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Análisis de Berserk and the Band of the Hawk

Clang.

Una adaptación poco agraciada que apenas raspa la superficie de su fuente y opta por centrarse en la violencia vacía y repetitiva.

Me pregunto si alguien habrá hecho un videojuego sobre La Casa de Bernarda Alba. Una aventura gráfica de las clásicas, pero con el guión de la obra de teatro. Haces un puzle y desbloqueas un cacho de la creación de Lorca que los personajes dicen quietos, en un sempiterno plano general, con una entonación que choca con el absoluto estatismo y las animaciones repetitivas de sus personajes. Nadie levanta siquiera una mano porque animar todo eso sería demasiado difícil, pero los puzles son graciosos. Al final, cuando Adela se ahorca y la Poncia corre a por un martillo para derribar la puerta, tienes que conseguir las llaves del armario donde se guarda la herramienta, pero para eso tienes que ir al establo para cogerlas, salvo que hay un caballo despotricado y para calmarlo hace falta que cojas un bote de azúcar, un gato y un retrato de la Virgen María. No quiero imaginar lo que viene después, pero seguro que es un puzle hilarante y muy difícil. O quizá podría ser una novela visual desde la perspectiva de Pepe el Guapo y tienes que escoger con cuál de las hijas de Bernarda te enrollas. Si metes la pata y no entras en ningún arco principal, ves cómo él realmente se pega un tiro.

Berserk and the Band of the Hawk me recuerda a aquella edad oscura en la que Electronic Arts se dedicaba a adaptar El Señor de los Anillos y Harry Potter. Es una adaptación de la obra de Kentaro Miura en la medida que los sucesos son parecidos a los del manga, todos los personajes tienen el mismo nombre y el mismo aspecto que en la fuente y se repiten algunas de las imágenes y escenas más conocidas de esta épica interminable, pero su interpretación de Berserk es una superficial. Como musou que es, cree que en el núcleo de este manga hay no una idea sobre el destino, la condición humana, la identidad o un estudio de uno de los personajes más interesantes que ha dado el manganime, sino hostias, espadazos, sangre, gore. El reloj siempre da la hora de las tortas y, con un arco de su arma, esa herramienta demasiado grande y pesada como para que alguien pueda llamarla "espada", Guts puede reventar a decenas de enemigos. En el manga, aquél momento en que mata a cien hombres marca el culmen de su carrera y forja su leyenda, pero en este juego si el conteo baja de mil cadáveres por batalla seguramente sea porque estás haciendo algo mal.

Me encuentro pensando en lo bien que encajan los mapas a la hora de hacer una analogía: son escenarios vacíos de sustancia pero llenos de enemigos que acuden en masa no a matarte, sino a morir. El juego imprime una falsa sensación del todo, como haciéndonos creer que somos una pequeña parte de algo mayor y que hay que estar atento a todos los frentes, pero estamos aquí para matar muy fuerte y mucho, y eso es todo lo que se hace de principio a fin. Avanza, mata gente, desbloquea la siguiente ruta, mata, avanza. Es un resumen de prácticamente cualquier videojuego de acción, pero Berserk and the Band of the Hawk lo aplica con la simplicidad de un título de hace dos generaciones y semejante falta de tacto que su artificio se hace claro desde el principio: esto no es tanto una adaptación o una representación del manga como un resumen interrumpido ocasionalmente por escenas de acción multitudinaria. Más bien al revés.

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Al César lo que es del César: esas masacres satisfacen. Satisfacen no por profundidad o desafío, ni porque los distintos tipos de enemigos sean interesantes u obliguen a replantear el enfoque de la batalla. No, no satisfacen por su inteligencia o diseño exquisito o porque, al abrirme paso por ese ejército y salir victorioso contra todo pronóstico, me sienta bien. Satisfacen por las cifras, porque Guts da un sablazo o Schierke lanza un conjuro y el contador de cadáveres añade otros veinte a la lista, porque la barra de frenesí llega al límite, pulsas un botón y golpeas todavía más fuerte, con efectos especiales y ruidos aún más altos, porque estar rodeado por cientos de enemigos, lanzar tu ataque final y ver cómo todos esos idiotas ahora son cadáveres saca una parte básica de mí que no pide mejor sino más. Más muerte, más gente, más números. Es comer de una bolsa de patatas porque están ahí y no saben mal; sirven y satisfacen, y no tienes nada mejor que hacer con tu vida. Te sientes bien porque, con el tiempo, olvidas que la armadura Berserk supone un peligro para la salud física y mental de Guts y que cada vez que la utiliza es porque no hay otro remedio y escoge arriesgarse a perder la cabeza por salvar lo poco que le queda. La armadura Berserk es el atajo para matar todavía más y más deprisa, sin apenas daño, como meter trucos y volverse loco. Es algo que te conviene.

Pero fuera de eso, Berserk and the Band of the Hawk hace un flaco favor al medio y su fuente. Ese paralelismo con la vieja Electronic Arts no viene de que sea una adaptación, que de esas las hay buenas, sino que la definición que tiene este juego de "cinemática" es, literalmente, poner trozos de Berserk: La Edad de Oro. Cuando se termina ese arco y el juego se queda sin películas a las que acudir, la fiesta termina y volvemos a conversaciones estáticas y representaciones básicas. Sigue el guión, pero sin espíritu, y omite arcos, personajes y momentos para centrarse únicamente en lo que le importa, que es responder a una simple pregunta: "¿Cuándo se van a callar estos pesados para que pueda liarme a golpes con el mundo?". Guts quería escapar de su vida, de no saber otra cosa salvo agitar su espada, pero Berserk and the Band of the Hawk vive feliz dentro de esos confines.

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