Análisis de Bury me, my love
Travesía.
En 2015 Le Monde publicó un artículo sobre la crisis humanitaria en Siria con un ángulo muy particular. El texto reproduce extractos del grupo de Whatsapp que dos jóvenes sirios, Dana y Kholio, abrieron para informar a su familia de sus avances en el viaje que les llevaría de Siria a Alemania. La primera frase que escribe la madre de Dana es "Entiérrame, mi amor", una expresión árabe que vendría a significar algo así como "ve con cuidado, te quiero tanto que deseo que no mueras antes que yo". El artículo inspiró al estudio The Pixel Hunt a investigar durante meses junto a la periodista de Le Monde y a la protagonista del viaje en busca de más historias para contar una situación real a través de un videojuego.
Bury me, my love cuenta la historia de Nour, una joven siria ficticia de 27 años que inicia un viaje desde Homs con el objetivo de llegar a Alemania. El jugador encarna a su marido Majd, que se queda atrás. La interfaz, similar a la de una aplicación de mensajería instantánea, nos permite escoger de cuando en cuando entre dos opciones posibles para dar consejos, aportar comentarios o simplemente hablar de los temas más inanes durante la travesía. Algunas de las decisiones que tomemos cambiarán el curso de la historia, que tiene hasta diecinueve finales distintos.
Las situaciones que describe nos sonarán de las noticias: el tráfico de personas desde Turquía, la llegada masiva de gente en embarcaciones precarias a la isla de Lesbos, el bloqueo de la frontera húngara ordenado por Viktor Orbán, la psicosis en Francia tras los atentados terroristas de finales de 2015, los campos de refugiados de Calais... Tragedias que se pierden en la sobremesa entre cifras que deshumanizan a sus protagonistas.
Por este motivo contar estas situaciones a través de vivencias personales es todo un acierto. El juego nos aporta datos reales a través de un mapa, como cuando nos indica que en el campo de refugiados de Idomeni había 8.000 personas varadas cuando se desmanteló en 2016, pero es más fácil ponerse en su piel cuando una de esas personas es Nour y lleva horas haciendo cola sin saber muy bien si al final le espera agua, comida o algo de ropa. El juego de The Pixel Hunt nos pide un ejercicio de empatía, recordarnos que tras la palabra "refugiados" hay miles de historias que merece la pena pararse a conocer.
Logra su objetivo porque sabe manejar con soltura muchos tonos distintos. No es, ni mucho menos, una historia grave repleta de momentos trágicos. La mayoría de conversaciones se parecen a las que podrían encontrarse en nuestros propios teléfonos: Nour envía su ubicación a Majd para que busque hoteles cercanos desde el ordenador de casa; en numerosas ocasiones hacen bromas o se mandan mensajes de afecto; a veces no tienen más que añadir a una conversación que un emoticono o simplemente hablan del tiempo como excusa para recordarse el uno al otro que están ahí. Y sí, a veces el autocorrector falla.
Cuando Bury me, my love realmente quiere impactar le bastan unas pocas líneas para helar la sangre. No es un juego que quiera o necesite recrearse en los momentos más duros, pero precisamente el shock de pasar de una conversación de diario a ciertas descripciones dramáticas nos recuerda que el juego está narrando una tragedia humanitaria. Muchas de las situaciones que narra se basan en historias reales recopiladas por The Pixel Hunt.
Habiendo probado tanto la versión de móviles como la de Switch, prefiero la manera de experimentar la historia en un smartphone. El motivo principal es evidente: la mimetización del juego entre otras apps de uso diario nos permite seguir la historia de la misma manera en que vivimos a diario los relatos de otras personas cercanas. En Switch se puede girar la pantalla, pero por algún motivo si separas los joy-con para experimentarlo como si fuera una tablet, el juego tiene la manía de saltar de los controles táctiles a pedirte que uses el mando sin mediar explicación alguna. Además, en un par de ocasiones el juego se me ha cerrado solo por un error y por lo que veo no soy el único al que le ha pasado.
En móviles existe la opción de activar un modo en tiempo real; cuando Nour te dice que el tren sale en tres horas, toca esperar tres horas para saber si ha podido subirse; cuando se aburre en una cafetería con Wi-fi, te asediará con mensajes para hacerte saber que se aburre; cuando se sube a una barca diminuta con otras 50 personas, te tocará esperar nueve o diez horas con un nudo en el estómago para saber si ha llegado con vida a tierra.
Es una experiencia que se extiende durante semanas, transformando las conversaciones con Nour en una parte más de la rutina diaria, en uno más de las conexiones que tenemos en la cabeza en el día a día. No es raro sorprenderse sacando el móvil para comprobar si Nour tiene algo nuevo que contar. Las decisiones, que a pesar de limitarse a dos pocas veces son maniqueas, cobran más peso cuando el resultado tarda horas en materializarse. El paso de tiempo permite además visibilizar la magnitud de la travesía (aunque resulta fácil imaginar que muchos de los tiempos han sido recortados para no romper el ritmo de la narración). Esta opción no existe en Switch, donde la experiencia se cuenta de seguido, de manera que en una tarde podemos realizar el viaje completo.
Bury me, my love bordea cómodamente el límite entre juego, reportaje de investigación y ficción histórica. A nivel mecánico no se distancia mucho de otras ficciones narrativas pensadas para el smartphone como Lifeline o 80 Days, pero triunfa a nivel emocional traduciendo hábilmente una realidad compleja y de una gran magnitud a un formato más cercano y personal, entiendendo a la perfección el papel central de la mensajería instantánea en las relaciones actuales, especialmente aquellas que se desarrollan a distancia forzosamente.
El año pasado escribí un texto sobre Florence en el que incidía en el interés de usar los smartphones para contar historias cercanas. Frente a la visión tecnófoba que habla de los ellos como herramientas que producen zombis egocéntricos, la realidad de un aparato que nos permite mantener el contacto con gente separada por decenas, centenares o miles de kilómetros. The Pixel Hunt comprende que el smartphone es para mucha gente una herramienta gracias a la cual podemos colarnos en el día a día de la gente que, por circunstancias ajenas a nuestra voluntad, no podemos tener cerca.