Análisis de Call of Duty: Black Ops Cold War - Operaciones encubiertas, tiroteos espectaculares y coches teledirigidos explosivos
Not so cold war.
El shooter en primera persona moderno tiene que ver poco, muy poco, con lo que era en los comienzos del género. Allá por los noventa, los padres de los shooters clásicos llenaban de bolas de fuego, monstruos y demás lindezas nuestras pantallas sin pensar ni por un segundo que, un puñado de años más tarde, esas mismas dinámicas iban a ver como una oleada de rifles de asalto, rachas de bajas y bigotes del Capitán Price tomaban el trono del género sin misericordia alguna. Porque la llegada de Call Of Duty 4: Modern Warfare supuso un antes y un después para los juegos de tiros, no solo porque acabó con la sobreexplotada tendencia de ambientar los FPS en la Segunda Guerra Mundial sino porque, además, invitó a un creciente número de jugadores a su furioso multijugador. Apoyándose en una potente infraestructura online, CoD4 trasladó a consolas una experiencia inmediata y llena de armas modernas, combates intensos, mapas inteligentemente diseñados y tensión inagotable. Tal fue el éxito de su fórmula que, desde entonces, Call of Duty no se pierde ni una sola de las citas anuales para posicionarse de cara al mercado navideño. Pero para ello Activision tuvo que crear nuevas sagas y hacer que otros estudios se implicasen en desarrollos cada vez más exigentes. Así pues, bienvenidos al mundo de las Operaciones Encubiertas.
Esas operaciones se conocen también como Black Ops, nombre con el que se bautizó a la sub-saga que vio la luz allá por 2010 de mano de Treyarch, y que ahora vuelve con Call Of Duty: Black Ops: Cold War - no más sub-sellos, por favor os lo pido -. Esta entrega es, sorprendentemente, una secuela directa a la primera encarnación de Black Ops, la cual aprovecha su salida por la tangente para abandonar la numeración oficial de la saga. De ahí que, gracias a ese "Cold War", Black Ops vuelva a sus raíces y aproveche para ambientar sus escenarios en una suerte de años ochenta en los que se desarrolló la Guerra Fría. Pero claro, todo esto bajo el prisma Call Of Duty; su premisa nos sitúa dentro de un equipo encubierto y plurinacional de la C.I.A. que, con la bendición del mismísimo Ronald Reagan, luchará para mantener la Verdad, la Justicia y el Estilo de Vida Americano - y las águilas y las hamburguesas - a salvo del malvado espía soviético Perseus. Este operativo lleva décadas urdiendo un siniestro plan que hará que Occidente arda mientras el Pacto de Varsovia ríe en cirílico. Así pues, en nuestras manos quedará luchar a sangre, explosiones y plomo caliente para que Perseus no cumpla sus objetivos y el mundo libre pueda ver amanecer un nuevo día. O no.
Todas nuestras operaciones secretas tendrán lugar a ambos lados del Telón de Acero y se desplegarán ante nosotros de una forma espectacular, porque en todo lo referente a su diseño y acabado gráfico, Cold War es un auténtico mastodonte que luce de forma increíble en las consolas de nueva generación. Con una obsesión por el detalle que va más allá de lo reseñable, todos sus escenarios, personajes y armas están elaborados con el máximo cuidado, destacando en los primeros su puesta en escena, en los segundos su detallado vestuario y expresividad y en las terceras unas animaciones exquisitas. Y todo ello sin habernos asomado a su colosal apartado sonoro, cuyos atronadores efectos nos permitirán - si es que ese es nuestro rollo, claro - diferenciar cada arma al instante, pues todas ellas poseen una sonoridad tan característica, potente y marcada como sus modelados o los exagerados movimientos que nuestro personaje hará para recargarlas. A la eterna cacofonía de los rifles y los subfusiles le acompañarán explosiones por doquier, unas composiciones que aportarán un punto de epicidad hollywoodiense y un fantástico doblaje que nos sumergirá todavía más, si cabe, en este blockbuster repleto de agentes dobles, espionaje y traiciones.
