Bulletstorm
Ka-boom.
Bulletstorm, el nuevo juego de Epic Games, tiene la mentalidad de un chaval de diecisiete años: es desenfadado, rebelde, malhablado e incluso bastante macarra. Hace numerosos chistes sobre las partes más privadas de la anatomía humana y no se corta un pelo a la hora de mostrarte una exagerada violencia gráfica. Y al igual que el adolescente medio, bajo esa actitud insolente esconde tanta vitalidad como ganas de comerse el mundo.
Con el espíritu de una buddy movie tipo Tango y Cash que no se toma en serio a si misma, Bulletstorm nos pone en la piel de un mercenario, Grayson Hunt, que acompañado de un cyborg con problemas de doble personalidad busca la redención por sus antiguos pecados (que no son pocos) matando a un histriónico villano, el general Sarrano. Plagado de chascarrillos y palabras malsonantes, el guión hace de su simplicidad una virtud, mimetizando a la perfección el tono ácido y pasota del juego. Sin embargo, y a pesar de que está doblado al castellano y los actores hacen un buen trabajo, Bulletstorm se disfruta más en su versión en inglés: el disparatado y zafio humor del que hace gala pierde matices con una traducción cumplidora que en la transición a la lengua de Cervantes se deja buena parte de su fuerza original por el camino.
La campaña individual tiene la duración habitual en el género (unas ocho horas en dificultad normal) y no oculta en absoluto su naturaleza pasillera, con algunas paredes invisibles tan evidentes como molestas y un desarrollo que en la mayoría de ocasiones va poco más allá del típico "limpia de enemigos esta zona y pasa a la siguiente" aderezado con cinemáticas intermedias. Esto puede parecer negativo, pero como veremos más adelante se adapta como un guante a la mecánica jugable. Es curioso, eso sí, que a pesar de que Grayson está siempre acompañado por al menos un personaje controlado por una competente IA, Bulletstorm no tiene una campaña cooperativa para dos jugadores. El uso del Unreal Engine 3 es bastante inspirado en ciertos aspectos (especialmente la espectacular forma en la que la luz baña las vistas panorámicas), pero también hereda algunos de los defectos inherentes al motor de Epic: problemas con algunas texturas que tardan en cargarse, y un aspecto visual y modelado de personajes que evocan cierto dejà vú de otros muchos FPS.
La gracia en Bulletstorm, en todo caso, está en lo que People Can Fly llama la filosofía de los Skillshots, cuyo fundamento es similar al que vimos recientemente en Vanquish: no importa cuantos enemigos matemos, sino la forma de hacerlo. Y si bien en el título de Platinumgames se premiaba el estilo, en Bulletstorm el objetivo principal es la brutalidad y la interacción con el escenario. ¿Empalar a un mutante en un cáctus gigante? Sí. ¿Disparar en la entrepierna a un enemigo para luego rematarlo con una patada en el trasero? Por supuesto. ¿Lanzarlo contra las aspas de un helicóptero? Claro. ¿Pisotearlo con un dinosaurio (muy parecido al Godzilla de Roland Emmerich) que controlamos con un mando a distancia? También. Con casi ciento cincuenta Skillshots diferentes es imposible no encontrar uno que, al menos, haga que esbocemos una sonrisa... y al menos tres docenas que provoquen la ira de una tertuliana ultraconservadora de la Fox News.
Para hacer todos estos movimientos especiales tiene gran influencia una especie de lazo magnético con el que podemos atraer a los enemigos y que los deja unos segundos flotando en el aire, momento que podemos aprovechar para hacer el combo más enfermizo que se nos pase por la cabeza. Ese mismo efecto se puede conseguir (o incluso combinar) dándoles patadas cuando los tenemos a pocos centímetros de distancia. Es una mecánica fácil de entender y dominar, y que en pocos minutos ya nos permite masacrar enemigos de forma bastante imaginativa. Y es lo que hace que lo que de otra forma sería un shooter del montón se convierta en una experiencia fresca y divertida como pocas.