Bomberman se merece algo mejor que esta Konami
Sobre Super Bomberman R 2.
Bomberman es uno de los selectos integrantes del grupo de personajes de videojuego que no necesitan introducción alguna: su característico diseño y su carácter autoexplicativo - un señor que pone bombas y se llama literalmente "señor que pone bombas" no arriesga mucho, pero tampoco es fácil de olvidar - lo han convertido en un icono pop indiscutible. Sin embargo, también es uno de los ejemplos más evidentes de cómo las sensibilidades respecto a los videojuegos han cambiado en las últimas décadas. Si le preguntase a los lectores cuál fue el último juego de Bomberman que jugaron (o peor aún: cuál fue el último que jugaron y les gustó), seguramente muy pocas respuestas apuntarían a un título de los últimos, digamos, diez años. Quizás sea, entonces, el momento de asimilar que su simpática apariencia, sus dinámicas arcade y la sencillez de su propuesta encajaba con los jugadores de los años noventa, pero no tanto con los de ahora.
O quizás no.
Al menos, yo ya no lo pienso, desde que jugué Super Bomberman R 2.
Siendo honestos, no pienso que la última entrega de la saga Konami sea un juego excelente; ni siquiera un juego notable. Como la mayoría de sus iteraciones anteriores a esta, Super Bomberman R 2 es un título fundamentalmente enfocado al juego online. Un clarísimo "party game" que, en sus distintos modos, nos ofrece la posibilidad de enfrentarnos a otros usuarios en varios tipos de batallas. Aumentando la propuesta del anterior Super Bomberman R, esta secuela trae de vuelta el clásico modo batalla, en el que competimos contra otros siete jugadores - o con nuestro equipo y contra el equipo rival - para ser el último en pie mientras gestionamos bien nuestras explosiones y, claro, las distintas mejoras, armas y movimientos que vamos encontrando. Sin embargo, son un poco más interesantes las variantes que se ofrecen de este. El modo Batalla 64, con tintes de battle royale o quizás inspiración de los juegos online que ha ido lanzando Nintendo en los últimos años, como Tetris 99 o el más reciente F-Zero 99, nos insta a luchar contra decenas de otros usuarios en una caótica pero divertida batalla por ser el más astuto y poderoso de todos. Para quienes quieran una aproximación más estratégica, el modo Castillo nos permite diseñar nuestro propio mapa, con trampas, bloques extra, armas, cañones y demás parafernalia enfocada a proteger una serie de tesoros que el equipo atacante tendrá que intentar arrebatarnos antes de que termine el tiempo.
Las ideas pueden ser bienintencionadas, pero fallan un poco en su propio concepto. Se trata de un juego que se ha lanzado a precio completo y que es excesivamente dependiente de una estructura online con unos cuantos fallos y desconexiones aleatorias, y que, sobre todo, carga mucho peso en la creatividad y en la habilidad de los usuarios. Una batalla de modo Castillo en un mapa mal diseñado puede ser extraordinariamente frustrante; encontrar partida para el modo Mega 64 es un reto en sí mismo.
Sin embargo, hay un aspecto en el que Super Bomberman R 2 me ha llamado la atencion: su modo campaña.
A pesar de que el modo Historia de este título es notablemente menos ambicioso que el del juego anterior, Super Bomberman R, que nos permitía explorar siete mundos completos con sus distintas fases, lo que se presenta en esta ocasión es conceptualmente mucho más interesante. Son sólo tres mundos, pero están planteados como una estructura de exploración libre. En ellos moveremos, a nuestro ritmo, a nuestro pequeño Bomberman, que irá destrozando bloques y derrotando enemigos a su paso. Nuestra misión es rescatar a los Elon, pequeñas criaturitas azules que nos perseguirán y que no sólo tendremos que rescatar del bloque o puzle en el que estén atrapados, sino que tendremos que mantener a salvo la mayor cantidad de tiempo posible si queremos poder acceder a algunos rompecabezas especiales o que nos ayuden en las batallas. Conforme vayamos haciendo esto, recogeremos también puntos de experiencia que harán que nuestro Bomberman suba de nivel y mejore sus atributos, consiguiendo nuevos movimientos, caminar más rápido, o aumentar el rango de sus explosiones. Cuanto más fuerte es nuestro Bomberman, más fácil es rescatar a los Elon, pero más difícil protegerlos: las explosiones demasiado grandes les afectarán de la misma manera que el daño enemigo, y cuando nuestro personaje sea más ágil, a veces tendrán complicado seguirnos el ritmo. Así, hay una escalada bastante agradable de nuestro personaje y nuestra habilidad. Cuando recojamos cierta cantidad de Elons, tendremos acceso a partes nuevas del mapa; cuando lleguemos a algunos puntos, tendremos que enfrentarnos a los enemigos en mapas del modo batalla en su modalidad de castillo antes de proceder.
