Análisis de Valiant Hearts: The Great War
Érase una vez… La Primera Guerra Mundial.
Hay un aspecto de Valiant Hearts: The Great War que, por puro espontáneo, por reflejar una de las características que más me gustan de los videojuegos, encuentro adorable: poco antes de completar el primer tercio del juego, el título de Ubisoft Montpellier nos sitúa ante el reto de derribar un final boss. El Baron Von Dorf es un alto mando del ejército germano y, durante gran tramo de la historia, desempeña el rol de gran villano. El juego no se guarda recursos caricaturescos a la hora de definirlo: un orondo prusiano con amaneramientos de malo de opereta nos arroja bombas mientras se carcajea de nosotros desde lo alto de su zepelín (donde, para añadir una nota más de dislate al conjunto, tiene retenido a un científico que cumple, punto por punto, toda la iconografía del mad doctor). Este Pier Nodoyuna de Weimar supone una burbujeante nota disonante dentro de una experiencia interactiva que, desde sus primeros compases, ha cargado las tintas en lo didáctico y lo divulgativo. No obstante, me resulta entrañable que no consiga aguantar ni hasta la mitad del juego para abandonar su tono de documental del Canal Historia y dejarse arrastrar hacia clichés del pOp más de derribo. Es adorable, digo, porque tengo la impresión de que ser chiflado y seriebé no es, en ningún momento la intención de sus diseñadores, pero... ay, videojuegos, más de cuarenta años de vida comercial y todavía podemos leer a través de ellos sus orígenes como sub-producto cultural, como hijos de las sesiones dobles y de las novelas baratas. Incluso podemos seguir haciéndolo cuando se ponen tan serios como en esta ocasión.
Porque Valiant Hearts, más allá de sus (maravillosos) deslices hacia lo folletinesco, es un juego que se toma en serio a sí mismo. ¿Y cómo no hacerlo? Es decir, se trata de un título antibelicista, ambientado durante los cuatro años de la Primera Guerra Mundial, que coincidiendo con el recordatorio del primer centenario del conflicto, pretende alzarse como un sentido reconocimiento a las víctimas, así como un recordatorio del horror de una de las guerras más encarnizadas y absurdas del s.XX. ¿Lo consigue? Bueno, pues un poco a medias. Se trata de un juego que habla sobre sufrimientos injustificados, sobre la insensibilidad del poder, sobre los lazos de fraternidad que nacen en situaciones altamente estresantes y sobre la posibilidad de escapar al embrutecimiento emocional que abonan todas las guerras. Valiant Heart puede que levante el pie de los aspectos más cruentos, dejando fuera de plano las escenas más crudas y estilizando cualquier violencia hasta limar suficientemente sus aristas, pero en su corazón late la preocupación por estos temas.
Quizás, uno de los problemas de este breve título descargable radique en que se centra casi en exclusiva en las emociones y los sentimientos más luminosos de sus protagonistas. Parece tener una tendencia a dar respuestas fáciles a cuestiones complicadas. ¿Y es eso dar un verdadero homenaje? ¿No deberíamos recordar y honrar a hombres y mujeres empujados a pelear una guerra que ni les iba ni les venía, no sólo a pesar de las decisiones de borrosa moralidad que tuvieron que tomar, sino precisamente por ello, por ser seres humanos colocados contra su voluntad en situaciones complicadísimas para la que no había una respuesta buena y que seguramente les dejaron profundas cicatrices para toda la vida? Hay tan sólo un breve momento en el que el juego duda de las acciones de sus personajes y se pregunta si, incluso en el contexto de una guerra, sepultar a todo un batallón germano en una mina está justificado. Pero es un tema por el que se resuelve con una cinemática de segundos y se pasa de puntillas hacia otro tema.
De todos modos, aunque sus personajes sean todos un poco de una pieza y huya de grandes complejidades morales, eso no quiere decir que Valiant Hearts no sea, en sus mejores momentos, capaz de pulsar las teclas adecuadas para emocionar a aquellos jugadores dispuestos a conmoverse. Lástima, que estos momentos emotivos se construyan, fundamentalmente, con cinemáticas y casi nunca durante los momentos interactivos.
Los mimbres que dan forma a Valiant Hearts toman la forma de un juego de un rompecabezas de acción bidimensional donde, controlando a cuatro personajes distintos (cinco si contamos a un perro de guerra que nos sirve como compañero), debemos negociar el avance por los niveles resolviendo problemas espaciales, acertijos lógicos y unas escasas y sencillas secciones de habilidad. Hay algo de Another World en la fórmula. Algo de The Cave, también. Aunque su ejecución se nos presenta menos inspirada. No se trata, en cualquier caso, de un título enteramente plano. Durante uno de los mejores niveles controlamos a un soldado alemán intentando una fuga del campo de prisioneros francés donde está detenido. Los fogonazos de las bombas en el horizonte iluminan todo el cielo y delatan nuestra posición a los guardas que quieren atraparnos. No es sólo un detalle bello en sí mismo, sino que esa perturbadora iluminación se convierte también en un elemento mismo de la jugabilidad. De hecho, el juego funciona muy bien cuando consigue ligar decisiones estéticas con propuestas interactivas. En otro momento de la partida, pequeñas viñetas en lo alto de la pantalla nos informan del movimiento de enemigos situados fuera de nuestro campo de visión, dándonos una información necesaria para poder avanzar cuando no hay peligro, y en otro, unas persecuciones en coche a toda velocidad se transformas en interesantes mutaciones entre juego musical y Temple Run. No obstante, suelen ser ligeros destellos de inspiración en un conjunto bastante convencional que abusa de rompecabezas genéricos, de girar manivelas, activar palancas y subir en ascensores y que hace pocas propuestas expresivas a través de lo exclusivamente jugable, dejando toda la carga dramática para las secuencias prefijadas.
El gran valor del juego es, pienso, su apartado audiovisual. El motor que nos empuja a seguir adelante, la zanahoria que realmente nos interesa alcanzar, poco tiene que ver con sus mecánicas y mucho con sus wallpapers. Valiant Hearts, no hace falta que yo lo señale cuando tenéis Youtube al alcance de dos clicks, entra por los ojos: el UbiArt Framework, el motor gráfico desarrollado por Ubisoft para sus proyectos más arties y/o de autor (Rayman Origins, Child of Light) se sigue destapando como una agradable noticia para todos los que creemos que, tal vez, el fotorrealismo no es la única, ni necesariamente la mejor, opción estética para un videojuego next gen. Para esta ocasión, Ubi no se aparta de la influencia del cómic franco-belga ni descuida unas animaciones delicadas. Demuestra, eso sí, un excelente uso de cromatismos terrosos y sepias, además de un uso creativo de la iluminación que nos invitan a pensar en que este motor puede depararnos excitantes momentos en el futuro.
Pero hoy. Ahora. Valiant Heart sólo se trata de un título correcto, un homenaje algo superficial al que más que grandes patinazos, lo que más se le pueden echar en cara sea que no tenga un plus de atrevimiento y voluntad por abrazar de manera decidida soluciones jugables menos trilladas.