Análisis de The Vanishing of Ethan Carter
Misterio en Red Creek Valley.
Hablaba Nic Pizziolato, creador de True Detective, en una entrevista realizada a raíz de la emisión del quinto episodio de dicha serie sobre cómo el espectador, el ente que se encuentra detrás del televisor, es una criatura de una dimensión superior con respecto a la historia, capaz de ver la totalidad de ese mundo y los distintos engranajes que componen lo que se nos está contando. En el caso concreto de su obra podíamos atender a los elementos sobrenaturales que sobrevolaban el crimen, podíamos ver los distintos problemas personales que encaraban los dos personajes protagonistas o podíamos incluso ignorar lo que se nos contaba y centrarnos en las planteamientos filosóficos y morales que el detective Rust Cole solía dejar caer en sus interminables e imprescindibles monólogos. Al final no dejaba de ser una historia, un cuento capaz de jugar con unos límites del género que nosotros, como personas por encima de esas tres paredes que delimitan el escenario, ya sabemos de antemano.
The Vanishing of Ethan Carter juega exactamente a lo mismo que True Detective. Lo hace en su ambientación, con esas continuas referencias a la obra de H.P. Lovecraft, a Robert S. Chambers, a criaturas dormidas en lo más profundo de la tierra que se alimentan de nuestro dolor y a la oscuridad que habita en la propia humanidad, en todos nosotros. Lo hace también en su narrativa, poniéndonos en la piel de un detective que debe reunir pistas y reconstruir literalmente la escena de los crímenes que nos vamos encontrando para poder avanzar en su búsqueda de Ethan Carter, un joven desaparecido que se encuentra atrapado en una situación que mezcla el terror paranormal con los miedos más primarios. Pero sobre todo, lo hace al no ser condescendiente y tomarnos como adultos.
De la misma manera que la serie de la HBO ponía delante de nosotros sus cartas -aunque no todas- y dejaba que fuéramos nosotros quienes decidiésemos qué importancia tenía cada una de ellas, The Vanishing of Ethan Carter no da ninguna pista sobre qué tienes que hacer, cómo puedes hacerlo y cuál es el curso de acción que debemos de seguir. Salvo el tramo final, en el que se nos requiere haber localizado y resuelto todos los misterios ocultos para poder acceder al desenlace, el juego invita y no fuerza a recorrer exhaustivamente todas las localizaciones y a explorar las distintas mecánicas disponibles, una filosofía que el propio estudio abandera con orgullo al plantarnos al inicio de la partida el mensaje: "Este juego es una experiencia narrativa que no te lleva de la mano".
El trabajo de The Astronauts, estudio independiente polaco conocido sobre todo por contar entre sus filas con el fundador del estudio People Can Fly, a la hora de llevar a cabo esta filosofía es tan admirable como su capacidad para crear algunos de los paisajes más bellos que hemos tenido la suerte de ver en este medio. Heredero directo de otro caramelo visual como era Dear Esther, el juego opta también por paisajes amplios, bucólicos y llenos de una majestuosidad natural que, a diferencia de lo que ocurría en la obra de The Chinese Room, se ven distorsionados por el violento contraste de las víctimas que aparecen conforme caminamos en este inquietante e hipnótico mundo. No solo los gráficos destacan sobre lo visto anteriormente en el género: La banda sonora, que emplea magistralmente el silencio para generar tensión y realza con pequeñas subidas los momentos más delicados, consigue medir perfectamente los tiempos y ayuda a meternos todavía más en la historia.
Tampoco la interactividad está al mismo nivel, claro. Inexistente en el que fue bautizado por muchos como first person walker, aquí nos vemos a menudo recogiendo objetos, investigando la escena en busca de pistas y empleando un sexto sentido casi omnisciente que nos permite ordenar los hechos para reconstruir el crimen con exactitud. A esto hay que sumarle también algunos de los elementos dispersos y ocultos a lo largo de Red Creek Valley, que podemos activar caminando sobre ellos o resolviendo un puzle específico. Siendo un poco exigentes podríamos llegar a la conclusión de que ninguna de estas mecánicas pasará a la historia como referente, pero al menos consiguen que cada caso, similar en ejecución y resolución, contenga una historia propia que despierte nuestro interés durante las aproximadamente cinco horas que podemos tardar en completarlo todo.
"De la misma manera que True Detective pone delante de nosotros sus cartas y deja que seamos nosotros quienes decidimos qué importancia tenía cada una de ellas, The Vanishing of Ethan Carter no da ninguna pista sobre qué tienes que hacer, cómo puedes hacerlo y cuál es el curso de acción que debemos de seguir."
Es más fácil encontrar problemas que tienen que ver con los gustos personales de cada uno que fallos relacionados con el trabajo del estudio, la verdad. No indicar absolutamente nada, por ejemplo, puede resultar confuso y obliga a tener que volver más de una vez sobre nuestros pasos para deducir por qué no podemos seguir avanzando, pero no deja ser una decisión consciente y comprometida con un mensaje propio cuya validez debemos de valorar nosotros mismos. Diferente es lo que sucede cuando, aproximadamente por la mitad, el juego se olvida deliberadamente de su propia singularidad y recurre a situaciones y mecánicas manidas dentro del género que chocan frontalmente con todo lo visto hasta ahora. La parte de la mina, y evitaré entrar en detalles para evitar posibles spoilers, hace que se tambaleen los cimientos narrativos que componen la historia, recurriendo a momentos sacados directamente del tren de la bruja que dinamitan las reglas establecidas y le obligan a recomponerse para encarar un tramo final que consigue a duras penas retomar su pulso correctamente.
Decía el detective Rust Cole en el sexto episodio de la serie, dirigiéndose a su compañero Marty y coqueteando con ese metalenguaje del que hablábamos antes: "Sin mí, tú no existes". The Vanishing of Ethan Carter coge ese mismo razonamiento y lo aplica al jugador, de tal manera que somos nosotros los que debemos de poner de nuestra parte para convertirnos al mismo tiempo en motor de los acontecimientos y en espectadores. Porque sabe que un cuento, sin nadie dispuesto a escucharlo, son palabras que pierden su significado. Y porque sabe que, sin nosotros al otro lado para desentrañarla, esta historia original, diferente y posible gracias a un desarrollo independiente que permite que los autores puedan encarar sus obras sin intermediarios ni limitaciones de ningún tipo, tampoco existe.