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Análisis de LightFish

Interpretando un estándar.

Diría que fue en 1º de ESO cuando mi por entonces (mejor) amigo Víctor y yo nos pasamos prácticamente tres meses jugando a videojuegos en medio de clase. En aquellos tiempos -y alerta que ahí va mi abuelo cebolleta interior- no había móviles para saciar nuestro apetito videolúdico en cualquier lugar, así que o hacías campana o te arriesgabas a que te confiscaran la Game Boy ladrillo. Nosotros, sin embargo, conseguimos nuestro propósito de forma mucho más "elegante". Recuerdo que fuimos la promoción que inauguró todo el sistema de créditos variables de la por entonces nueva educación secundaria obligatoria. Sin dudarlo nos apuntamos al crédito de mecanografía, pensando quizás que al menos nos quedaría el consuelo de estar apretando teclas. El programa estaba dividido en lecciones, y cada vez que acabábamos una de ellas para nosotros era como pasarnos la pantalla de un videojuego. Como cada alumno iba a su ritmo teníamos la curiosidad de descubrir si aquel aburrido y vetusto programa de mecanografía tenía un final. Nos tomamos nuestra misión muy en serio, y lo cierto es que de tan rápido que avanzábamos tampoco prestábamos mucha atención a las indicaciones del programa. Vernos teclear debía ser un espectáculo, debía parecer que estábamos locos, pero al final conseguimos nuestro objetivo: nos petamos el programa. Finito. Tengo grabada a fuego la cara de estupefacción del hermano Felipe -sí, iba un cole de curas- pero todavía recuerdo más cuando, no sabiendo que hacer con nosotros, nos dijo que podíamos jugar a los tres o cuatro juegos que había instalados en los ordenadores. Recuerdo que había un Winter Games y una especie de clon piratilla de Pac-Man ambientado en un bosque, pero sobre todo recuerdo el Volfied. Nos pasamos casi tres meses jugando a aquel juego.

Se trataba de una versión avanzada de Qix, un clásico programado por Taito a principios de los ochenta cuyo objetivo era comerse la mayor parte de la pantalla evitando a los diferentes enemigos que deambulaban por el nivel o iban directamente tras nosotros. Volfied era básicamente lo mismo pero sin la abstracción visual de los juegos primeros de los ochenta, es decir, con una estética de ciencia-ficción, naves espaciales y monstruos. Quizás recordéis mejor los Gal's Panic, que era lo mismo pero con mozas de buen ver y poco preocupadas por pillar un resfriado. En cualquier caso, clones unos de otros, pero siempre rematadamente adictivos.

LightFish copia sin ningún tipo de reparo aquella misma mecánica y la actualiza a nuestros días. El resultado es un juego en alta definición, con un diseño visual molón y la promesa de hacernos recordar aquellos vicios de antaño. No sé hasta qué punto es lícito "fusilar" de forma tan descarada una mecánica creada por otro estudio, pero lo cierto es que también podemos verlo como si estuviéramos delante de un estándar de jazz, esa canción que todos conocemos, a la que siempre nos encanta volver, y que los músicos tocan aportando su toque propio.

Desarrollado por el pequeño estudio zaragozano Eclipse Games, LightFish lleva la jugabilidad de Qix a un entorno "acuático-digital". En lugar de ser una nave espacial ahora somos una especie de pececillo de neón, y nuestros enemigos son pulpos, estrellas de mar, cangrejos y demás fauna marina. Visualmente parece una mezcla de flOw, Geometry Wars y el primer estadio de Spore -sí, aquel olvidado y loco juego de Will Wright.

En total el juego cuenta con 45 niveles de dificultad creciente en los que se nos van presentando los diferentes enemigos y obstáculos, todo ello con el ritmo adecuado de un buen arcade. De hecho, el juego sigue siendo tan adictivo que quizás os lo paséis de una sentada -que es lo que he hecho yo esta mañana. Una vez lo superes siempre te quedará la opción de conseguir las tres estrellas en cada nivel o probar el Time Trial, pero igualmente es innegable que es tan entretenido como breve. La mecánica engancha, las pantallas se cargan rápido, y esa sensación tan agradable de apurar al máximo para comernos la mayor porción de escenario y no morir en el intento se mantiene intacta.

Su música electrónica, aunque algo repetitiva, acompaña muy bien alternando entre momentos más tranquilos y otros con mucho ritmo; además, es uno de esos juegos en los que también podéis poneros vuestra música de fondo y dejar de ser esclavos del reloj durante un rato.

LightFisht se juega igual de bien con teclado que con mando (los menús, incluso los de la versión PC, muestran la imagen del mando de Xbox 360) y aunque el juego se me ha ralentizado en algún momento tampoco me ha hecho sufrir demasiado. En lo que he tardado en escuchar el 'What Sound' de Lamb (por eso de la ambientación acuática) y el 'Audio, Video, Disco' de Justice me lo he acabado. Podría decir que he ido tan rápido como con aquel programa de mecanografía de cuando tenía 11 años. Hoy en día sigo escribiendo casi únicamente con dos dedos, ¡pero vaya si soy un hacha jugando al Lightfish!

6 / 10

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