Avance de Kirby y el Pincel Arcoíris
Isn't he lovely?
Los juegos de plataformas de Kirby siempre se han caracterizado por la peculiar habilidad de su protagonista: su extrema plasticidad para adoptar todo tipo de formas y hacer suyas las características especiales de los enemigos. Todos hemos aprendido a querer a Kirby por ello, a pesar de que se dedica a atraer a los demás a la fuerza; por ello, quizá, la mascota rosa de Nintendo ha presentado cierta maleabilidad a lo largo de su historia para protagonizar títulos algo más experimentales, alejados de los plataformas tradicionales, que dependían de las referencias justas al mundo de Kirby para tantear campos inexplorados. Ese fue el caso, por ejemplo, con Kirby y el Pincel del poder, un juego de 2005 para Nintendo DS que supo aprovechar el tirón de la tendencia táctil para presentarnos un Kirby sin extremidades al que debíamos guiar dibujando con el stylus.
Kirby y el Pincel Arcoíris es esa misma fórmula, pero refinada para convertirla en una experiencia más sólida: lo que hace diez años era un experimento cuyos cimientos parecían tambalearse un poco por su naturaleza experimental, hoy, en 2015, es un juego con pies y cabeza que está cien por cien seguro de la mecánica que lo hace único. Y es que diferencia de otros juegos de plataformas, Kirby y el Pincel Arcoíris destaca por una característica muy peculiar: nosotros no controlamos directamente a la adorable bolita de color rosa, sino que mediante la pantalla táctil del mando de Wii U debemos dibujar el camino y las rutas que debe atravesar Kirby para avanzar por los traicioneros niveles con el objetivo de recoger todos los coleccionables posibles -que ya os decimos que son muchos.
En efecto, la historia del pincel Arcoíris es solo una excusa como cualquier otra para que nosotros mismos dibujemos el camino que debe seguir Kirby, que en esta aventura también recupera su genuina forma esférica: Kirby rueda como una bola por encima - o por debajo - de las cuerdas arcoíris que generamos, gira en los rizos y aumenta de velocidad si le damos algún toquecito. La gracia está en que nuestro trazo tiene una cantidad limitada de tinta arcoíris, por lo que debemos administrar bien su uso para que Kirby no quede expuesto a los peligros que le rodean. De este modo, el verdadero atractivo del juego reside ya no tanto en la habilidad de copia de Kirby, sino en cómo nos sorprenderá Hal Laboratory mientras movemos a Kirby de un punto a otro mediante una simple cuerda de colores.
La historia empieza cuando la maligna villana Claycia se adueña de todos los colores de DreamLand, el hogar de Kirby y sus amigos. Es ahí donde entra en escena un pincel mágico llamado Eline, que atraviesa un portal y devuelve la tonalidad cromática a Kirby y sus amigos. La introducción, aun así, no es más que una excusa para presentarnos la principal mecánica de este juego, y lo que, entre otras cosas, lo diferencia de los demás plataformas disponibles en el mercado.
Kirby y el Pincel Arcoíris es un juego eminentemente artesanal creado con mucho mimo y cariño
Pero lo que más llama la atención es su precioso estilo artístico: todos los personajes y escenarios están realizados en plastilina y trasladados a sus modelos poligonales correspondientes, por lo que la sensación que se tiene al jugarlo es única: parece realmente que estemos ante un objeto animado, ante un juguete, más bien, que guarda un impresionante abanico de reacciones y transformaciones, típicas ya en Kirby, con un trabajo manual colosal detrás; es muy bonito y algo mucho más tradicional a lo que estamos acostumbrados en este medio. Dicho en una palabra, da la sensación de que estamos ante un juego eminentemente artesanal, ante algo creado con mucho mimo y cariño; pueden verse las marcas que dejan los dedos en la plastilina, los trazos con objetos punzantes, las imperfecciones que lo hacen único. Recuerda mucho, para que os hagáis una idea, a series de animación célebres como Wallace & Gromit, una sensación reforzada por el recorte de frames en algunas animaciones.
Por supuesto al ser un juego de Kirby nuestro protagonista puede transformarse en un montón de vehículos y objetos que cambian un poco la forma de jugar: Kirby y el Pincel Arcoíris está repleto de esos momentos, y podremos usar las habilidades mágicas de Kirby para convertirnos en un tanque o en un submarino, por ejemplo, con ligeros cambios en la jugabilidad; para movernos con este último, por ejemplo, solo debemos dar toquecitos en la pantalla y Kirby se dirigirá hacia ese punto automáticamente mientras va desplegando su artillería sin fin. De este modo la partida siempre se siente fresca y distinta a la anterior, algo que tiene su colofón en las entretenidas batallas contra jefes finales que ponen a prueba lo que hemos aprendido hasta el momento.
En su contra, quizá, destaca una pérdida de detalle en sus gráficos cuando jugamos en el mando de Wii U, que es la única forma de jugar; es un juego que merece la pena contemplar, y en la pantalla del GamePad no se distingue tan bien el trabajo artesanal que podemos disfrutar en su esplendor si jugamos relativamente cerca del televisor. También cuesta un poco acostumbrarse a controlar a Kirby y a la sensación de que no tenemos un dominio preciso de sus movimientos, pero Nintendo ha diseñado los niveles teniendo en cuenta ese hándicap, por lo que nunca resulta un problema. También es de agradecer la inclusión de un modo cooperativo que se presta muy bien al mundo de Kirby: otros tres jugadores pueden unirse a la partida mediante el mando de Wii o el mando Pro, y ellos sí pueden jugar en la tele. Esencialmente deben dedicarse a proteger a Kirby como en un plataformas tradicional, ya que no cuentan con la habilidad de dibujar, aunque sí pueden aprovecharse de lo que dibuje el jugador que está en el GamePad. Es un modo divertido, pero todavía lo tenemos que probar más a fondo.
Kirby y el Pincel Arcoíris es Kirby en todo su esplendor, a pesar de las concesiones jugables que se distancian del plataformas tradicional, y es una aventura dócil y tierna perfecta para esos momentos muertos en los que nos apetece un desafío a nuestra medida; es profundo si así lo deseamos, ya que conseguir todos los coleccionables pueden llevarnos algunas horas, y directo si preferimos superar los niveles e ir a por faena. Todavía nos quedan algunas horas en DreamLand para saber si esta nueva incursión merece realmente la pena o si podría haber dado más de sí, pero lo que está claro es que Kirby y el Pincel Arcoíris es una celebración del desarrollo de videojuegos más tradicional, una tendencia que parece haber desaparecido hoy en día.