Análisis de Call of Duty: Modern Warfare 2 Campaign Remastered
Modern Warfare/2.
Vaya con Activision, ¿eh? Estás tranquilamente en tu casa, escribiendo sobre Resident Evil 3, y , como quien no quiere la cosa, te sueltan que en veinticuatro horas vas a poder jugar a Call of Duty Modern Warfare 2: Remastered. Así, sin anestesia. Lo primero que se me vino a la cabeza fue "¿se puede saber cómo lo han mantenido en secreto?" y lo segundo "oh, no, vuelve el multijugador al que he metido más horas de las que estoy dispuesto a reconocer en público". Con respecto a lo primero creo que nunca conoceremos la respuesta y, en relación a lo segundo, solté un suspiro de alivio cuando se confirmó que era sólo la campaña. La parte racional de mi persona se alegraba de que esta versión remasterizada de Modern Warfare 2 no incluyera el correcalles bélico definitivo que es su apartado multijugador, pero el niño rata que hay en mi, y que nunca morirá, alzó un poquito los puños en señal de protesta porque si hay algo con lo que me he divertido en mi vida es al esprintar de un lado a otro de los mapas de este juego, ACR en ristre, lanzando granadas, capturando cuarteles y lanzando juramentos en hebreo.
Pero las cosas están así y, por ahora, tenemos que conformarnos con que Activision haya producido un remaster de la mítica continuación de Call of Duty 4: Modern Warfare. El estudio encargado de llevarlo a cabo ha sido Beenox y de analizar el resultado van a tratar estas líneas.
Como no podía ser de otro modo, este Call Of Duty: Modern Warfare 2 Remastered - o Modern Warfare 2 o MW2 - toma el testigo de los acontecimientos narrados en Call of Duty 4: Modern Warfare. El mundo se ha vuelto un lugar muy convulso y los ultranacionalistas rusos han erigido al fallecido Imran Zakhaev como un héroe póstumo. Al socaire de esta figura surge Vladimir Makarov, antiguo discípulo de Zakhaev, quien está urdiendo un plan para vengarse de quienes eliminaron a su mentor y, ya de paso, poner el orden mundial patas arriba... aunque eso signifique poner al mundo al borde del holocausto nuclear.
Tras el increíble éxito que supuso el primer Modern Warfare, es normal partir de una premisa en la que las apuestas están tan altas, pero ya no es solo que su argumento quiera elevar su volumen al once, sino que sus valores de producción también se dispararon, e Infinity Ward echó el resto para que MW2 fuese una secuela que superase en todos sus aspectos al original, empezando por su banda sonora. Se prescinde de Harry Gregson-Williams, compositor de la primera entrega, y se acude a todo un primera espada hollywoodiense como es Hans Zimmer para que elabore una partitura que acompaña a una campaña que, ya entraremos en ello en profundidad más adelante, tiene como único compromiso llevar al jugador en un viaje constante al más puro estilo de una película llena de acción hasta los topes. En realidad, Zimmer solo compuso la melodía principal y no creo que sea una de las composiciones por las que será recordado, pero si hay un apartado sonoro que es destacable es el de los efectos de sonido. Toda la saga siempre ha cuidado este aspecto hasta las últimas consecuencias y este caso no es una excepción; el sonido de las armas, las explosiones, los diálogos - cháchara de radio incluida - y los efectos sonoros de cualquier elemento son perfectos y generan una sensación de inmersión brutal. Y aquí debo hacer un apunte que puede que no sea del gusto de todos, pero las voces originales son muy superiores al doblaje: escuchar a los personajes con su acento y ver detalles como que pronuncian el mismo término de forma distinta por pertenecer a nacionalidades diferentes es asistir a un cuidado extremo en los detalles.
