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Análisis de The Unfinished Swan

El viajecito.

The Unfinished Swan trata sobre la vida, sobre la madurez, sobre descubrir y sobre descubrirse a uno mismo, y a la vez, sobre mil cosas más. Depende de cada uno.

Para los que no hayáis oído hablar del juego, The Unfinished Swan es una aventura en primera persona en la que controlamos a Monroe, un chico que acaba de mudarse a un orfanato tras el fallecimiento de su madre. Una noche, de repente, desaparece la pintura de un cisne inacabado que Monroe guardaba como recuerdo de su madre. Evidentemente no duda en seguir la pista del cisne a lo largo de un misterioso mundo en blanco y negro -más blanco que negro-. El control es simple; podemos caminar, saltar y lanzar bolas de pintura. También podemos controlarlo con Playstation Move.

Partiendo de la premisa de la pérdida, el juego nos plantea el mundo como un lienzo blanco sobre el que debemos lanzarnos a la aventura sin tener la más mínima pista de nada, ni siquiera una referencia visual. Somos nosotros los que debemos ir descubriendo ese mundo, creado por el Rey, dando palos de ciego. Un mundo vacío, en el que no queda rastro de nadie, que ha sido abandonado a su suerte sin que sepamos muy bien por qué y que, pese a su belleza, en todo momento transmite una inmensa tristeza.

El título es capaz de jugar con nuestras sensaciones solo con pintar un par de líneas sobre el inmenso océano de blanco sobreexpuesto. Tiene la virtud de transmitir emociones con muy pocos elementos, tanto visibles como jugables.

"En esencia, The Unfinished Swan trata sobre el placer que supone crear y conocerse a uno mismo"

Igual que hacía Journey, The Unfinished Swan es capaz de empujarnos sin tocarnos hasta donde él quiere, mientras avanzamos hacia alguna gran estructura que vemos en el horizonte o seguimos al dichoso cisne, que más que huir parece que nos guía.

Todo sigue un orden, todo tiene un sentido; al principio estamos totalmente ciegos ante el mundo que nos rodea y vamos ensuciándolo torpemente. Más adelante somos capaces de entender algunas cosas y reconocer ciertos peligros que en un principio ni nos habíamos planteado y, al final, somos conscientes de todo el universo que nos rodea, con sus pros y sus contras.

Es un camino de evolución, de formación, de descubrimiento. Si antes nombramos a Journey no fue por casualidad. Las similitudes entre ambos son muy evidentes, y la admiración desde Gigant Sparrow, desarrolladora del juego, hacia Journey se deja ver en muchos momentos del desarrollo -uno en especial que me puso los vellos de punta-. Pero aun así The Unfinished Swan es más juego en el sentido clásico y por ahí puede que se escape un poco de esa magia descomunal que envolvía a Journey.

The Unfinished Swan es capaz de empujarnos sin tocarnos hasta donde él quiere, mientras avanzamos hacia alguna gran estructura que vemos en el horizonte, o seguimos al dichoso cisne.

Mientras el juego de Jenova Chen prescindía de la mayoría de convencionalismos, como coleccionables o ítems al uso -si lo hacía era de la forma más velada posible- The Unfinished Swan no es tan sutil a la hora de incorporar estos elementos. A lo largo del viaje vamos encontrando globos de colores esparcidos por los escenarios, que nos servirán para desbloquear los juguetes en el menú principal.

En cierto modo añaden un poco de variedad al desarrollo y las habilidades que podemos desbloquear no están mal, pero también restan parte de trascendencia o empaque sobre el abstracto mensaje de nos intenta transmitir el desarrollo del juego.

Pese a ello, la naturaleza del universo de The Unfinished Swan da pie a este tipo de juguetes (así los llama) extraídos de la mente de cualquier niño que se viese en esa misma situación; ya que puedo tirar bolas de pintura, sería fantástico tener una manguera infinita con la que poder jugar.

Y es que, además, el desarrollo da lugar al uso de este tipo de elementos. Una de las mecánicas que más ponemos en práctica es la de escalar por enredaderas que previamente hemos regado. En estas situaciones tener la manguera va de fábula ya que nos ahorra tener que estar lazando las bolas de agua a mano.

Pese a encontrar algunas situaciones de escalada o de saltos el juego no se interesa lo más mínimo por la habilidad -bravo- y escalar en ningún momento molesta o entorpece la experiencia. Cuando nos agarramos a una enredadera podemos movernos con total libertad que nunca caeremos inesperadamente; no hay sorpresas. No podemos morir, no podemos hacernos daño, no podemos caer; solo podemos seguir creciendo.

La historia, narrada a modo de cuento, con su libro y sus capítulos, tiene todo lo que debe tener para hacer que nos planteemos ciertas cosas y dejarnos un buen recuerdo. Y lo consigue, aunque se hace un tanto evidente, en ciertos momentos, y hasta superficial.

The Unfinished Swan es bonito, acogedor, entretenido e intenta transmitir un mensaje algo más interesante de lo habitual. Es un camino hacia la madurez que nos empuja a descubrir el mundo por nosotros mismos partiendo de la nada más absoluta; esa sensación es inolvidable. Quizás la mejor definición sobre lo que es The Unfinished Swan la hizo Joel Corelitz, compositor de la música de este fantástico universo: "En esencia, The Unfinished Swan trata sobre el placer que supone crear y conocerse a uno mismo".

8 / 10

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