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Análisis de Need for Speed

Ciudad desierta.

Este Need for Speed no propone nada nuevo: carreras cortas y coches personalizables. Demasiada poca personalidad, por desgracia.

Conducir por Ventura Bay siempre de noche, siempre con esa media lluvia, es una experiencia que roza lo indie. Need for Speed tiene momentos de contemplación bonitos, que nos vuelven a la memoria esas noches en las que salimos a conducir solos, con la música bajita y la ciudad desierta, en las que sacamos la mano por la ventana y disfrutamos del aire fresco entre los dedos. Estos breves momentos de disfrute, sin embargo, son fugaces: el juego se esfuerza en meternos en un espiral teenager alocado que no le pega nada y que parece hecho por gente que mira a los adolescentes de hoy en día desde la distancia y casi con miedo.

Para empezar, el juego nos acribilla con cinemáticas con actores reales. Los actores -que pobres, tampoco tienen culpa- parecen sacados de una serie de los 90: un personaje grandote con barba y moñitos en la cabeza, una chica que hace de mecánico pero que no se acaba de creer el papel... los diálogos son forzados y parecen querer transmitir un entusiasmo que ni ellos mismos se creen, llenos de expresiones pasadas de moda y de momentos de taparse la cara con la mano. Su función en el juego es la de representar los cinco estilos de conducción que propone Need for Speed: velocidad, estilo, tuneado, equipo y forajido.

Las cinemáticas son un poco de vergüenza ajena, con diálogos que dan ganas de apagar la consola. No están mal filmadas pero desentonan una barbaridad.

Además de esas secuencias actuadas, estos compañeros te machacarán a SMS durante todo el juego (¡es una exageración la dependencia que tienen de ti!) para proponerte carreras y que participes en eventos de todo tipo. Tenemos las carreras de toda la vida, contrarrelojes, pruebas de derrape, recorridos de estilo donde cuenta quedar primero y conducir molando todo lo que puedas, trayectos que hay que hacer sin perder de vista a un personaje de la IA... pruebas varias a lo largo y ancho de Ventura Bay, una ciudad que se inspira en Los Angeles y que no sorprende, para nada, ni por su variedad ni por su extensión.

Por suerte, el juego no te limita demasiado a la hora de cómo debes conducir y estas categorías (velocidad, estilo...) quedan en segundo plano a modo de contador que resume tus peripecias por la urbe, casi como un currículum vitae. Puedes, por tanto, comprar y modificar tu coche sin demasiado miedo a desequilibrar esas estadísticas. Para ello necesitas dinero, que se gana compitiendo, y que puedes gastar en el garaje. El catálogo de coches es más que decente, con marcas que van desde Volvo hasta Mercedes, Porsche, Ferrari, BMW o Lamborghini. El tuneo posterior es agradecido, sencillo y sobre todo muy gratificante una vez sueltas el coche en el asfalto. Cada nueva pieza influye considerablemente en el rendimiento del vehículo, y a medida que ganas pasta puedes ir subiéndolas de nivel.

Los menús que permiten mejorar tu coche te obligan a entrar y salir de mil submenús: no hubiese estado mal un sistema que no te hiciese dar tantos rodeos.

En paralelo están las modificaciones estéticas, que no afectan para nada al rendimiento pero sí a tu motivación personal de cara a enfrentar las siguientes pruebas: no es lo mismo ir con un Porsche rojo a palo seco que con ese mismo Porsche pero rosa, con un gatito estampado en una puerta y una bandera de Corea del Norte en el capó. Una vez tengas el coche de tus sueños tienes que decidir algo importante: si deslizar la barra que define el comportamiento del coche hacia el derrape o hacia la conducción más sólida. Es un dilema un poco absurdo: mi recomendación es que la pongáis a tope hacia "Derrape"; no afecta especialmente a la velocidad y podréis competir en todas las pruebas, mientras que del otro modo os será ultra complicado completar los retos de estilo. En todo caso, me parece un error que te hagan decidir esto en vez de buscar un estilo de conducción estándar para todos y que sirva de vara de medir general en todas las tablas de clasificación. Es una decisión que no añade más que dudas y preguntas con respuestas no demasiado gratificantes.

Pero volvamos a la ciudad. Lo más sorprendente de Ventura Bay no es que siempre sea una metrópolos donde reina la noche: los desarrolladores querían transmitir esa sensación de que el juego transcurre en un corto período de tiempo y querían darle ese toque underground. Me parece bien, es una herramienta que mediante lo visual ayuda a meterte en situación. Lo verdaderamente sorprendente de la ciudad es que está vacía. No hay NADIE caminando por ahí, y en rarísimas ocasiones te cruzas con coches controlados por la IA. En demasiadas ocasiones tienes la sensación de estar conduciendo en una ciudad casi muerta, fantasma; al principio, como decía, relaja, inspira, pero luego da hasta miedo. Casi te obligan a desplazarte a cada prueba usando el teletransporte porque, literalmente, no hay nada que ver ni hacer cuando tienes que ir de un lado para otro.

Gráficamente está bien -aunque un pelín por debajo de lo esperado-, especialmente en el garaje, cuando tienes el coche delante con todo lujo de detalles. Los efectos de lluvia están muy logrados, y el desgaste de los coches con cada choque -que no afecta al rendimiento- le acaban de dar un toque muy pulido.

Se conduce bien, y gráficamente es más que correcto.

El componente online -es imprescindible estar conectado a la red si quieres jugar a este Need for Speed- añade momentos de pique interesantes, pero demasiado fugaces y que requieren de una motivación grupal que me parece demasiado laboriosa de conseguir. Además el juego es alarmantemente fácil -prácticamente no he tenido que repetir ninguna prueba, a la que tienes un coche pepino ya puedes tirar millas- por lo que lo único que merece realmente la pena juntarte con colegas es para ver quién es mejor en según qué pruebas. El deambular por una ciudad desierta no es, como imagináis, un plan ideal para un domingo por la tarde.

Ghost Games parece que quería construir un universo como muy de Batman de Nolan; oscuro, interesante, misterioso, evocador... pero lo han rodeado de personajes estridentes y molestos que beben Monster y no vemos ninguna profundidad en la que perderse. Jugar a este Need for Speed, al final, no es más que competir en algunas pruebas demasiado fáciles, ganar dinero, comprar (a las pocas horas) el mejor coche posible, acabarlo de tunear, y volver al mapa para seguir haciendo carreras de 3-4 minutos hasta que se acaben y no tengas más que hacer que vagar como un barco fantasma por calles desiertas.

Los reboots suelen poner los cimientos para que la saga renazca, y este Need for Speed se queda en esto: en unos cimientos que todavía no dejan ver cómo será la casa. No es un juego desagradable ni mal hecho, no es un juego con bugs, no es un juego especialmente aburrido... pero tampoco tiene personalidad y no propone nada que no hayamos hecho antes mil veces.

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