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Brütal Legend

Alicia en el país del Metal.

Que me perdonen los metaleros, pero de todos los estilos musicales habidos y por haber el más caricaturizable es el suyo, es decir el Heavy Metal. Su historia está llena de excesos, mitología e iconos, pero también de virtuosismo a nivel musical, y es que si no fuera así estaríamos hablando de un género del pasado, cuando afortunadamente sigue vivo y no precisamente porque ahora salga a la venta un videojuego que lo mitifica y que se hace llamar Brütal Legend.

La riqueza de sus leyendas, su estética y forma de vestir, las portadas de sus discos, los temas de sus canciones y sobre todo la propia conciencia de sus acólitos de formar parte de un colectivo son algunas de las características distintivas del heavy metal que Tim Schafer, como declarado metalero que es, ha decidido echar a su humeante caldero de hierro junto a ese ingrediente que desde siempre ha dado un toque especial a sus platos: unos generosos puñados de humor.

Brutal Legend nos pone en la piel de Eddie Riggs, un pobre diablo de los de la vieja escuela que lleva toda su vida trabajando con gran dedicación en uno de los oficios más desagradecidos pero a la vez más auténticos que puedan llegarse a imaginar. Él es un 'roadie' ('pipa' en castellano), el encargado de que todo funcione durante los conciertos, el primero en llegar por la mañana para empezar a montar el escenario y preparar sonido y luces, y el último en irse tras ocuparse de dejar todos los cables bien plegados. Y es que chicos, aunque parezca una tontería, dejar los cables bien plegados para el día siguiente es la primera ley no escrita del buen roadie, creedme.

El caso es que durante una de las actuaciones del grupo para el que está trabajando, las payasadas de uno de sus miembros acaban con la vida del bueno de Eddie, que como siempre, había acudido para sacarles las castañas del fuego. A partir de aquí empieza un viaje fantástico al más puro estilo del popular cuento escrito por Lewis Carroll, sólo que en lugar de conejos con prisas o una furiosa reina adicta al juego, nos encontramos con headbangers sacudiendo sus melenas, telarañas de metal retorcido o agresivas amazonas que cabalgan cancerberos.

Es a partir de este particular descenso a los infiernos donde arranca un videojuego de acción en el que deberemos liberar a los humanos del yugo del malvado emperador Doviculus y su ejército de Glam Metal. En el fondo una triquiñuela argumental que tiene su gracia, porque no deja de reproducir la eternamente amistosa batalla entre los diferentes estilos de Heavy Metal. Es a partir de esta premisa que se combinan diferentes estilos de juego, desde la acción pura en plan God of War, pequeñas pruebas de conducción y una suerte de mini-juego de estrategia del que hablaremos más adelante. En esencia, mecánicas de juego distintas que se van presentando en forma de diferentes misiones dentro del contexto de un mundo abierto que podemos explorar libremente. Es precisamente este concepto sandbox al estilo GTA lo que ha molestado a muchos de los que tenían grandes esperanzas en este juego.