Avance de Victoria 3 - El arte de la diplomacia en un juego que respeta sus esencias
No estamos interesados en la posibilidad de la derrota.
Pocas cosas provocan tantas pesadillas como las hojas de cálculo. Excel es un programa complejo, lleno de fórmulas arcanas, en el que cada fallo se paga con errores incomprensibles o con visitas de superiores o inspectores de hacienda recordándonos que la ansiedad que sentimos al abrirlo tiene una clara razón de ser. Pero eso no significa que no haya gente que disfrute del mismo; para algunas personas, una hoja de cálculo es el paraíso y Excel el nombre de la felicidad, algo que les permite mantener el control de un mundo caótico donde, incluso cuando todo parece estar resuelto, la propia consecución de los eventos nos conducirá a un nuevo estado de caos que ordenar.
Es por eso que no debería extrañarnos que tantos videojuegos sean hojas de cálculo vagamente disimuladas. Títulos donde tenemos que gestionar una serie de recursos, equilibrando nuestros gastos y nuestras adquisiciones, para conseguir un neto global positivo. Algo que en abstracto puede sonar muy poco divertido, pero que Paradox Interactive lleva casi veinticinco años demostrando que es una fórmula ganadora para un particular nicho de jugadores.
Victoria 3, tercera entrega de la saga Victoria, es una serie de juegos de estrategia de Paradox Interactive que nos permite controlar el destino de un país a lo largo de cien años, entre 1836 y 1936. Centrándose en los aspectos políticos y económicos, pero también en los aspectos sociales de los mismos, tendremos que hacer una microgestión constante de todos los aspectos de la vida en sociedad, teniendo que calibrar nuestras decisiones políticas, industriales y sociales con la realidad económica, los intereses de diferentes grupos sociales, y los movimientos de otros países en nuestra esfera de influencia.
Por fortuna o por desgracia, esto es tan complejo como suena. Todos los juegos de Paradox son conocidos por ser minuciosos, exigentes y muy complejos, y Victoria 3 no va a ser el que busque romper con esa imagen. Tener que pasar por decenas de menús diferentes para gestionar decisiones relativamente pequeñas, o que incluso pasar una ley relativamente popular puede llevarnos no meses, sino años, es algo que tenemos que aceptar antes de empezar a jugar un juego cuyos tutoriales se extienden durante muchas más horas de las que duran algunos otros juegos. A fin de cuentas, aquí incluso un simple cambio en la ley de tierras puede conducirnos a una guerra civil, en ocasiones inducida por el grupo social al cual se supone que le beneficiaba.
Ahí es donde se encuentran, también, los aspectos que justifican que no se llame de nuevo Victoria 2. Esta es una versión más refinada, más cuidada, de todo lo que hizo popular a la segunda entrega de la serie, añadiendo algunos de los aspectos más solicitados por los fans. A diferencia de su anterior entrega, el énfasis en la guerra y la conquista es mucho menor, añadiendo una cantidad absolutamente abrumadora de opciones diplomáticas que nos permiten ser una potencia colonial a través de tratados, pactos y amenazas económicas y sociales más que a través de las armas. Esto se ve favorecido gracias a la inclusión de los pops, o grupos poblacionales, que representan a particulares grupos de población entre los cuales hay diferentes grupos sociales y personas con ideologías dispares, haciendo que la demografía sea muchísimo más importante en esta entrega. Esto se aprecia inmediatamente cuando nos damos cuenta de la importancia que se le da ahora al tema de la inmigración, pero también la discriminación de ciertos grupos sociales, y cómo ambos aspectos se solapan, conduciéndonos a escenarios inesperados, algunos de ellos incompatibles con mantener una democracia sana.
Por supuesto, esta profundidad extra viene con un coste añadido. Si los dos primeros Victoria ya eran juegos arduos, de entrada difícil, este Victoria 3 se siente, al menos durante sus primeras horas, todavía más complejo. Aunque se intenta solucionar esto a través de un tutorial relativamente profundo, ni el tutorial parece abordar nada más allá de lo absolutamente básico ni el salto a una partida completa se siente menos abrumador e incomprensible tras avanzar en el tutorial. Esto puede acabar pasándole factura al juego, incluso si los desarrolladores han hecho un esfuerzo extra por hacer más accesible un título ya de por si complicado, que ahora se ha vuelto todavía más complejo.
Es por eso que las sensaciones que nos deja Victoria 3 son positivas, incluso con ese pero. Para quienes disfruten de un juego calmado, muy intelectual, donde es necesario tener cuarenta partidas guardadas y saber dónde puede salir todo mal, Victoria 3 es un caramelo que, hasta donde hemos podido ver, arregla algunos de los puntos más oscuros de su anterior entrega. Quienes esperen que al menos les lleven de la mano durante las primeras veinte horas hasta entender todos los sistemas, probablemente se sientan perdidos y confusos ante un juego que hace lo mínimo para que al menos sepamos muy remotamente qué estamos haciendo. Paradox siempre ha querido que aprendamos en la propia fricción con el juego, y eso no parece haber cambiado ahora. Pero al final del día, Victoria 3 es una hoja de cálculo, muy bonita, de menús muy elaborados y presentación muy cuidada, que apela a un nicho de personas muy específico. Y quienes pertenezcan a ese nicho concreto pueden esperar de Victoria 3 que les de exactamente lo que estaban pidiendo.