se produce pasadas unas cinco horas de juego, concretamente cuando me enfrento por primera vez al Cíclope. En los pastos del Ícaro -sí, estamos ante otra paja mental llena de referencias a la mitología griega- mi mago 'Albert EG' y el coleguita 'Magusar' nos las vemos con la criatura de un solo ojo en un combate de esos donde la palabra épica resuena con su verdadero significado. La elevada dificultad no nos lo pone fácil, hemos de repetir el enfrentamiento unas cuantas veces, pero el llegar cada vez un poco más allá, el haber comprendido de una vez por todas las mecánicas, y el conocer al fin qué pie calza el mismo el gigante que tocó las narices al rey de Ítaca, hacen que, de repente, haya olvidado lo dolorosos que han sido los primeros pasos. Estoy terriblemente enganchado a un juego para Vita.
Antes de continuar, quizás estaría bien contextualizar un poco, y es que el último juego del "nuevo" Keiji Inafune no es un título cualquiera. El pobre catálogo de la portátil de Sony ha hecho que SCE Japan Studio y Marvelous AQL tengan la difícil misión de levantar el morro de una nave que está a punto de estrellarse, o por lo menos darle un poco de gas antes de que en el próximo E3 se presenten -esperamos- verdaderas novedades, o se la abandone de forma definitiva. Se nota, pues, que Sony ha metido un poco de prisa para que el equipo liderado por el ex-Capcom tuviera listo cuanto antes lo que muchos ya han bautizado -y con razón- como “el Monster Hunter de Vita”.
"Sony necesitaba esa ración de coleccionismo y grandes monstruos que tan bien les vino hace unos poco años, y en el fondo eso es lo que es Soul Sacrifice, otro juego de 'looteo' lleno de grandes enemigos finales -aunque eso sí, mucho más oscuro."
Después de que el fenómeno superventas de Capcom diera un salto algo traicionero de PSP a las consolas de Nintendo, en Sony necesitaban esa ración de coleccionismo y grandes monstruos que tan bien les vino hace unos poco años, y en el fondo eso es lo que es Soul Sacrifice, otro juego de looteo lleno de grandes enemigos finales -aunque eso sí, mucho más oscuro. Su historia gira alrededor de un esclavo sin nombre que es capturado por un poderoso mago. Al principio, encerrado en una jaula y con la única compañía de cucarachas y calaveras, no tenemos muchas esperanzas para este pobre diablo, pero rápidamente veremos que no estamos solos en ese mundo de tinieblas que tanto recuerda al de Dante's Inferno. El mencionado libro del que os hablaba antes se descubre entonces como un compañero de cela lleno de batallitas, y es a través de sus páginas que reviviremos la historia de un misterioso hechicero y aprenderemos el arte de las ofrendas, nuestra principal arma en el juego.
La sobriedad y el lirismo con la que Soul Sacrifice nos cuenta su historia deja entrever que estamos ante un juego que ha contado con recursos limitados, pero no por ello uno no deja de sentir cierta fascinación por un argumento narrado únicamente a partir de los pensamientos íntimos del protagonista. El libro es el nexo que une la historia y el juego propiamente dicho; es a través de él que accedemos a las diferentes misiones porque -y he aquí la principal diferencia respecto al susodicho juego de monstruos- en lugar de contar con un mundo que podamos explorar, en Soul Sacrifice toda la progresión se articula a partir de misiones, que a su vez adquieren la forma de pequeños niveles. La ausencia de un mundo abierto será una de las principales críticas que se le achacarán al juego, pero yo prefiero mirarlo como una decisión de diseño que ha tenido en cuenta el hecho de que, de inicio, estamos hablando de una franquicia creada para una consola portátil, y como tal se adapta perfectamente a las partidas breves que solemos realizar en este tipo de plataformas.
Nuestro objetivo en estas misiones consiste bien en acabar con todos los enemigos, o bien en plantar cara a una de las grandes abominaciones que constituyen la piedra angular del juego, y que dan lugar a las batallas largas y estratégicas a las que hacía referencia al comienzo. Para hacerlo podemos escoger entre seis ofrendas que van desde espadas elementales, hechizos en forma de kame-hame, cuchillas y bombas arrojadizas, hasta la posibilidad de invocar a criaturas que a veces serán bastante más grandes que nuestro propio enemigo. Cuando empezamos disponemos de pocas, pero a medida que salimos airosos de estas arenas de combate vamos ampliando nuestro repertorio. La gracia de este sistema reside en gran parte en el sistema de recompensas, que varían según nuestra actuación en la misión, y en la posibilidad de repetir cuando queramos cada una de ellas para conseguir mejores puntuaciones, y por lo tanto mejores ítems con los que mejorar nuestro arsenal y estadísticas de combate.