Y esta superproducción aún se guarda más ases en la manga como para que mantengamos el interés por jugar una campaña que da comienzo con un guiño en forma de llama de mechero al inicio del primer Black Ops. El primero de esos ases es un interesante contrapunto entre su ya clásica dinámica de acción y desenfreno y ciertos tramos con un mejorado sistema de sigilo que se ha incorporado a la mezcla. Estas secciones han dejado de ser el eco constante de "Todos Camuflados" para optar por una fórmula que ofrece más flexibilidad a la hora de encarar los encuentros y sus resultados, escenarios más amplios y, en suma, una mayor frescura. Para seguir variando el ritmo, en ocasiones finalizaremos nuestro encargo y volveremos a la clandestina base de operaciones, lo que romperá esa sucesión incesante de misiones tan propia de los Call Of Duty, incorporando así momentos en los que podremos decidir nuestro curso de acción, revisar las pruebas recabadas o hablar con nuestros compañeros en una suerte de pausa que ayuda a asimilar todo lo que está sucediendo. Y, finalmente, Cold War reserva la suficiente agencia en momentos determinados como para tener el potencial de que el jugador se lleve más de una y de dos sorpresas a lo largo de su campaña. Al margen de esos momentos impactantes, todos aquellos que estén preocupados por el hecho de que estas incorporaciones trastoquen el alma de los tiroteos de Call Of Duty pueden estar tranquilos; aunque las secciones llenas de acción han visto reducida su presencia, eso sólo significa que cuando vuelven a la palestra lo hacen con redoblada intensidad. Los momentos en los que vuelan las granadas y los cartuchos saltan por los aires siguen los patrones de siempre y dentro de unos contextos cuya espectacularidad está fuera de debate. Persecuciones en pistas de aterrizaje, huidas a la desesperada a través de instalaciones soviéticas o pilotar helicópteros en Vietnam serán solo algunos ejemplos de lo que nos reservará una campaña que presenta un gunplay con una solidez a prueba de C4, que se pasa en un suspiro y que, a la postre, conforma una antesala perfecta para familiarizarnos con gran parte de las mecánicas que aparecerán más tarde en el multijugador.
Un modo multijugador que, desde hace bastante tiempo y para sorpresa de muy pocos, supera ampliamente en longevidad, importancia y adeptos a un single player que resiste como buenamente puede los embates de unos lobbys llenos de apasionados de los enfrentamientos virtuales. Tanto los veteranos de las balaseras como los recién llegados encontrarán en el multijugador de Cold War una miríada de posibilidades en las que sumergirse y encontrar su tipo de combate favorito. Ni que decir tiene que clásicos del fraggin' como Duelo por Equipos, Buscar y Destruir o Dominio siguen ahí, incólumes, mientras ven como, poco a poco, las listas de juego amplían sus filas con nuevas incorporaciones como la extracción de VIPs o, probablemente la más importante, Bomba Sucia. Con una dinámica muy similar a Warzone pero a menor escala, hasta cuarenta operativos serán los elegidos para, en escuadrones de cuatro, recolectar uranio, depositarlo en bombas esparcidas por el escenario y detonarlas para llevarse la victoria, todo esto mientras se cosen a tiros, reviven a sus compañeros y emplean vehículos para recorrer un mapeado que intercalará los tiroteos con un ritmo más pausado que se irá evaporando a medida que los objetivos vayan desapareciendo. Por supuesto, tanto los modos nuevos como los clásicos comparten esas raíces comunes que son el control impecable, la fluidez en su presentación y unas sensaciones a la hora del manejo de las armas con pocos rivales en el FPS moderno.
