Análisis de Bugsnax - Un curioso juego que esconde más de lo que aparenta
Don't Eat Me I'm Scared.
No hay mayor prueba de que las apariencias engañan que la existencia de "Don't Hug Me I'm Scared", una serie de seis episodios protagonizadas por marionetas que comienzan siempre con una canción que no desentonaría en un programa infantil como Barrio Sésamo. Los temas parecen simples, como los sueños o la creatividad, pero a medida que pasan los segundos vamos notando que hay algo que no encaja, y las preguntas incómodas sobre la naturaleza del tiempo o las diferencias entre nuestro yo "real" y "digital" van dejando paso a pesadillas existenciales salpicadas de horror y vísceras bajo la suave felpa. Ahora me resulta imposible no pensar en esta serie cuando veo un teleñeco o similar, motivo que me animó a probar el nuevo juego de Young Horses (Octodad) para ver si también ocultaba algo más bajo su apariencia dulce.
Bugsnax comienza con un "gruñeco" periodista que persigue una última historia para mantener su puesto de trabajo. La exploradora Lisabert le ha enviado un vídeo asegurando que ha formado una comunidad en la Isla Tentempié, donde supuestamente existen esas criaturas míticas que dan nombre al juego y que como su nombre indica son un cruce entre insecto y comida. Nada más llegar sufrimos un accidente que nos deja varados y descubrimos que los aldeanos se han diseminado tras la pelea que siguió a un cataclismo en el que la propia Lisa desapareció sin dejar rastro.
La búsqueda de Lisa nos lleva a descubrir que, efectivamente, los Bugsnax existen. Por la isla corretean adorables Fritarañas o Platamontes que podemos capturar y dar de comer a los aldeanos, con curiosos (y algo perturbadores) efectos sobre sus cuerpos, que mutan a medida que les alimentamos cumpliendo peticiones con las que nos ganamos su confianza. Descubrir todas las especies nos llevará cierto esfuerzo de investigación, fotografiando pruebas que sugieran una hora o un clima en el que aparecerán las criaturas más esquivas y observando tanto su propio comportamiento como las interacciones con otros Bugsnax.
Para capturarlos recurriremos a las herramientas que han ido creado los aldeanos en este tiempo, que además se pueden combinar entre ellas: podemos usar un trampolín para lanzar una trampa por los aires y capturar a un Bugsnax volador o impregnar de chocolate una bola en la que se esconde un bicho al que podemos guiar con láser, logrando así que le sigan todos los bichos aficionados a este sabor. Esta sucesión de artilugios e inventos parece prometer multitud de sistemas y metodologías para capturar Bugsnax, pero incluso antes de desbloquear el mapeado por completo llega un punto en el que el título se estanca y apenas es capaz de ofrecer nuevas ideas. Las criaturas empiezan a repetirse en variantes desérticas o gélidas, los comportamientos son idénticos entre ciertas especies y en muchas ocasiones podemos aplicar las mismas ideas a bichos que están en puntas opuestas de la isla.
Si bien los problemas de Bugsnax son bastante visibles, es difícil hablar de las virtudes sin destrozar un poco la experiencia; gran parte de su magia está en lo que se oculta bajo su superficie colorida y alegre. Sin llegar a los extremos de "Don't Hug Me I'm Scared", lo cierto es que cuanto más tiempo pasamos en Isla Tentempié más misterios quedan en el aire y sobre todo más conocemos a sus ciudadanos. Sus diversas historias personales son las que realmente vertebran la experiencia, descubriéndonos quiénes eran antes de venir a la isla, por qué abandonaron su anterior vida y qué les llevó a enfrentarse con el resto de "gruñecos". Me conformo con invitar a dedicar tiempo a todos los habitantes, incluso si en ciertos puntos es difícil desviar la atención de la historia principal.
Bugsnax tiene mucho más que decir de lo que podría aparentar; aunque no deja de tener una cierta carga de humor, el juego trata más sobre los dramas de los habitantes de la Isla que sobre los curioso híbridos que dan nombre al juego. De hecho, donde más cojea es precisamente en el aspecto que parecía central; tras una primera mitad donde todo parece nuevo y se presentan multitud de posibilidades, llega un punto en que la jugabilidad se estanca y las soluciones para atrapar a los Bugsnax empiezan a repetirse. En cualquier caso, es un precio que merece la pena pagar para descubrir todo lo que esconde la Isla Tentempié.