No es una dinámica complicada, pero es bastante efectiva. Explorar a nuestro ritmo rescatando a los pequeños bichitos y subiendo de nivel a nuestro personaje mientras vamos acabando con enemigos cada vez más complejos y diseños de mapa cada vez más puñeteros es una experiencia agradable sin necesidad de hacer ninguna cabriola ni retorcer la fórmula más de la cuenta. Pero, a pesar de que hay un par de momentos curiosos, el modo Historia de Super Bomberman R 2 pronto recuerda cuál es su verdadera naturaleza: la de hacer las veces de tutorial a las mecánicas del juego online y poco más. Las alrededor de tres horas que dura - pueden ser más, si somos completistas, pero entiendo que la mayoría no lo seremos - tienen un final medio abrupto que se recibe con pena en el mismo momento en el que el juego considera que ya estamos suficientemente preparados para ir a la batalla en línea.
Pero ninguna de las batallas en línea que he jugado ha sido más agradable ni más divertida ni más provechosa que ese par de horas de pequeña campaña. He pensado en esto cada vez que he acabado una partida de Super Bomberman R 2: quizás la figura de Bomberman ya no es tan relevante como lo era antaño porque esta identidad que se le ha impuesto, la de ser una franquicia basada únicamente en el multijugador, no tiene particular sentido, ni lo tuvo originalmente.
El multijugador ha sido una parte importante de la saga desde sus primeros compases; el Super Bomberman de Super Nintendo ya incluía soporte para cuatro jugadores a través de multi-tap, y la versión de PC Engine de Mega Bomberman llegaba a dejarnos jugar hasta con diez amigos. Sin embargo, ambos juegos tenían modos historia más que solventes que podían jugarse en solitario. Si buscamos el origen de este Bomberman, el Bomberman de las entregas recalentadas, escasas de contenido, y excesivamente dependientes de la comunidad de jugadores, el momento clave para la franquicia parece ser la adquisición de Hudson Soft., estudio que creó al personaje y a la saga, por parte de Konami en el año 2012.
Siendo justos, Hudson Soft. cometió no pocos traspiés respecto al amigo de las bombas antes de su fusión y traspaso de derechos a Konami: el hilarante Bomberman: Act Zero, que trataba de darle un aspecto más serio al personaje, o el no terrible, pero sí mediocre Bomberman Live: Battlefest de 2010 ya tonteaban con la idea de dejar atrás las dinámicas arcade para centrarse en un público diferente. Sin embargo, desde que es Konami quien gestiona la licencia, todos y cada uno de los títulos han adolecido los mismos defectos que ya hemos mencionado, y han tenido una reacción similar por parte del público. Un par de meses después de su lanzamiento, encontrar partida comenzaba a ser misión imposible, y los títulos parecían inevitablemente condenados al fracaso.
Pero Super Bomberman R 2 nos muestra que no está todo perdido. Y su modo campaña, incluso en sus perspectivas modestas, nos dejan entrever que, con el cariño y el cuidado necesario, podríamos volver a disfrutar de una aventura de Bomberman que quizás nos cautivaba como las de antaño; que aún hay esperanza. O la habría, si la editora y desarrolladora estuviese dispuesta a dedicarle el esfuerzo y los recursos a un proyecto similar. Por desgracia, la Konami de hoy en día sí que no es la misma que la de los años 90: tal y como podemos ver en su tratamiento, en los años recientes, de la saga Castlevania, por ejemplo, o de otras de sus icónicas IP, como Metal Gear, Yu-Gi-Oh!, Silent Hill o incluso la marca Pro Evolution Soccer, la compañía japonesa parece totalmente determinada a mover prácticamente todos sus juegos al modelo free-to-play y juego como servicio; y aquellas franquicias que no encajen en este tipo de formato, con contadísimas excepciones, parecen destinadas a desaparecer. En ese sentido, Bomberman destaca como una rareza. Con unas funcionalidades para un sólo jugador cada vez menos trabajadas y un modelo online muy tímido, sin verdadera estructura de engagement a largo plazo, parece estar un tanto en medio de ambos mundos: un pie en la Konami de antes, un pie en la Konami de ahora. Desde el punto en el que estamos, el camino a seguir para mantener viva a la mascota, para darle un aire fresco y, como mínimo, un par de títulos memorables más parece muy claro; sólo falta, claro, que Konami se decida a apostar realmente por ella.