Pero no solo en el apartado sonoro se puso un cuidado extremo. Modern Warfare 2 es un shooter en primera persona con una dirección de arte sobresaliente, y esto sí que representaba un reto real a la hora de remasterizarlo. Afortunadamente, Beenox ha estado a la altura y las set-pieces de las aventuras de la Task Force 141 lucen mejor que nunca: se han añadido nuevas texturas, se han renovado y mejorado las ya existentes y el conjunto es mucho más luminoso, con más efectos de luz y detalles y, en general, la presentación goza de mucho más detalle y los colores están más saturados frente a una versión original que tenía una paleta bastante más apagada. Basta acercarse a los compases finales de la misión Whiskey Hotel, cuando los marines corren bengala en mano al tejado de la Casa Blanca, para contemplar el perfecto uso del color que se da en este remasterización y que se intuía en la versión original. Pero no sólo se ha dado una generosa capa de barniz al apartado estético. Además de mejorar las texturas, Beenox ha aprovechado para cambiar algunos modelos, añadir animaciones nuevas y, en general, ir dejando pequeños detallitos aquí y allá. En algunas misiones hay efectos de iluminación que refuerzan lo que estamos haciendo, en las armas hay nuevas animaciones al cogerlas o al recargar - no se hacen los mismos gestos al recargar un M16 que un M4 aún perteneciendo a la misma familia de rifles, por ejemplo - o los personajes realizan pequeñas acciones coherentes con el contexto de las cinemáticas. No son grandes alardes técnicos, pero al comparar el original con la remasterización todos estos pequeños detalles se revelan como decisiones acertadísimas que, además, contribuyen a dar más empaque al conjunto visual.
Pero claro, llega un momento en el que hay que dejar de contemplar el panorama, coger el fusil y empezar a repartir democracia en cómodas dosis de plomo caliente. Modern Warfare 2, para aquellos que se acerquen por primera vez a la saga, es una suerte de FPS post-Halo. A grandes rasgos, los títulos que vieron la luz tras la primera entrega de la mítica saga de Bungie adaptaron muchas de sus enseñanzas para que el Jefe Maestro no fuera el único que triunfara en las consolas. Equipar las granadas como accesorios que se arrojaban al pulsar un botón dedicado, emplear de forma sensata los sticks para el desplazamiento y el manejo de la cámara y, en general, imponer un ritmo menos endiablado a los tiroteos consiguieron que uno de los géneros que siempre se había asociado al teclado y al ratón pudiera, por fin, triunfar en las consolas. Pero desgraciadamente las cosas no son tan sencillas.
Modern Warfare 2 tiene un único problema y es el desarrollo de su gameplay. Y no será porque el entorno no acompañe, ya que las localizaciones escogidas son perfectas; Infinity Ward hizo una perfecta selección de lugares por los que trasladarnos mientras teníamos la sensación de que estábamos protagonizando la mejor película de tiros jamás vista. Los Rangers y la Task Force 141 viajan de un lado a otro del mundo luchando a pie, montados en vehículos e infiltrándose por tierra, mar y aire, y, por si fuera poco, los guiños y los homenajes a múltiples títulos de acción se suceden constantemente. Ahí están los cazas de Half-Life, el sensor de movimiento de Aliens o las duchas de La Roca para dar buen testimonio de ello. Mientras tanto, los tiroteos y las escenas espectaculares se suceden a nuestro alrededor, con persecuciones a toda velocidad por lugares que otros juegos visitarían pronto, como las favelas de Max Payne 3. El realismo y la coherencia argumental ni están ni se les esperan, puesto que el espectáculo es el fin último de toda esta sucesión de momentos de gran intensidad. Intensidad que se ve trastocada por un sistema de juego que no hace más que ponerle palos en la rueda del desarrollo de lo que se está intentando contar.
