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Assassin's Creed II

¿Renacimiento?

Es ahí donde Assassin’s Creed se juega bien. Todo el conjunto es una clara evolución de la primera parte y ha habido un pulido general de casi todos los aspectos. Vaya por delante que si te gustó el primero este lo hará todavía más.

Lo más destacable son las ciudades, principalmente Florencia y Venecia. Gráficamente son asombrosas y el juego ya merece todos los euros que cuesta sólo por corretear por ellas, de verdad. Cada edificio está construido con su estilo particular y cada piedra, arandela y ventana están colocadas donde deben estar para facilitarte una experiencia de free running excelente. Y como en todo buen juego la dirección de arte tiene un papel fundamental; los colores, la luz, las texturas, el cambio de día a noche… tienen una implicación directa con la historia y con lo que estás viviendo. Un lujo.

El precepto del primero era básicamente eso, darte unas cuantas ciudades y decirte “¡ala, apáñate!”. Eras un buen asesino y sabías lo que tenías que hacer. En este segundo Assassin’s Creed la experiencia está mucho más dirigida, en parte porque la historia toma una relevancia radicalmente superior. Constantemente tendrás objetivos a cumplir, y además estrechamente relacionados con los intríngulis de una más que primigenia mafia italiana. La historia está muy bien —aunque en ciertos momentos hay que apelar al conocido WTF!— y engancha, y no molesta perder libertad a la hora de elegir prioridades. Básicamente porque así solventamos el que quizás fue el mayor problema de AC, la monotonía de sus misiones. Como cada objetivo se plantea como parte de un engranaje que hace evolucionar la historia, la forma de resolverlos es moderadamente variada y no suele aburrir. El sigilo, por ejemplo, toma especial relevancia en algunos momentos. Nos tendremos que camuflar entre el gentío para seguir a determinadas personas, o tendremos que mandar grupos de prostitutas a distraer a los guardías, o lanzar dinero por el suelo para crear masas de gente desesperada que centren la atención. Algo así.

El juego es muy largo; si no haces misiones secundarias llegas fácilmente a las 15 horas.

La cuestión, sin embargo, es que me he topado con lo que, para mi, son fallos bastante molestos de diseño y de producción. Hay ciertas misiones en determinados puntos que, simplemente, no tendrían que estar ahí, y el hecho de que te las propongan incluso te llega a ofender ligeramente como jugador. En medio de un frenesí de asesinatos es bastante molesto tener que dedicarte a hacer chorradas que, además, están puestas con calzador. O tener la sensación de que tras diez horas de juego sigues en un tutorial. También hay tramos que se hacen pesados y que rompen el ritmo. Si nos centramos en la pura narrativa y la comparamos con la de GTA IV o Uncharted 2 —ojo, no hablo de géneros, hablo de cómo se cuenta la historia y cómo toma parte de ella el jugador— Assassin’s Creed está muy por debajo.

Pero desde luego la principal gracia del juego no está ahí, y tampoco hace falta ser demasiado listos para verlo. El punto es que Assassin’s Creed es un juego disfrutable, pero que no te hace disfrutar directamente. Tú tienes que poner bastante de tu parte.