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Avance de Borderlands 2

Abriendo la caja de Pandora.

Aún con sus fallos, Borderlands es uno de los títulos que más he disfrutado en esta generación. La combinación de FPS con elementos propios de los RPG estaba bastante bien implementada - era, en parte, ese Diablo en primera persona que muchos ansiábamos -, la estética cel shading le sentaba estupendamente a un juego gamberro donde el humor era un componente esencial y, sobretodo, era una experiencia divertida, muy divertida. Luego, como guinda al pastel, vino el ejemplar contenido descargable publicado por Gearbox, el cual muchísimas desarrolladoras (sí, Capcom, te miro a ti) deberían tomar como modelo a seguir.

La verdad es que hay mucho de ese DLC en Borderlands 2, una secuela que, más que innovar, lo que hace es refinar lo visto en su antecesor. El planeta en el que se desarrolla la acción, Pandora, es ahora no sólo un lugar más vivo, sino también más variado, como lo es también el elenco de personajes que lo habitan. Del argumento tan sólo conocemos algunas pinceladas (el malo de la función es un tal Handsome Jack, jefazo de la Hyperion Corporation), pero en poco más de una hora ya hemos visto a viejos conocidos (protagonistas del primer juego, como Lilith y Mordecai, el tarado doctor Zed, Marcus o Moxxi) y nuevos personajes que prometen bastante, como una estrafalaria niña que recuerda bastante a Ed, de Cowboy Bebop. Ni rastro de Claptrap por ahora, pero su presencia está asegurada para sacarnos más de una sonrisa con sus ocurrencias.

Inicialmente parecía que las clases de personaje (a excepción del gunzerker) serían muy similares a las del original, pero en realidad eso era un espejismo. Habiendo jugado a Borderlands con la sirena, Lilith, escogí para la demo a su sustituta, Maya. Gastando unos cuantos puntos de experiencia ya vi que el árbol de personalización es ahora mucho más diferenciado y ofrece muchas más posibilidades tanto para el ataque como para la defensa, pero al jugar descubres que uno de los componentes clave de la jugabilidad, las habilidades de acción, cambian radicalmente. En Borderlands consistía en obtener unos segundos de invisibilidad y movimiento ultra-rápido que terminaban con una violenta explosión, pero aquí la habilidad de fase te permite hacer flotar en el aire a los enemigos para vaciar cargadores de munición a placer sobre ellos. La consecuencia es obvia: la clase es la misma - sirena -, pero a efectos prácticos se juega con ella de forma muy diferente.

"Las clases de los personajes parecen similares a las del primer juego, pero las nuevas habilidades de acción hacen que jugar con ellas cambie de forma considerable."

Y luego están las armas, claro, que siempre han sido uno de los elementos característicos del juego de Gearbox. Sigue habiendo miles de variaciones, pero ahora cada fabricante está más diferenciado de los demás: los rifles Dahl suelen ser más precisos, las pistolas Thediore las más versátiles y Jakobs ofrece armas con un delicioso toque retro. Hay además nuevas ideas bastante interesantes (y útiles), como ametralladoras que no tienen cargador, y que cuando se quedan sin balas arrojas para que exploten. En Borderlands 2 es más fácil identificar tu arma preferida, con lo cual, en parte, moldeas un poco tu forma de jugar en consecuencia.

Hay otros pequeños detalles que demuestran cómo se ha refinado la fórmula del original sin que con ello varíe su peculiar personalidad. Por ejemplo, y aunque parece un tontería es algo que se agradece muchísimo, el dinero y la munición se recoge de forma automática pasando por encima, permitiéndote concentrar el looting en los objetos más interesantes, como las armas y los escudos. También se ha implementado la detección de impacto en las extremidades, algo francamente útil contra esos robots que tienen cañones como brazos. Y la IA de los enemigos también es mucho más compleja: te persiguen, se suben a posiciones elevadas para tener una ventaja defensiva y se curan entre ellos o piden refuerzos. Los tiroteos siguen siendo tan salvajes y refrescantes como antes, pero ahora tienen un elemento táctico muchísimo más marcado.

"Los tiroteos siguen siendo salvajes y refrescantes, pero ahora tienen un elemento táctico muchísimo más marcado gracias a la mejora en la IA de los enemigos."

También me dio la sensación de que estaba mucho más equilibrado uno de los aspectos que más chirriaban en el original: la curva de dificultad. Puede que sólo me molestase a mi, pero con Borderlands sentía que los primeros compases eran algo frustrantes (el combate contra el primer jefe, Nueve Dedos, me costó varios intentos) y que una vez alcanzabas un determinado nivel de experiencia todo se volvía fácil y asequible, casi sin exigirte esfuerzo. Ahora la progresión está mucho más cuidada, dicen, y el juego supone un reto divertido durante toda su extensión, sin que haya momentos en los que parezcas un tanque indestructible o un frágil soldado sin armadura.

Por lo demás, la secuela casi parece una extensión del primer Borderlands. Mantiene esa demente ambientación post-apocalíptica bañada de un ácido sarcasmo e ilustrada con un precioso y ultraviolento estilo cel shading, multiplica por mil los guiños al cine y la cultura pop (una pesadilla para el departamento legal, reconocen), será larguísimo (hay montones de misiones principales y secundarias) y no se toma en serio a si mismo en ningún instante. Es un juego cuyo único objetivo es entretener y en el que queda patente de forma constante aquella famosa frase de sus desarrolladores: "¡el realismo puede irse a tomar por culo y morir!". Me hubiera encantado probar el modo cooperativo - el apartado donde brillaba con más fuerza su antecesor -, pero nada parece indicar que las cosas cambien lo suficiente como para estropearlo.

Así que Borderlands 2 parece, por ahora, el paso evolutivo lógico en una de las combinaciones de rol y acción más refrescantes de esta generación. Retoca aquellas las aristas poco pulidas del original y añade todavía más locura y humor negro, pero conserva todo aquello que nos encandiló en el primer juego: derrocha carisma, tiene una profundidad envidiable y es tan largo como divertido. Poco más se puede pedir, la verdad.

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