Skip to main content

Análisis de Super Monkey Ball: Banana Rumble - Sega revive, con acierto, uno de sus clásicos arcade

Prosperidad platanera

Incidiendo en su espíritu arcade y con un buen diseño de niveles y mapas, Banana Rumble consigue destacar sobre todas las entregas de la última década.

Desde su creación a principios de los años 2000, la saga Super Monkey Ball de Sega ha pasado por altos y bajos; y quizás los últimos años hayan marcado una tendencia particularmente negativa en ese sentido. Sin llegar, ninguna de las últimas entregas, a ser verdaderamente malos juegos, lo cierto es que cada vez parecía más evidente que la serie estaba en necesidad de un revulsivo.

Incido en “parecía”.

Super Monkey Ball Banana Rumble es, esencialmente, un Monkey Ball de los de toda la vida. No hace nada extraño, loco ni especialmente llamativo; no deconstruye la forma y no la rompe en absoluto. Al mismo tiempo, es la entrega de la saga que más he disfrutado desde el lanzamiento de Banana Blitz (la entrega original, la de Wii). Resulta que lo único que hacía falta es entender qué partes del concepto funcionan y cuáles no; saber que el espíritu arcade, los controles precisos y la simpleza de sus bases jugables son los motivos por los que la saga tuvo éxito en primer lugar, y tomar la decisión de redoblar sobre eso.

Ayuda a esto, claro, que Banana Rumble sea la primera entrega nueva “de verdad” que la saga tiene en aproximadamente diez años: un título que no es un refrito, una reedición o una nueva versión sino un juego construido desde cero. Apoyado en una trama sencilla pero graciosa, medio parodia de las últimas aventuras del Universo Cinemático Marvel, en el modo aventura, AiAi y el resto de monetes tienen que conseguir recuperar unas gemas poderosas que les permitirán obtener el legendario plátano dorado. Un modo historia dividido en siete mundos, con una cantidad bastante notable de fases en cada uno de ellos. Aunque, si nos ponemos, podemos vencerlo en apenas tres o cuatro horas, al acabarlo desbloquearemos otro buen puñado de fases. En total, unos 200 niveles, bastante variados respecto a estética y mecánicas.

La particularidad de este juego, y lo que lo hace una experiencia arcade especialmente agradable, es la brevedad de los niveles. Cada uno de ellos dura sesenta segundos, como máximo, pero están pensados para poder superarse en entre tres y diez segundos si conseguimos optimizar nuestra ruta. Como es habitual, si queremos conseguir los plátanos dorados, los coleccionables por excelencia del juego, tendremos que esforzarnos más: en muchas ocasiones, conseguir una buena puntuación y, además, el plátano dorado nos obligará a jugar la fase unas cuantas veces, buscando distintas perspectivas. No es que este concepto sea nuevo en la saga Monkey Ball, pero creo que el diseño de niveles de Banana Rumble apoya el concepto como pocas otras veces en la serie. Fases muy imaginativas, con maneras de movernos un poco diferentes que nos permiten involucrarnos tanto - o tan poco - como queramos.

Los niveles nos proponen distintas dinámicas de movimiento que encajan bastante bien con una de las nuevas mecánicas: un acelerón que podemos cargar manteniendo pulsado el botón B y que nos ayudará a saltar obstáculos o a subir por lugares por los que tradicionalmente no podríamos impulsarnos. Esto genera maneras alternativas de interpretar los niveles y un puntito extra de plataformeo muy agradable pero bastante exigente. En general, diría que manejar muy bien el acelerón no es total y absolutamente imprescindible para pasarse el juego, pero sí que tiene bastante recompensa. Los usuarios a los que les resulte complicado moverse tan rápido podrán dejarlo de lado en casi todos los casos, y los que busquen un desafío mayor podrán centrarse más en ello.

A la abundante cantidad de niveles de los modos para un sólo jugador, y a las opciones de personalización de los monetes - a los que, como ya es habitual, les podemos poner gafitas, vestidos distintos y demás accesorios - se le unen unos modos multijugador sin muchísimos alardes. Diría que en este sentido, quizás la mejor y más agradecida incorporación es la de poder jugar el modo aventura principal en modo cooperativo. Los modos multijugador competitivos son solventes y pueden ser muy divertidos jugados con amigos, pero también son, por decirlo de forma cortés, juegos muy notablemente inspirados por otros títulos, como Mario Kart o Fall Guys. Tenemos un minijuego de carreras, con distintos objetos que podremos usar para adelantar a nuestros oponentes, un modo que nos reta a conseguir la mayor cantidad de plátanos posibles a contrarreloj y otro de derrotar robots.

En cuestión de contenido, Super Monkey Ball: Banana Rumble da la talla sobradamente. Ninguna de sus ideas es una revolución, pero es una experiencia divertida, ligera y agradable. Sin embargo, sí hay que sacarle una pega al título. El juego es exclusivo de Nintendo Switch y, sin tener absolutamente nada en contra de la híbrida de Nintendo, lo cierto es que en cuestión de rendimiento la consola no termina de dar la talla. Banana Rumble tiene algunos defectos en el manejo de la cámara, que en ocasiones es un poco aparatosa o no nos permite manejarla con la precisión que nos requieren los rápidos movimientos del juego, incluso si activamos la opción de moverla con el giroscopio en el menú del juego. Afortunadamente, el juego tiene una opción que nos permite aumentar la velocidad del movimiento de la cámara para hacerla más precisa. Por desgracia, el título no está del todo bien optimizado o, más probable, la consola no acaba de dar la talla del todo para sostenerlo, y generalmente el juego se ralentiza notablemente cuando utilizamos esta opción, generando caídas de fotogramas bastante acusadas que a veces son la diferencia entre mejorar o no nuestra puntuación máxima, especialmente en el modo contrarreloj.

No es un problema que haga que el título deje de ser disfrutable, pero sí frustra un poquito a veces. Aún con todo, y planteándolo como lo que es - una experiencia arcade ágil y desafiante en su justa medida - si este Super Monkey Ball era la estrategia que Sega tenía en mente para revivir una de sus mascotas más llamativas, lo cierto es que el intento ha sido más que acertado. Divertido, simpático y con carisma más que suficiente para captar nuevo público, los monos en pelotas pueden haber pasado una mala racha durante la última década, pero parece que están listos para ocupar, de nuevo, un sitio en nuestras consolas.

Read this next