Análisis de Super Mario Bros. Wonder - Un plataformas tan brillante como sorprendente
"Para mi próximo truco tan solo necesitaré un nivel y una flor maravilla".
Os hemos hablado en muchas ocasiones de los embargos, esos acuerdos que los medios debemos firmar con las editoras de videojuegos para tener acceso a sus títulos antes del lanzamiento oficial y poder escribir reseñas como esta. Sabéis que en ellos el compromiso fundamental es una fecha a partir de la cual se pueden publicar los artículos, pero también que en muchas ocasiones hay condiciones concretas para evitar que se hable de determinados aspectos de la historia y así proteger al usuario final de los temidos spoilers.
No es el caso del de Super Mario Bros. Wonder, si os soy sincero, porque su trama - Bowser roba un objeto mágico, amenaza la paz en un apacible reino y la misión de Mario y compañía es desbaratar sus aciagos planes - se puede escribir en una servilleta de papel y nos sobraría espacio. No hay mucho spoiler que hacer, en ese aspecto. En el caso de Wonder, en realidad, las condiciones son mucho más severas y extensas, porque lo que Nintendo quiere proteger - y creo que es un necesario ejercicio de responsabilidad y constricción que lo hagamos también los periodistas - es la capacidad del nuevo Mario de sorprender al jugar cada nivel. En todos y cada uno de ellos.
La sensación que he tenido estos días jugándolo ha sido, y creo que esto describe muy bien lo que deberíais esperar de él, la misma que tuve en 2010 con Super Mario Galaxy 2: la de encontrarme ante una obra con un diseño inmaculado e imperecedero, ante un juego que funciona en toda su extensión con la precisión de un reloj suizo sin que eso merme su capacidad para sorprender constantemente. Uno que rebosa ideas por doquier, y detrás del cual hay un equipo de diseñadores en su momento más inspirado, divirtiéndose explorando posibilidades y puliéndolas hasta la perfección, logrando que una fórmula que ya tiene casi cuarenta años a sus espaldas se sienta tan fresca e innovadora como el primer día.
En esta ocasión el principal gimmick alrededor del cual gira todo este torrente de imaginación es esa flor maravilla que ya habéis visto en algunos tráilers o en el Direct que Nintendo dedicó al juego hace unas semanas. Colocada en cada pantalla, algunas veces en lugares evidentes y otras veces más escondida, el objetivo es tocarla para que se active. En ese momento se desata la locura, y los niveles, los enemigos o los propios protagonistas sufren algún tipo de transformación que altera totalmente el desarrollo de la fase, ya sea con lluvias de estrellas, tuberías que cobran vida o números musicales, por poner algunos ejemplos. Lo fascinante es que el efecto de la flor maravilla es distinto en cada nivel, y cuando crees que ya lo has visto todo el juego te vuelve a sorprender. Una vez más.
Meritorio es también que el gimmick no fagocite nunca al propio diseño de niveles de Wonder, el cual me alegra poder decir que es uno de los más inspirados de Nintendo en los últimos años. Un hito doble, además, si tenemos en cuenta que todos los niveles se pueden completar con o sin el efecto de la flor maravilla, lo cual se traduce en un verdadero dos por uno y uno de esos juegos en los que realmente está justificado jugar dos veces cada pantalla (lo cual, antes de que lo preguntéis, no es en absoluto obligatorio en ningún momento). Y, evidentemente, también hay nuevos power-ups, como el elefante, el taladro o la burbuja, que se suman a los habituales de la franquicia y dotan a los personajes de nuevas y divertidas posibilidades.
