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Análisis de Assassin's Creed Syndicate: Jack el Destripador

El otoño del terror.

Jack el Destripador mantiene las bases para complacer a los fans de la saga, pero las mecánicas y la historia son una oportunidad perdida.

Había algo que me emocionaba especialmente de los primeros Assassin's Creed: más allá de apostar por localizaciones y un estilo de juego que era bastante innovador en su momento, una de las cosas que más me atraían era esa intención de mezclar ficción con historia y permitirse el lujo de divagar, en mayor o menor medida, sobre sociedades secretas y grupos ocultos salpicando nombres que nosotros, simples mortales, hemos crecido oyendo desde la lejanía y de los cuales solo conocemos la superficie: templarios, asesinos, masonería, sociedades secretas... sobre, al fin y al cabo, ese conocimiento oculto que podemos creernos más o podemos creernos menos, pero que forma parte de los entresijos que conforman nuestra historia. La intención era buena, pero de un tiempo a esta parte los cameos históricos se han sentido cada vez más forzados, y en lugar de contar su propia historia se ha buscado la forma de relacionarlos sí o sí con el cuento de los Asesinos y Templarios. Ahora es como si Ubisoft se obligara a sí misma a incluirlos, a pesar de que pierdan algo de peso con cada entrega.

El DLC de Jack el Destripador es una historia independiente de la aventura principal de Syndicate que se desarrolla en 1888, veinte años después de su final, y que se puede iniciar sin superar el juego; tan solo es necesario cumplir la primera secuencia para empezar a perseguir al asesino que tuvo en vilo a la región de Whitechapel. En el contexto del otoño del terror nos ponemos en la piel de Evie, ya algo entrada en canas, en su búsqueda por encontrar a su desaparecido hermano Jacob con la ayuda del inspector Frederick Abberline. Evie es en efecto la principal protagonista, pero no la única: por no desaprovechar a tan jugoso personaje histórico en un juego que trata sobre gente que mata a gente impunemente, también controlamos a Jacob en el prólogo del juego y al propio Jack en determinados momentos, lo que ofrece una historia dividida en varias perspectivas que funciona especialmente bien a la hora de relatar más rápida y eficientemente. Funciona en lo que respecta al ritmo, en efecto, pero la continua necesidad de relacionar cualquier evento histórico con la lucha entre asesinos y templarios hace un flaco favor al relato en su conjunto; también aquí, como con Newton o con Darwin en Syndicate, Jack el Destripador está íntimamente relacionado con Jacob y Evie en lugar de actuar de forma independiente, por lo que sigue siendo bastante inverosímil. No quiero profundizar mucho en este apartado para no herir sensibilidades, pero básicamente la pareja de hermanos ya conocía al malogrado Jack desde hacía tiempo.

No es que sea un despropósito; la historia es decente y tiene puntos atractivos pero no consigue profundizar en la figura de Jack el Destripador tanto como sería deseable. Se limita a jugar con un personaje jugoso cuya historia sin embargo se queda en la superficie y al que se banaliza para no tocar las concesiones y la columna de lo que debe ser un Assassin's Creed; parece que estemos enfrentándonos a un mercenario despechado en lugar de a un metódico e inteligente asesino en serie. Porque más allá de algunas mecánicas nuevas introducidas expresamente para este contenido, como asesinatos macabros o un desgarrador grito que podemos usar cuando controlamos a Jack el Destripador, así como un set de armas especialmente indicadas para generar miedo atroz a sus enemigos, (las cuales, por cierto, también puede usar Evie, aunque de forma no letal; no lo entiendo mucho pero supongo que Ubisoft quiso aprovecharlas al máximo) esto sigue siendo Assassin's Creed al uso, un Syndicate un poco más macabro, más oscuro y sobrio en su arte que el original (la iluminación parece menos estridente en este DLC; hay más grises y el cielo suele estar encapotado, lo que logra que la ambientación sea más opresiva y acorde a la historia que se pretende contar) pero un Assassin's Creed al fin y al cabo, para lo bueno y para lo malo.

Sobre el papel esas ideas suenan mucho mejor que cuando nos ponemos a los mandos. Los asesinatos brutales que podemos realizar con Jack el Destripador para generar miedo a los enemigos que nos rodean son bastante brutales, pero pronto terminan siendo demasiado repetitivos; el juego insiste en remarcar estas nuevas acciones como algo novedoso, pero sin embargo en el fondo sigue siendo lo mismo de siempre con un icono diferente. La mona vestida de seda, para entendernos. Es, como decía, más de lo mismo en todos los sentidos. Sigue habiendo contenido para quien disfruta cumpliendo actividades secundarias, como no podría ser de otro modo, porque hay un buen puñado de coleccionables por descubrir (las cartas fraudulentas de Jack el Destripador, por ejemplo) y unas cuantas misiones secundarias que pretenden alargar la historia y añadir algo de variedad, pero como viene sucediendo últimamente se notan forzadas y nada inspiradas. No dejan de ser exactamente lo mismo que tuvimos en Syndicate, pero en lugar de rescatar niños a golpe de hoja oculta ahora debemos rescatar a prostitutas; quizá sea un poco excesivo pedir algo más de quince euros, el precio de este DLC, para repetir muchas de las cosas que ya hemos hecho.

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¿Por qué, más de cien años después, seguimos recordando los (supuestos) cinco macabros asesinatos llevados a cabo por Jack el Destripador? ¿Por qué, a pesar de que han seguido apareciendo muchos más asesinos en serie igual o más despiadados que el que asoló la Londres de finales del siglo XIX, Jack el Destripador continúa vigente, generando tantos mitos? No solo sus crímenes resultaron ser asesinatos brutales con terribles mutilaciones y desfiguraciones; su modus operandi reflejaba una persona notablemente inteligente, calculadora y conocedora de la anatomía humana. A pesar de haber descubierto supuestamente su verdadera identidad, algunos siguen afirmando que tras el mito se escondía el cirujano de la Reina, Sir Willam Gul; otros que en realidad era el propio Sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes, o Michael Maybrick, reconocido músico de la época protegido por diversas logias masónicas. Sea como fuere, esa es la oportunidad que ha perdido Syndicate: la de jugar con el misterio de una figura icónica, la de añadir un respiro a la manida fórmula del juego y desarrollar una historia más robusta, más centrada en la investigación que en la acción. No es un fracaso, pero sí resulta algo decepcionante.

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