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Análisis de BoxBoy!

Economía de cajas.

Eurogamer.es - Recomendado sello
El nuevo juego de HAL Laboratory es pequeño y modesto, pero se posiciona como una de las propuestas más interesantes de la eShop de 3DS.

Hal Laboratory, creadores de Kirby, Earthbound y Super Smash Bros, es un estudio al que siempre se le ha intuido una gran vocación por experimentar nuevas formas de jugar. BoxBoy!, su nueva incursión dentro de los estirados márgenes de los juegos de plataformas, y disponible ya en la e-shop de 3DS, es un buen ejemplo de ese amor por la experimentación pero también de talento, ése que subyace necesariamente al ejercicio de la idea desnuda.

Frente a la exuberancia cromática de los últimos títulos del estudio japonés, BoxBoy! aboga por el minimalismo más radical y esgrime un estilo visual sencillo, limpio y simpático que subraya la idea de que aquí lo importante es el diseño de niveles y los puzles. La estética, la robustez de su mecánica y ciertos guiños puntuales (tanto estéticos como mecánicos) recuerdan, salvando las distancias, a grandes clásicos como Mario, Tetris o Pac Man, y a otros juegos no tan clásicos como Thomas Was Alone; juegos que bajo la aparente simpleza y linealidad de su mecánica general son capaces de desplegar mecánicas internas bastante más complejas. Se trata, además, como el juego de Mike Bithell o el fabuloso VVVVVV de Terry Cavanagh, de un desafío cara a cara a la tiranía del salto, piedra angular del juego de plataformas durante décadas. Y sólo quien conoce en profundidad las reglas del juego puede atreverse a reescribirlas sin temor a equivocarse.

Qbby, el protagonista, es una caja pequeña, muy mona y un poco torpe, que apenas alcanza a dar pequeños saltitos pero cuya principal habilidad, para compensar esa limitada capacidad de salto, es desdoblarse en otras cajas que se proyectan desde su cuerpo en la dirección que nos sea conveniente. Con estas cajas podemos construir plataformas, escudos, ganchos de agarre, escaleras, o cualquier estructura que se nos ocurra para superar los obstáculos dentro del número máximo de cajas permitido en cada nivel.

Cualquier atisbo de un argumento que por otra parte el juego no necesita se reduce al uso reiterado, casi repetitivo, del elemento "caja". El protagonista es una caja pero también sus amigos son cajas, y necesitan conseguir grandes cajas para salvar su planeta de la corrupción, un planeta que, oh, sorpresa, no es redondo sino cuadrado. Esta reiteración puede parecer estúpida, pero en realidad es un buen recurso que sirve para reducir la narrativa al discurso puramente mecánico que es lo que verdaderamente importa, al mínimo común denominador del juego; al cuadrado como pieza geométrica básica capaz de plantear puzles, así como elemento clave para resolver esos mismos puzles. Incluso, haciendo una interpretación un tanto libre de este reduccionismo temático y visual, el uso machacón del cuadrado parece querer rendir homenaje al mismo píxel, entidad básica de los mundos digitales.

BoxBoy! consigue una propuesta sólida y gratificante, y es también un pequeño soplo de aire fresco pese a que su estética sugiera cierta intención de arañar ventas entre los nostálgicos de Game Boy.

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La mecánica se va construyendo de forma paulatina. Los nuevos elementos en los niveles (pinchos, plataformas móviles, conectores, rayos láser, grúas, plataformas móviles con pinchos, etc.) y las nuevas estructuras que fuerzan usos diferentes y más imaginativos de las cajas van apareciendo poco a poco, en una progresión calculada de manera muy inteligente. Hay una continua aparición de elementos novedosos hasta prácticamente el final mismo del juego. Los primeros mundos son bastante sencillos porque es importante que la base jugable quede bien apuntalada en nuestro cerebro para, a partir de ahí, poder construir mentalmente las soluciones a retos cada vez más complejos.

BoxBoy! es un juego asequible porque es muy bueno enseñando al jugador, pero no nos engañemos, tampoco es un juego fácil, especialmente si aspiramos a conseguir los coleccionables que hay repartidos por todos los niveles y, sobre todo, a completar las fases contrarreloj y las de puntuación que se desbloquean en la tienda. En determinadas zonas nos costará trabajo construir mentalmente la estructura correcta y habrá que recurrir a la empírica del ensayo y error hasta dar con la solución a base de aproximaciones sucesivas. El juego opone una resistencia moderada, la progresión es siempre suave y esto se debe a que el diseño de puzles y niveles es inspirado. El avance es pausado pero las fases son muy breves, prácticamente con un checkpoint a cada paso, lo cual le imprime un ritmo ágil al conjunto, perfecto para la filosofía portátil.

BoxBoy! consigue una propuesta sólida y gratificante, y es también un pequeño soplo de aire fresco pese a que su estética sugiera cierta intención de arañar ventas entre los nostálgicos de Game Boy. Seguro de sí mismo y con confianza en sus capacidades, el juego se concentra en lo que mejor sabe hacer, se desnuda de todo artificio, y planta sobre la mesa una experiencia de engranajes depurada, inspirada y divertida, que logra ser original pese a la transparencia de sus referentes.

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