Por si eso no fuese suficiente, Super Mario Bros. Wonder se permite el lujo de añadir otro ingrediente más a la fórmula: las insignias. Estos ítems, que pueden ser activos o pasivos, se van desbloqueando a medida que avanzamos en la aventura o se compran en la tienda de Poplin, pudiendo equipar una insignia al principio de cada nivel para modificar algunos de nuestros movimientos u objetos del escenario como los bloques. Es un elemento de sorpresa más, un tipo de ítem opcional que ayuda a enfatizar la rejugabilidad y que destaca todavía más ese gran objetivo que se han marcado los desarrolladores, que es fomentar la exploración de los niveles.
Es por esto último que Wonder elimina algo que hasta ahora santo y seña en los Marios 2D: el temporizador. Excepto en determinadas condiciones y en algunos niveles concretos, por razones que no vamos a explicar para no reventar la sorpresa, no hay un límite de tiempo para superar las fases, animándonos a que exploremos todos los recovecos en busca de coleccionables y secretos, de los cuales, creedme, hay un puñado en cada uno de ellos. Una forma de equilibrar el campo de juego, inteligente aunque pueda resultar chocante, es hacer que todos los personajes tengan las mismas habilidades y que no haya diferencias, por ejemplo, en la altura de sus saltos. Mario, Luigi, Peach, Daisy, los Toads y Toadette se controlan exactamente igual, y tan solo los Yoshis y el Caco Gazapo varían en ese sentido al no recibir daño de los enemigos, convirtiéndose de facto en el modo "fácil" para los más pequeños de la casa.
Al igual que los últimos Marios en 2D, Wonder también incorpora un modo multijugador como uno de sus grandes atractivos. El tradicional modo local para cuatro jugadores sigue presente y en plena forma, sumando además uno online en el que también se pueden desarrollar carreras contra otros jugadores. En el online es interesante el uso de las siluetas, unos objetos que podemos colocar en el escenario para poner avisos de peligros (un poco como en Dark Souls, vamos) o usar las de otros usuarios para revivir. El multijugador nunca ha sido el aliciente principal de un Mario y no creo que lo sea nunca, pero aun así es aquí un añadido muy divertido y bien pensado, que genera situaciones y momentos extremadamente divertidos para disfrutar con familia o amigos.
Si bien creo que lo que perdurará durante mucho tiempo de Wonder en la memoria colectiva es el impacto de su diseño jugable, no puede decirse, ni mucho menos, que se haya descuidado el apartado visual. Todo lo contrario, en realidad: Super Mario Bros. Wonder es uno de los Mario más bonitos que recuerdo, con unas animaciones cuidadísimas en las que se ha buscado - y logrado - ampliar notablemente la expresividad de los personajes. Es un juego que, sin ser - en apariencia - un prodigio técnico, saca un gran partido al hardware de Switch. El acompañamiento musical también está a un excelente nivel, con algunos temas memorables, pero en el apartado sonoro encontramos uno de los cambios de mayor calado que ha sufrido la franquicia en toda su historia: un nuevo actor de voz para Mario y Luigi. Al final, y creo que esto tranquilizará a muchos, el cambio no es tan grande: las nuevas voces (aunque poniendo la oreja se notan algo distintas) son tremendamente fieles al estilo, tono y timbre al que nos tenía acostumbrados el gran Charles Martinet.
No sé si seré el único que pensaba que con los New Super Mario Bros. Nintendo parecía haber relegado los Mario clásicos de scroll lateral a un papel más secundario en pos de títulos como Super Mario Galaxy o Super Mario Odyssey, los cuales concentraban un mayor esfuerzo creativo, pero Wonder ha hecho que mi opinión cambie de forma radical al respecto. El nuevo Mario es uno de esos elegidos que demuestran a la perfección que Nintendo tiene algo diferente al resto de desarrolladoras, un talento, una imaginación y una atención por el detalle sin igual dentro de la industria. Super Mario Bros. Wonder es un plataformas magistral, uno de los mejores videojuegos ya no de 2023, sino del último lustro, y un título imprescindible para cualquier usuario de Nintendo Switch, con una capacidad de sorpresa y diversión inigualables. Una maravilla, en definitiva.