El caso es que cuando se implementaron ciertas mecánicas del FPS moderno, una de ellas fue la regeneración de vida dejando de lado el uso de elementos como los tradicionales botiquines por ser poco realistas. Así se incentivaba el uso de coberturas y un ritmo más lento y pausado que perseguía que el jugador escogiese un lugar seguro, eliminase a los enemigos y avanzase hasta el siguiente punto. Si nos herían, bastaba con escondernos tras una cobertura, esperar a que nuestra salud se recuperase por completo y vuelta a la contienda. Si bien este sistema de combate no tiene ningún problema per se, sí es difícilmente justificable en desarrollos como el nivel de las favelas, un escenario en el que se nos pide perseguir a toda pastilla a un traficante de armas mientras recorremos un barrio de diseño ratonero y traicionero, lleno hasta los topes de comandos que salen hasta de debajo de las piedras y que nos cosen a tiros sin pedir explicaciones. Con la mecánica de escondernos para recuperar la salud, lo que tendría que ser una persecución vibrante y emocionante por un escenario que, por otra parte, está diseñado de forma impecable, se vuelve un desarrollo irregular en el que por radio nuestros compañeros nos instan a no perder el ritmo de la persecución pero, por otro lado, no nos queda más remedio que escondernos cada vez que la cosa se complica un poco. Y esto sucede en todos los niveles que se atreven a desligarse del diseño uniforme; cada vez que se juega con la verticalidad, con un desarrollo que se sale de los tiroteos en posiciones estáticas el sistema sufre, y de qué manera. Es por eso también que sigue usando fórmulas que sabe ganadoras, puesto que en múltiples ocasiones MW2 replica momentos muy icónicos de su antecesor y vemos que, a lo largo de su metraje, espolvorea pequeñas imitaciones de Todos camuflados y Muerte aérea. Ni por lo más remoto consiguen impactar como sí lo hicieron las originales, pero a nivel jugable siguen mostrando su valía.
Pero el momento realmente impactante de Modern Warfare 2 sigue siendo Nada de ruso. Es, sin ningún género de dudas, el tramo más polémico de la saga y, probablemente estará bastante arriba en un ranking de toda la historia de los videojuegos. Sin entrar en detalles para aquellos que no la hayan experimentado aún, es una misión que juega un papel fundamental en la trama y que se revela como un momento crudo y angustioso, lleno de violencia sin freno. Las mecánicas refuerzan lo que se cuenta en sus primeros compases, con ese movimiento pausado y metódico, y el sonido es impactante a más no poder. Todo está cuidado al límite y, en realidad, su único problema surge al rematar la escena donde, en un crescendo de intensidad y violencia, se convierte en un tiroteo que vuelve a los estándares de la saga. Lo más conveniente hubiera sido cohesionar el primer tramo con el clímax de la misión y hubiera quedado un contenido más serio y mucho más redondo.
Pero en realidad poco importa porque, en última instancia, Modern Warfare 2: Remastered sigue siendo el mismo FPS que jugamos hace ya diez años. Más bonito, sí, pero con los mismos mimbres, unos mimbres que lo convierten en la viva encarnación en forma de videojuego de la acción más hollywoodiense. En un momento estás volando un oleoducto en las aguas de Rusia y al siguiente estás peleando a sangre y fuego por las calles de Virginia o corriendo por tu vida en las favelas de Rio de Janeiro. ¿Importan las justificaciones argumentales? Mejor que no, porque su narrativa tiene unos agujeros por los que podría pasar un AC-130. Su gameplay cojea cuando se sale del multijugador - que, recordemos, no está presente - o cuando el diseño de niveles coquetea con estructuras que se alejan de lo establecido en la saga. Aún y así, sigue manteniendo altos niveles de espectacularidad y diversión en los pocos ratos en los que se deja llevar y te pone en manos de una moto de nieve o una Zodiac bajando un río a toda hostia. ¿Justifica eso sacar un título tan emblemático sin una de sus partes más importantes? No, pero no he pasado un mal rato reverdeciendo viejos laureles. Eso sí, la parte racional de mi cerebro sigue agradeciendo que no vaya a invertir de nuevo muchas horas en el online persiguiendo a gente con mi ACR.