Brothers in Arms: Furious 4
Malditos bastardos.
Justo al entrar en la pequeña sala en la que nos hicieron la presentación ya tuvimos la primera sorpresa: en una esquina había un hombre de unos 60 años y bigotes rizados que servía pintas de cerveza alemana. Tras horas y horas caminando por pasillos y yendo de un lado para otro no pude más que agarrar una y darle unas sinceras gracias. Danke my friend. Me miró raro y se rizó todavía más el mostachín.
La presentación la hicieron en cuatro teles distintas, y podías mirar cualquiera de ellas para ver qué tal lo estaba haciendo cada uno de los cuatro personajes principales. Así que apoyé el vaso en el primer estante que vi, saqué la libreta y me dispuse a seguir la acción.
Lo de la birra viene porque el juego está ambientado en la Segunda Guerra Mundial, y todo con un rollo muy tabernario y loco. Lo de Alemania, de hecho, es quizás lo único en común que tiene con los otros Brothers in Arms; los referentes vienen mucho más del cine que de otros juegos. Este Furious 4 es un spin off en toda regla, y me temo que solo conserva el nombre para aprovechar el tirón de la marca.
El referente cinematográfico al que me refiero es, evidentemente, Inglorious Basterds, de Quentin Tarantino. No lo esconden, al contrario, parece que en Gearbox están orgullosos de ello, y a nosotros -qué demonios- no nos parece nada mal. Y si tuviésemos que compararlo con algún otro juego posiblemente diríamos que lo más parecido es Bulletstorm, aunque con un componente cooperativo central.
Hay cuatro personajes: Montana es un animal de bellota que lleva una metralleta gigante y trampas para cazar osos. A medida que va dándoles caña a las armas va adquiriendo puntos -el estilo cuenta, parece- y éstos se pueden gastar en mejorar las que ya tienes o en conseguir alguna nueva. No nos quisieron confirmar del todo si podrás recoger armas que vayan cayendo al suelo, pero tiene toda la pinta de que no, porque la gracia estará precisamente en esa evolución de lo que tienes. Ejemplos: la trampa para osos se mejoró y pasó a ser, además, explosiva. Así que si un nazi quedaba atrapado ahí al principio solo se aturdía; con la trampa mejorada... al cabo de unos segundos salía volando por los aires. También conseguimos una sierra mecánica que era capaz de despedazar a los boches en medio de chorrazos de sangre exagerados. Gran detalle que la mira fuese un smiley.
Pasa lo mismo con los demás protagonistas. Está Crocket, un tejano que va con un revólver y armas sureñas, Chock, un indio americano que domina la destral como nadie y Stitch, un médico irlandés más que extravagante. Lanzallamas, tasers, shotguns, rifles... se cuentan entre las especialidades de este extravagante equipo.
Así que asumes el rol de uno de ellos -puedes jugar en solitario o con 3 más- y avanzas por una recreación Tarantiniana de la Alemania nazi. Los gráficos son menos cartoon de lo que habíamos imaginado, pero tienen un toque Team Fortress bastante agradable. Quizás echamos en falta un poco más de personalidad en este aspecto, porque el tráiler inicial nos dejó bastante pasmados y luego el impacto fue menor de lo esperado.
La mecánica parece muy similar a la de cualquier shooter frenético, que es básicamente avanzar y disparar. En algunas ocasiones tuvimos que parar en alguna casa y defendernos de alguna emboscada, y en otras ocasiones se activaba una cámara lenta y nos daban unos cuantos segundos para apuntar y disparar a placer, pero de momento no hay nada exageradamente llamativo o relevante que no hayamos visto en otros juegos.
Los diálogos, la personalidad de los protagonistas, la demencia de algunos personajes -¡nazis con jetpack!-, la más que interesante progresión de las armas y el gore y la subsecuente puntuación son motivos más que suficientes como para que queramos seguirlo y, sobre todo, jugarlo. Quizás algunos estarán decepcionados porque querían que volviese la saga tal y como la conocemos; un servidor siente también algo de eso, pero la curiosidad por descubrir si harán bien ese Malditos Bastardos: el videojuego no oficial me puede.