"Es en el multijugador donde salen a relucir las principales virtudes de un juego que destaca, por encima de todo, por su mecánica cuidada al milímetro y que brilla en esa perfecta conjunción entre habilidad y estrategia."
La dificultad, aunque elevada, está calibrada de manera que no sea absolutamente necesario tener que repetir misiones en exceso, aunque muchas veces nuestras ganas de conseguir tal o cual objeto probablemente nos lleve a querer hacerlo. Sin embargo, todavía no os he hablado de una de las mecánicas más originales de Soul Sacrifice, que es la posibilidad de resucitar o sacrificar la vida de nuestras víctimas para saciar nuestra ansia de sangre. Es la característica más publicitada del juego, y aunque un servidor no encuentra que sea esa revolución emocional de la que hablan sus responsables, sí que tiene un impacto muy importante en la jugabilidad. Sacrificar enemigos es a veces necesario si queremos recuperar el poder de nuestros hechizos, pero salvar su vida también es importante para ganar en fortaleza. De hecho, la tan genérica dicotomía poder-fortaleza aplicada a este tipo de elecciones funciona aquí de la misma manera, pero donde adquiere su significado en Soul Sacrifice es en el multijugador, el lugar donde entran en juego cuestiones como el sacrificio personal para ayudar al resto de jugadores -mediante una habilidad que se desbloquea cuando eso ocurre- o la avaricia de sacrificar a nuestro propio compañero para obtener su poder.
Es una pena que la campaña y el multijugador no estén completamente integrados, y aunque el nivel y las estadísticas de nuestro personaje están siempre conectados, de haber sido posible se supliría en gran medida la limitada inteligencia artificial de nuestros aliados en las misiones de la historia principal. Y es que es en el multijugador de Soul Sacrifice (tanto ad-hoc como online) donde salen a relucir las principales virtudes de un juego que destaca, por encima de todo, por su mecánica cuidada al milímetro y que brilla en esa perfecta conjunción entre habilidad y estrategia, un equilibrio que nos llevará a encadenar elementos para provocar efectos devastadores, estudiar las vulnerabilidades de nuestro enemigo al estilo Pokémon, buscar ese hechizo que nos hace falta y, en última instancia, sacrificarnos -a pesar de que luego nos tocará pagar por ello- si vemos que la cosa se pone muy complicada.
"Soul Sacrifice es una celebración de ese gran momento que siempre ha constituido el hecho de enfrentarse al malo final."
Dark Souls nos enseñó que, a veces, el sufrimiento puede acabar siendo placentero, y esto es algo que Soul Sacrifice tiene en cuenta desde el momento en que seguramente os lleve más de 30 horas superar -definitivamente- su modo historia. Recuerda también al juego de From Software en esa extraña aproximación a un diseño artístico Occidental pero desde una perspectiva japonesa, y aunque en este sentido no sale muy bien parado -salvo los geniales enemigos finales el resto del arte parece inconsistente- consigue de nuevo que su poderosa mecánica se anteponga a todo, incluso a la magnífica banda sonora de Yasunori Mitsuda (Chrono Trigger, Kid Icarus: Uprising) en la que imagino se habrán dejado gran parte del presupuesto.
Una de las mejores cosas de Soul Sacrifice es que su extensa demo os permite probar la mayoría de mecánicas y haceros una muy buena idea de cómo es el juego. Desde hace unos días se encuetra disponible en PSN y mucho les estáis echando un buen puñado de horas. Mientras tanto, el gruñón de Inafune ya empieza hablar de secuela, y aunque todavía no está confirmada, el éxito cosechado por el juego en Japón lo convierte en algo bastante posible. En definitiva, el éxito de su propuesta, a pesar de esa cuesta arriba de la que os hablaba, está en la poderosa adicción que uno siente cuando asimila realmente todas las mecánicas del juego y, como los apesadumbrados magos que protagonizan esta historia, se lía la manta a la cabeza dispuesto a adentrarse en este celebración de ese gran momento que siempre ha constituido el hecho de enfrentarse al malo final.