Another's Crab Treasure no tiene miedo a referenciar Dark Souls, y esa es una de sus mayores virtudes
The Sands Between.
El lanzamiento de Another’s Crab Treasure me pilló un poco por sorpresa. Lo que parecía, a todas luces, ser sólo un pequeño juego que emulaba la fórmula de los popularcísimos juegos de FromSoftware ha acabado siendo, para mí, una de las experiencias más agradables en lo que va de año.
Es cierto que el juego es un soulslike, pero como mínimo y ya de entrada, es uno que se plantea en tono de comedia. Interpretamos a un pequeño cangrejo que, un buen día, después de despertarse de la siesta, se encuentra a un usurero que le informa de que el condado vecino ha anexionado la pequeña cala en la que vive y que, si quiere seguir habitando en ella, tendrá que pagar impuestos. Peor aún: los impuestos se aplican retroactivamente así que, de un momento para otro, al pobre le embargan su caparazón a modo de pago. Nuestro pequeño y nosotros nos vemos obligados a salir a explorar el mar para conseguir dinero y recuperar nuestra legítima casa. Pronto nos damos cuenta de que el océano no sólo es un lugar bastante peligroso, lleno de cangrejos, caballitos y erizos de mar y sardinas hostiles, entre otras cosas, sino de que una misteriosa enfermedad está afectando a algunos crustáceos y volviéndolos más agresivos.
Pronto nos daremos cuenta de que Another’s Crab Treasure opera como un juego de FromSoftware en prácticamente todo, incluído el esquema de control, que coge directamente de Elden Ring. También se parecen mucho la mayoría de enfrentamientos, en los que tendremos que combinar bloqueo y ataque - o ataques cargados - con esquives precisos con fotogramas de invencibilidad que serán clave para acercarnos a los enemigos y penalizar sus puntos débiles. Si bien es cierto que el juego no tiene, ni remotamente, la fineza en el control o la complejidad en el diseño de niveles de un título de la saga Souls, lo cierto es que compensa casi todas sus carencias técnicas con carisma y buenas ideas. La central de todas ellas es la de que nuestro cangrejo puede y debe cambiar constantemente de caparazón a lo largo de la aventura.
Si bien Another’s Crab Treasure no tiene un sistema explícito de equipamiento, escoger qué tipo de “build” queremos llevar será vital para la experiencia. Conforme exploremos iremos encontrando distintos trozos de basura humana que, abandonados a su suerte en el mar, podremos reaprovechar como medio de defensa. Desde cocos a pelotas de tenis, cáscaras de plátano o de huevo, tapones de botella o botes de yogur, nuestros caparazones improvisados tendrán distinto peso, resistencia y durabilidad, y eso condicionará cuántos golpes aguantan, cuánto daño nos protegen y cuánta movilidad nos permiten. Además, cada caparazón tendrá una habilidad especial que, de manera similar a las Cenizas de guerra de Elden Ring, podremos utilizar en combate. La resistencia de los caparazones añade un matiz muy interesante: será frecuente que se nos rompa la coraza en mitad del combate y tengamos que ir corriendo a buscar otra para apañarnos temporalmente, lo que nos obligará, sí o sí, a buscar estrategias nuevas.
Al margen de las pequeñas novedades jugables que introduce, quizás lo más sorprendente de Another’s Crab Treasure es la manera tan evidente en la que el título se introduce a sí mismo como una parodia. Una parodia hecha a través del amor y el cariño hacia la obra de FromSoftware, pero que también sabe abordar con humor sus momentos más icónicos o sus tropos más habituales. Sí, hay pantanos venenosos; también hay grandes bolas que se nos caen encima, rodando a través de una escalera, o NPCs escondidos en zonas extraordinariamente aisladas, sin mayor explicación de cómo han llegado ahí. Algunos jefes son referencias directas a los que hemos visto en Bloodborne o en Sekiro; hay personajes que hacen chistes sobre lo críptico de la mitología de los juegos de Hidetaka Miyazaki. En lugar de tratar de ocultar sus puntos de partida, de tratar de separarse radicalmente de sus referentes, como si fuesen tabú, Another’s Crab Treasure las abraza y se atreve a comentar sobre ellas, aportando humor, en ocasiones, y pequeños giros sobre la fórmula, en otros casos.
En esencia, las preguntas que este juego plantea son dos: “¿sería posible hacer un juego difícil, pero cuya estética no sea agresivamente pesimista y oscura?” y “¿puede vivir la fórmula Souls en un formato más breve y más accesible?” y la respuesta a ambas parece ser una afirmación rotunda. Su tono de humor es lo suficientemente simpático y carismático como para ser, en sí mismo, un valor jugable; y la simplificación que hace del sistema de combate de FromSoftware, repleto de pequeños detalles de apoyo que suavizan la curva de dificultad, lo hacen un punto de entrada perfecto a este tipo de juegos, o una experiencia más breve y ligera para quienes conozcan la obra del estudio, pero no siempre tengan tiempo o ganas de una experiencia más larga. Con todo esto, Another’s Crab Treasure es un “souls-lite” que merece la pena tener en cuenta: uno que, como todas las cosas buenas de la vida, ha sido creado desde el amor y el cariño, y jamás ha pretendido ocultarlo.