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Battleforge

Tengui... tengui... tengui... ¡Falti!

Llegamos así al asunto central: jugar a BattleForge. Jugar es fácil y divertirse es muy fácil. Pero eso no quiere decir, en absoluto, que se trate de un juego sencillo. De hecho, si cabe decir algo de su dificultad es que es ajustada, tirando a exigente. En cualquier caso, de eso hablaremos en seguida; echemos primero un pequeño vistazo a la mecánica de juego. Al adquirir nuestro BattleForge nos hacemos los afortunados poseedores de una baraja virtual cuyas cartas representan el tipo de unidades, estructuras o hechizos de los que dispondremos en el campo de batalla. Aunque las barajas iniciales son variadas y extensas, no tardaremos mucho en descubrir que, si queremos mazos de combate (veinte naipes) equilibrados y útiles, las cosas están más o menos claras. En cualquier caso, la preparación pre-partida es tan importante como el saber hacer sobre el campo de batalla. Dependerá de nosotros evaluar adecuadamente cómo construimos nuestros mazos de combate de modo que resulten eficaces y eso lo haremos practicando combinaciones contra todo tipo de enemigos en ese dojo infinito que es la BattleForge que da nombre al juego.

Al comenzar la batalla nuestros objetivos son: cumplir con las misiones que se nos encomienden y cepillarnos a todo aquél que se proponga impedírnoslo. La gestión de recursos es muy sencilla (eliminar enemigos cercanos y activar pozos). Cuantos más, mejor: más unidades podremos convocar a la batalla, más poderosas serán y llegarán en mejores condiciones al final del escenario. Hay que decir entonces que, como RTS, BattleForge es directo y simple. Su desarrollo es intenso y el ritmo de los enfrentamientos, cuando se tiene la suficiente experiencia y pericia, rara vez decae. Sin embargo, sobre todo al comienzo, resulta relativamente sencillo encontrarse con un ejército diezmado y demasiado lejos de ningún pozo o fuente, lo que nos llevará a tener que retroceder en el mapa para poder volver a organizar nuestras tropas. Esto, en misiones contrarreloj, supone la más inminente de las derrotas.

Hablábamos más arriba de la ajustada dificultad: quizás porque, en el fondo, las misiones PvE son hasta cierto punto reiterativas, su dificultad se ha contrabalanceado para que el reto no decaiga. Así, la curva de dificultad de BattleForge puede resultar, en ocasiones, un poco exagerada. Pero afortunadamente su componente online libra al juego de depender de ella, porque siempre hay misiones y combates PvP en los que podremos participar.

La comunidad es bastante amplia y las partidas se organizan con facilidad y rápidamente aunque –eso sí– está muy fuertemente radicada en Alemania, así que toca mentalizarse un poco con el idioma (esperemos que la reciente gratuidad del juego remedie esto). Esta presencia de la comunidad es la que permite animar el factor coleccionismo de BattleForge y por eso decíamos más arriba que la obligatoriedad del online es el elemento que vertebra el movimiento del juego: el RTS se personaliza con el coleccionismo, el coleccionismo se vive con inmediatez gracias al online, la agilidad del RTS hace llamativo el juego en línea. Así, los tres ingredientes revierten unos sobre otros en beneficio de los jugadores.

Claro que, del mismo modo que los brillos de cada elemento aportan fulgor al conjunto, BattleForge se ve aquejado de algunos problemas heredados de su triple mezcla. El sistema de intercambio de cartas funciona muy bien, pero conforme se incrementa el nivel de rareza de los naipes, el ambiente comienza a enrarecerse. Sin duda, quien se interese y quiera gastarse sus buenos dineros en adquirir expansiones para la baraja, contará con ciertas ventajas (un agravio comparativo difícil de evitar si se apuesta por el coleccionismo). Por otra parte, el nivel de las barajas y de los jugadores más experimentados (como en casi todos los juegos online) pueden intimidar a los recién llegados.

BattleForge es una apuesta curiosa que puede gustar a muchos porque apela a bastantes campos y factores, aunque –por ese mismo motivo– quizás haya quien considere que no profundiza lo suficiente en ninguno de sus elementos. En nuestra opinión eso sería un error de juicio: BattleForge pretende una oferta personal que difícilmente puede compararse con ningún otro juego. Aprovechando las actuales –e inmejorables– condiciones de adquisición del título lo mejor es, a todas luces, probarlo. Un juego como éste no merece nada menos que eso: muy pocos serán los arrepentidos.

8 / 10

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