Bayonetta
El último juego hardcore.
Gráficamente no hace alardes, pero tampoco se queda corto: usa lo que tiene para representar lo que necesita, sin filigranas ni despliegues técnicos asombrosos, y mantiene el frame rate a tope prácticamente todo el rato (aunque en ocasiones contadas sufre bajones, pero en ningún momento destroza la experiencia de juego). Sin ser técnicamente espectacular, sí que es (y esto es un tema polémico) asombrosamente bonito: los escenarios por los que nos movemos, desde ese parque modernista que perfectamente podría llamarse Güell hasta la forma en que se mueven los enemigos, prácticamente todo es delicioso de ver y está, también, muy bien pensado, con lo que las bondades del diseño suplen con creces la falta de excelencia de la técnica. Otro tema son las músicas: si bien encajan perfectamente con lo que nos espera (son japonesas hasta rozar el tópico, como todo lo demás en el juego; un buen ejemplo es la versión de Fly Me To The Moon, extrañamente pegadiza), le falta fuerza y personalidad, hay demasiada repetición y provoca más indiferencia que otra cosa.
Aunque a estas alturas ya debería estar clarísimo, a juzgar por la sarta de bondades que he ido soltando una tras otra durante todo el análisis, que Bayonetta no sólo ha estado a la altura del hype sino que, en muchos aspectos, ha superado las expectativas, me reafirmo: el juego de Platinum Games no sólo es bueno, no sólo es un juego excelente, sino que marca un estándar de calidad en lo que se refiere a lo que tendrían que ser, a partir de ahora, los juegos del género. Aunque el envoltorio, tan japonés y estrambótico, pueda no resultar tan atractivo para algunos, merece la pena dejar de lado las consideraciones estéticas para disfrutar del puro espectáculo jugable que se nos presenta, tan frenético y divertido como hacía tiempo que no se veía. De hecho, es el beat ‘em up más divertido al que he jugado desde God Hand, y eso no es poco decir.
Ser lanzado en enero y ser el mejor juego del año tiene muchísimo mérito; salir en diciembre y estar por encima de todos los grandes juegos que ha habido en los doce meses anteriores es aún más meritorio. Bayonetta está en una rara posición que le permite conseguir las dos cosas; sea como fuere, es un juego que para muchos será un antes y un después, una prueba de que todas esas cosas que la generación actual de videoconsolas parecía haber matado en la industria japonesa siguen ahí, y pueden ser usadas con la misma maestría que siempre, sólo que por algún motivo no quieren hacerlo. Kamiya y Platinum Games han querido, y lo han hecho, y lo han hecho a la perfección. Ahora sólo nos queda esperar que no haya que esperar otros tres años antes de poder disfrutar de otro juego auténticamente hardcore.