Skip to main content

Análisis de The Floor Is Jelly

Glitch Mob.

Uno de los desarrolladores a los que más admiro a día de hoy es Terry Cavanagh. Más allá de que casi todo lo que toque sea una maravilla, tiene una cualidad única: sus mejores ideas nacen de elementos rotos. VVVVVV y los plataformas injustos, Naya's Quest y los problemas de la perpectiva isométrica, Super Hexagon y las limitaciones de control de una pantalla táctil, Maverick Bird y... bueno, ya os imagináis. Cavanagh coge aquello que no funciona y lo convierte en algo magnífico. Ian Snyder, el creador del juego que nos ocupa, parece haber adoptado esta curiosa filosofía de diseño con su primera obra.

The Floor is Jelly empieza con un aro que se va moviendo por la pantalla hasta que se forma el mundo del juego y aparece nuestro personaje. No se explica esta situación ni nada de lo que sucede a partir de entonces; el interés del juego está puesto en otro lado. Desde el momento en que tomemos control del ente protagonista iremos descubriendo las distintas partes de un universo cuyo rasgo más característico viene en el título del juego: el suelo es de gelatina. Una superficie flexible que da mucho juego: coger impulso para saltar más, rebotar contra las paredes, comprimir el suelo para pasar por debajo de obstáculos fijos...

El principio del juego se dedica a enseñarnos en unos pocos niveles la base sobre la que jugar, que recuerda por momentos a un Super Meat Boy sin gran dificultad. En seguida llegamos a un nivel puente desde el que acceder a varios mundos, y aquí se empiezan a introducir nuevas mecánicas, que van desde niveles con agua hasta cambiar la dirección de la gravedad o girar partes del escenario.

Ninguna de ellas es especialmente novedosa, y la calidad da altibajos entre niveles con un gran diseño y otros bastante genérico, aunque por lo general tiene más de lo primero que de lo segundo. Cada mundo tiene una variedad cromática distintiva que le da carácter propio dentro del peculiar diseño del juego y que suele ir asociado a alguna cualidad de la pantalla.

Justo cuando parece que la aventura se va a acabar, que Snyder ya no tiene ningún as en la manga y que el juego va a pasar como un plataformas bastante competente pero al que le falta algo de chispa, aparece un glitch. El auténtico FEZ nacía con un glitch que rompía el mundo; con The Floor is Jelly pasa lo mismo, aunque tarda bastante más en realizar el salto.

En cuanto lo hace, se convierte casi en otro juego. El mundo comienza a resquebrajarse, pero de una manera metódica. Plataformas que se reblandecen, exceso de elasticidad... Es como presenciar un estudio del error, con el juego cayendo en una espiral descendente hacia la injugabilidad pasando por los estados en los que el juego aún es capaz de aguantar sin romper por completo.

Si FEZ acariciaba el glitch, Snyder se entrega por entero a él. Lo convierte en elemento insustituible dentro del juego, dándole forma al diseño de niveles y al aspecto de los mismos, retorciendo la mecánica base hasta dejarla casi irreconocible. Destruye el juego hasta los cimientos para ver qué puede sobrevivir en el entorno más hostil posible.

"The Floor is Jelly empieza pareciendo un plataformas más, pero en cuanto descubre sus cartas nos encontramos con una obra apasionante que lleva al límite la capacidad de mutilarse sin destruirse, enarbolando el glitch como bandera hasta sus últimas consecuencias."

Convertir el glitch en parte del juego no es el único nexo con FEZ: ambos cuentan con banda sonora de Disasterpeace. En el caso de The Floor is Jelly la música es más ambiental y discreta, aportando atmósfera a los mundos, hasta que entran en juego los glitch. El apartado sonoro se quita de en medio al visual y procede a tomar todo el protagonismo.

Para cuando terminamos el juego (lo cual no debería llevarnos más de 4 horas) uno se siente exhausto. En ese tiempo hemos pasado de niveles que se superan casi sin pestañear a pelearnos con el juego, a usar su destrucción como nuestra herramienta para avanzar. Si empezamos la partida de nuevo cuesta reconocer lo que tenemos delante.

The Floor is Jelly empieza pareciendo un plataformas más, pero en cuanto descubre sus cartas nos encontramos con una obra apasionante que lleva al límite la capacidad de mutilarse sin destruirse, enarbolando el glitch como bandera hasta sus últimas consecuencias. El cambio se produce algo tarde; habrá quien abandone el juego sin haber llegado a su mejor parte por lo irregular de la primera mitad, pero quien aguante se encontrará con un plataformas que, si algo sabe, es encontrar ese "algo" para diferenciarse de los demás.

8 / 10

También te puede interesar