Para aquellos que sientan que lo competitivo no es lo suyo, Cold War ofrece un modo en el que la colaboración es la clave: los Zombies. Pese a contar con una narrativa que lleva desarrollándose durante toda la saga Black Ops, aquellos que, como un servidor, gocen de disparar a todo lo que se mueve sin contexto alguno se alegrarán al saber que no hace falta estar familiarizado con anteriores entregas para lanzarse a la aniquilación zombi. Al margen de esto, sus partidas se organizan en torno a equipos de cuatro jugadores y tendremos que sobrevivir a oleada tras oleada de no-muertos nazis - y alguna que otra lindeza de dudoso origen - para llegar, como mínimo, a una oportunidad de extracción que se nos ofrecerá cada diez rondas. Hasta entonces, podremos invertir los puntos que obtengamos por volar cabezas impías en más armas, más capacidades y en ir detonando obstáculos del escenario que, a su vez, nos permitirán obtener más armas y más capacidades, con el objetivo de que la fiesta no pare. Porque los zombis no se detendrán tampoco y, conforme avancen las rondas, los cuerpos decaídos de los nazis se irán volviendo más y más resistentes e incluso invocarán a aberraciones cada vez más poderosas que intentarán aguarnos nuestro festival de aniquilación zombi. Y eso no puede ser.
Lo que sí podrá ser, y esto constituye un apartado clave del online, será ir trasladando nuestro progreso de uno a otro modo multijugador. Todos los desbloqueos y mejoras que vayamos obteniendo se podrán aplicar en cualquiera de nuestras escaramuzas por la red, y os garantizo que no serán pocas - tanto las escaramuzas como las mejoras. Siguiendo la tendencia de la última encarnación de Modern Warfare, en el momento que accedamos a la armería las posibilidades serán abrumadoras... siempre y cuando nos batamos el cobre lo suficiente para desbloquearlas, claro. Múltiples elementos de personalización nos esperarán en las estanterías donde reposará nuestro equipamiento, pudiendo acoplar mirillas, accesorios sin fin, pegatinas y acabados a nuestro gusto para que el arma y su rendimiento se acomode a nuestro estilo. Y si todo esto os parece poco, la guinda a este nuevo Gran Turismo de los rifles de asalto la pondrá un desplegable que detallará hasta las últimas consecuencias el impacto de cada accesorio sobre nuestra arma. Sin embargo, y aunque cada vez es más amplia la panoplia de elementos para personalizar nuestro arsenal, todavía se conserva la irritante tradición de bloquear el acceso a crear nuestra clase hasta llegar al cuarto nivel de experiencia, costumbre arrastrada desde aquél lejano carguero invadido por el S.A.S. y que se mantiene contra viento y marea en un título que cuenta entre sus reclamos el hecho de trastear a fondo con sus elementos y que debería de ofrecer un sistema de progresión algo más acorde a los tiempos que corren.
Sin embargo, estas pequeñas imperfecciones no consiguen eclipsar a un multijugador que sigue mostrándose sólido como pocos. Manteniendo todas las características que han elevado a Call Of Duty a los altares del multiplayer durante todos estos años, Cold War incorpora los suficientes añadidos a su online para mantener frescas unas listas que podremos personalizar a nuestro gusto para eliminar los modos en los que menos cómodos nos sintamos. Tomando como base la estructura de un renovado Modern Warfare - y su Warzone - Cold War observa y expande sus dinámicas para que sigan volando las horas frente a unos enfrentamientos llenos de adrenalina, carreras, juramentos en hebreo y headshots, todo ello tras acabar una campaña que nos lleva de un lado a otro del globo mientras combatimos en una Guerra Nada Fría que tiene lugar en unos distorsionados años ochenta. En ella vuelven Woods, Mason y hasta Ronald Reagan para que haya más espectáculo, más giros de guión, más explosiones y más tiroteos alocados que nos introducirán todas las mecánicas que necesitamos conocer para luego batirnos el cobre en el online. Y vuelve con aún más zombies.
Cold War trae muchas cosas bajo el brazo pero también trae ciertas asperezas. Dentro de ellas destacan la brevedad de una campaña que se permite juguetear con conceptos y mecánicas interesantes o, dentro de esta, un argumento que no consigue salir de los márgenes de un maniqueísmo flagrante. No obstante, y a pesar de estas y otras aristas como cierto conformismo en el multijugador o el sempiterno sistema de regeneración de vida, es complicado no disfrutar de Cold War. Impecable en lo sonoro, en lo visual y en lo jugable, es harto difícil encontrarle aspectos en los que patine de forma escandalosa y, por ello, la fórmula sigue funcionando como siempre. Y nosotros, claro, seguimos echando con ella horas frente a la pantalla como nunca.