Análisis de Peggle 2
Fiebre extrema.
Soy muy de engancharme a todo lo que hace Popcap, y la pescadilla que se muerde la cola. No sé si sus juegos me gustan mucho o me sugestiono porque sé que ellos están detrás y, entonces, me gustan. En cualquier caso empecé con Plants vs Zombies, que curiosamente es al que menos tiempo le he dedicado, y estuve rozando la ludopatía con Solitaire Blitz y con el primer Peggle. Esta compañía hace algo muy bien. Su modelo de juegos casual, casi todos con un formato que va bien tanto en consolas, PC, smarthphones y tablets, no te bombardea con la necesidad de gastar dinero en cada turno. Hay algo de eso, claro, pero nunca suficiente como para empañar la experiencia. Esto hace que los jugadores hardcore, los que le dedicamos horas a títulos complejos, nos podamos sentir atraídos por lo que proponen y no le demos la espalda a los pocos minutos.
Peggle 2 es prácticamente lo mismo que el primero, así que si lo habéis jugado ya sabréis de qué os hablo. Es una adaptación libre del pachinko, ese juego que triunfa en Japón en el que dejamos caer una bolita que rebota con obstáculos y acaba metiéndose por algún hueco del tablero. Aquí nosotros controlamos la dirección de la pelotita, y a partir de ahí ella se encarga de rebotar por todo el escenario, que está compuesto por bolas azules, naranjas y verdes y, de vez en cuando, algún obstáculo fijo o móvil. Tenemos tantas pelotitas como turnos, y las pantallas son rapidísimas -unos 2 o 3 minutos cada una. En total hay 60 niveles en los que el objetivo principal es tocar todas las piezas naranjas del escenario. Se va complicando poco a poco, y hay que recurrir a rebotes que parecen imposibles y, sobre todo, a las habilidades especiales de los maestros. Son personajes que activan su poder cuando tocamos las piezas verdes, y cada uno aplica un modificador. Bjorn es un unicornio encantador y medio loco que te ayuda descubriéndote hacia dónde saldrá la pelota tras el primer rebote. Jeffrey, un gigantón que suele soltar citas de El Gran Lebowsky, convierte la pelota en una gran bola de madera que se lleva por delante todo lo que encuentra. Berg tiene la habilidad de congelar el tablero y de que las piezas reboten como si fuesen bolas de billar, y se crean cadenas y combos bastante chulos. Gnorman, el más agresivo, electrifica la pelota y cada toque se extiende a piezas de alrededor. Por último está Luna, una niña que parece sacada de una peli de Tim Burton y que te despeja el escenario para que sea más fácil llegar a las piezas naranjas.
Peggle es perfecto para los que no suelen jugar, por que sus controles son fáciles y todo se entiende a la pimera. Si buscas profundidad también la enconrarás: hay desafíos y retos que suponen horas y horas.
Podemos acabar los niveles sin recurrir a ellos, pero a parte de que es (mucho) menos divertido son casi imprescindibles para alcanzar los objetivos secundarios, que son el centro de la rejugabilidad y lo que hará que, tras la primera pasada de 2-3 horas con la que ya lo habréis desbloqueado todo, tengáis docenas de tardes extra por delante. Los objetivos secundarios suelen ser tres: llegar a una puntuación mínima, eliminar todas las bolas (azules incluídas) y otro variable que va desde hacer algún tiro de habilidad hasta acabar la partida con 4 o 5 bolas sin gastar. El reto es considerable. También ayuda a alargar la vida del juego los desafíos de habilidad -60, en total-, que sirven tanto de tutorial como de pequeños puzles, y nos proponen escenarios todavía más rápidos que las pantallas normales pero a veces mucho más complicados, como acabar con todas las bolas de un solo disparo.
Hay muchas formas de conseguir puntos; quizás la más fácil es caer en el centro de la pantalla justo cuando nos la pasamos, pero también podéis probar con los tiros largos -o sea, dar a una pieza naranja y, con el rebote, llegar a otra que esté más o menos lejos-, los toboganes, las ruedas... si en un turno rebasamos los 25.000 puntos nos añaden un tiro extra, y otra si además tenemos la suerte de caer en el cubo que está en la parte inferior -los turnos se acaban cuando la bola llega a la parte inferior de la pantalla.
La pregunta más interesante cuando estamos delante de Peggle es si es un juego de habilidad o de suerte. En realidad es una mezcla de ambas cosas. Los mejores jugadores posiblemente difieran, porque sí que es posible calcular cada tiro como si fuésemos francotiradores y alcanzar una perfección casi divina, pero para los que solo quieren pasar el rato las partidas son algo más relajadas y la suerte tiene tanto protagonismo como la habilidad. Es parte de su atractivo, de hecho, el que nos sorprendamos con rebotes inesperados y puntuaciones estratosféricas tras un primer tiro un poco a ojo.
Otra virtud es la música y los efectos sonoros, que van muy ligados a las pantallas y a los maestros, y que generan pequeñas sinfonías curiosas y agradables; quizás parezca una perogrullada, pero Peggle 2 tiene uno de los apartados sonoros más trabajados de los últimos meses.
El multijugador, que ya han anunciado que se ampliará gratuitamente con contenido descargable, de momento solo tiene una modalidad que enfrenta hasta cuatro jugadores que tienen que luchar por ver quién hace más puntos. Tras cada turno nos enseñan una comparativa de los tiros y los maestros que ha elegido cada uno avanzan en unas barras que marcan qué ventaja o desventaja tenemos. Es rápido y fácil, pero de momento insuficiente.
Quizás la mayor decepción sea el poco número de maestros y que añade poquísimas novedades con respecto a su antecesor. Popcap es muy de encontrar buenas fórmulas y ampliarlas y afinarlas, pero le falta dar ese paso con el que añadir algún aliciente que aporte frescura y la sensación de estar con algo nuevo y no lo mismo de siempre con unas pocas pantallas más. A pesar de todo es, sin duda, es una de las opciones casual más atractivas de este final de año: un juego que por su facilidad de planteamiento y controles gustará a los que no están acostumbrados a jugar -es, literalmente, ponerse y entenderlo todo- como a los hardcore, porque ofrece suficiente reto y profundidad como para que le dediquemos horas y horas.