Best Friend Forever nos hace echar de menos Nintendogs
They're good boys, Brent.
Hay algo especial en los juegos que ni siquiera se molestan en justificar su premisa, así que es imposible que no me ría un poco cuando Best Friend Forever nos explica la suya. Nos mudamos, por motivos desconocidos, a la ciudad más dog-friendly del mundo, donde absolutamente todo el mundo ha adoptado como mínimo un perro. Así que, para integrarnos, tendremos que hacer lo propio: buscarnos un compañero canino, y hacer buenas migas con él.
Así dicho, suena prácticamente a la premisa de cualquier juego de mascotas; pero Best Friend Forever tiene un pequeño giro. Además de hacer las veces de simulador de cuidar y entrenar a nuestro perro, es también un dating simulator. Nos apuntamos a "Woofr", una suerte de Tinder para dueños de perros, y conocemos a un buen puñado de solteros también aficionados al mundo canino. Así, cada semana dentro del juego se divide en varias fases. Primero, organizamos cómo pasaremos los días en compañía de nuestra mascota. Escogemos entre una decena de entrenamientos que impactan de una manera u otra en su energía y sus estadísticas, desde lanzar el frisbee y aprender órdenes a posar como modelo de fotografía, tomar un café o simplemente no hacer nada en todo el día. Estas acciones se resolverán automáticamente. Luego, ahora sí, entramos en el terreno de los minijuegos: podremos alimentar, limpiar y jugar con nuestro cachorro en unas pequeñas pantallas que podremos resolver tanto haciendo uso del mando como con el ratón, en la versión de PC, y la pantalla táctil, en la versión de Switch.
Tras hacernos cargo de nuestras tareas rutinarias, saldremos de paseo. Se nos despliega un mapa de la ciudad con distintos puntos de interés por el que podremos movernos libremente hasta que a nuestro cachorrito se le acabe la energía. Los puntos de interés son, generalmente, lugares de encuentro con los solteros con quienes hemos contactado a través de la app. Es aquí donde el juego empieza a asemejarse más a una novela visual, donde se dan los diálogos más largos, y el lugar en el que el juego se desarrolla narrativamente.
El aspecto de simulador de citas de Best Friend Forever es notable, si bien el juego está únicamente en inglés, y sus pretensiones humorísticas pueden entorpecer un tanto la lectura de aquellos no nativos o no extraordinariamente versados en la cultura de internet. Personalmente, llevo más días de los que siento que debería pensando en Anders, un joven misterioso con pelo largo y un poco de pinta de vampiro con el que ya he tenido un buen puñado de citas. Pero donde el juego realmente brilla es en las pequeñas interacciones con el propio perro. A veces, mientras conversamos, tendremos que impedir que haga caca en medio de donde estemos, o acariciarle un poco para que no llore; le estiraremos de la correa cuando se aleje demasiado, o le regañaremos cuando empiece a escarbar en el suelo.
Limpiándole las orejas a Blocker (el nombre de mi perro; le dejé el predeterminado porque me daba pena cambiárselo al adoptarlo) pensé en cómo añoraba un tipo concreto de juegos; ser más joven y pasarme el verano tumbada en la cama, jugando a Nintendogs. Hay algo en el auge de la Nintendo DS y de ese tipo de juegos sencillos, amables, orientados a todos los públicos, que es difícil de encontrar en el año 2020. Al menos, en la mayoría de juegos. Pero en la naturalidad en la que Best Friend Forever trata la relación con nuestro amigo canino he recordado un poquito de eso; y sólo queda esperar una secuela en la que podamos ahondar más en los detalles del día a día junto a nuestro cachorrito. Me moriría de ganas de poder planificar nuestros paseos con más precisión, y de acariciarle un poco la cabeza al llegar a casa.