Play Chapas Football Edition
Sony esponsoriza los patios de recreo.
La abstracción y sugestión es una de las principales virtudes de nuestra industria, que permite mediante simples y artificiales estratagemas perceptivas, hacernos creer que estamos conduciendo inmensos deportivos, ganando copas de Europa o salvando al mundo de una invasión colonial extra-terrestre.
Playchapas realiza un intercambio de roles interesantes. Inspirado en uno de los juegos tradicionales más antiguos de la cultura popular reciente, las chapas, nos devolverá a los tiempos en los que pedíamos por favor a nuestros padres que no abriesen las botellas de cerveza con fuerza.
La paradoja se encuentra al cuestionarnos la necesidad de esta “emulación”, al igual que en por ejemplo, un juego de billar, un puzzle sobre el cubo de Rubik o una colección de Sudokus digitales. En efecto, desde esta perspectiva el juego tiene un nulo interés, pero no hay que olvidar que por muchas hordas de invasores que repelamos o campeonatos de F-1 que ganemos, no estamos haciendo otra cosa que perder horas postrados en un sofá y aporreando de forma hipnótica y reiterativa los mismos botones de siempre…
El principal logro de Playchapas es su impecable producción. Lejos de publicarse como un título de segunda, el juego de Sony desarrollado por Zinkia tiene el mismo brillo y potencia que un FIFA o un Pro Evolution Soccer al uso, con una BSO licenciada, menús atractivos, chapas y tapones oficiales y un amor por el detalle inhóspito, dejando claras sus intenciones y advirtiéndonos que no estamos ante un producto descuidado como parece intuir.
Como cabría esperar (y sucede en su práctica física), Playchapas sólo respeta las reglas básicas del fútbol y la iconicidad de sus jugadores, ya que su estructura ósea es más similar a la de un juego de estrategia por turnos. Colocar nuestras tropas (perdón, chapas) por el campo y engañar al rival priman más que la precisión y cálculo a la hora de disparar, curiosamente, como en la versión de PES publicada en Wii.
En cada turno podremos realizar tres movimientos previos al lanzamiento (los cuales tendremos que advertir ya que el portero es inmóvil). Podremos realizar pases al pie, mover las chapas en posiciones óptimas o simplemente evitar que el balón sea interceptado por un jugador nuestro (imagínense si la pelota en el fútbol real midiese dos metros de diámetro). Los controles son brillantes por su sencillez, con apenas dos acciones (los pases al hueco y las fronteras en el campo pasan a mejor vida) centrando nuestros esfuerzos en la estrategia pura y en evitar la sorpresa a toda costa.
La gran carencia jugable de Playchapas es el “timing” y la tensión de nuestras nostálgicas partidas (que llegado a un punto se volvían auténticas epopeyas de patio de recreo). Playchapas es demasiado mecánico y artificial, demasiada precisión, super tiros, colocación y cabalística en un juego que se caracteriza por gravilla en las rodillas y uñas negras. Resultará poco apetecible a los jugadores casuales, que no sabrán apreciar el intercambio de roles (aceptarán con mucha más entrega el “realismo” de un juego de fútbol convencional) y demasiado liviano para los más entregados. Una producción de lujo sobre un concepto original, pero nada más.