Análisis de Octodad: Dadliest Catch
Aceptamos "pulpo" como padre de familia.
Aquellos que hayáis visto crecer una nueva generación de vuestra familia, ya sean vuestros hijos, sobrinos, nietos, o incluso fuera de ella en la forma de ahijados o similar, habréis podido observar las trabas que tenemos los seres humanos para aprender a hacer cosas que la mayoría casi asumimos como automáticas una vez hemos crecido. Imaginad estar en esa situación como adultos, teniendo que hacer tareas tan sencillas como simplemente andar en línea recta sin embestir nada que no esté delante o coger una botella de leche del frigorífico.
Algo parecido debieron pensar los estudiantes de la Universidad DePaul que se encargaron de crear Octodad, del cual ahora tenemos su secuela, digamos, profesional, Octodad: Dadliest Catch. Desarrollada por los independientes Young Horses, empresa fundada por varios de esos antiguos estudiantes, el proyecto se ha hecho realidad gracias a la financiación por Kickstarter.
Para orientar esta temática de una forma más divertida -porque la idea de tener dificultades en la motricidad puede dar para temas muy serios- sus creadores debieron pensar en justificarla con la idea de que el protagonista es, en realidad, un pulpo que se hace pasar por un humano casado y con hijos. Pensar en que las nuevas inconsistencias que afloran de tal planteamiento apenas justifican eliminar la primera de ellas es normal. Pero, como es lógico, eso es parte del chiste, del mismo modo que aquellos que se preguntan si los que están a su alrededor realmente entienden lo que dice Stewie Griffin en Family Guy.
Evidentemente, la jugabilidad del título es su gran atractivo. Aunque se puede jugar con un gamepad, he usado el control estándar que es el ratón. Este control tiene dos modos, el de "piernas" y el de "brazo", en el que respectivamente llevamos los tentáculos que hacen la función de la parte del cuerpo humano al que imitan, y que se cambian pulsando la tecla de espacio o el botón central del ratón. En el modo "piernas" pulsamos el botón izquierdo o derecho para levantar la respectiva "pierna" y, mientras el botón está pulsado, situamos los tentáculos con el movimiento del ratón. En el modo "brazo", desplazamos un tentáculo en el plano horizontal, o en uno vertical si pulsamos el botón derecho o mediante la rueda, y también podemos recoger objetos mediante el botón izquierdo. Existe también un modo cooperativo en el que cada jugador controla cada conjunto de tentáculos.
Quizás tengáis que leeros el párrafo anterior varias veces para entender como funciona, y es que la dificultad de Octodad radica básicamente en empanarse bien del control sin confundirse y, más adelante, en ser suficientemente precisos al situar los tentáculos del pulpo protagonista. Para sorpresa de todos, el mayor problema está relacionado con la cámara, aunque no porque se coloque mal -que algunas veces lo hace- sino porque, debido a que el movimiento vertical del ratón se traduce en un movimiento mucho mayor hacia adelante y atrás en el llano del personaje, por la perspectiva, es bastante más fácil "andar" en la dirección de la profundidad, que hacia izquierda o derecha.
Sus gráficos son bastante vacíos y simplistas para los escenarios, y caricaturescos para los personajes. Son unos rasgos visuales que a veces recuerdan a los de Tales of Monkey Island de Telltale Games, sin requerir gran exigencia gráfica. Es decir, Octodad: Dadliest Catch no destaca por sus gráficos, ni lo pretende, y además evita que se ralentice la máquina en cualquier situación, incluso con la presencia de lluvia, como en la fase del barco. Como nota de interés para el público castellano-parlante, hay que hacer hincapié en el uso de subtítulos traducidos en vez de doblaje, lo que no supone un gran problema pero tiene los inconvenientes habituales de estar leyendo la pantalla.
"Octodad: Dadliest Catch es un soplo de aire fresco por su concepto original, no sólo su jugabilidad, sino también por la sorprendente profundidad de su personaje... ¿Quién no tiene algún aspecto negativo que quiere esconder de los demás?
La historia empieza con un tutorial situado en el día de boda de Octodad, en el que se presenta y explica su singular modo de moverse, para luego saltar adelante en el tiempo con su familia ya extendida a dos vástagos 100% humanos -sí, tranquilos, no busquéis más explicaciones. Estos primeros niveles son los mejores, porque son un reflejo de lo divertido que puede llegar a ser intentar hacer tareas mundanas con la dificultad añadida de esta forma de controlar al personaje. Es un claro ejemplo de por qué encontramos divertidos los vídeos de caídas o por qué a los niños de hoy les sigue gustando los dibujos animados clásicos que tienen más de cincuenta años.
Sin embargo, aunque sea desternillante ver a Octodad moviéndose de forma cómica, hay que procurar ser cuidadosos porque el comportamiento patoso puede levantar sospechas de la auténtica naturaleza de nuestro pulpo disfrazado. Avanzando en la historia, este aspecto cobra protagonismo a costa de la parte humorística, pues se pasa a una mecánica de juego de sigilo en el que tenemos que evitar ser vistos, e incluso hay fases que podríamos calificar de enemigos finales.
La trama se desarrolla en poco tiempo, pues en un par de horas hay tiempo de sobras para realizarlo todo. En parte se agradece porque la mecánica es muy repetitiva, a pesar de su originalidad. El título tiene componente de rejugabilidad, ya sea por la opción de conseguir las tres corbatas perdidas que hay en cada fase -de las cuales sólo he conseguido dos en una campaña, lo que muestra cómo son de esquivas-, como por la de intentar realizar sus múltiples logros.
Octodad: Dadliest Catch es un soplo de aire fresco por su concepto original, no sólo su jugabilidad, sino también por la sorprendente profundidad de su personaje... ¿Quién no tiene algún aspecto negativo que quiere esconder de los demás, incluso de nuestros más queridos parientes o amigos? Sin embargo, muchas de sus fases son demasiado típicas en los juegos de hoy día como para que destaque demasiado, especialmente cuando las primeras fases demuestran tanta lucidez creativa.