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Castlevania: Order of Ecclesia

Sin látigo, pero un 60% más sexy.

Pero las zonas citadas anteriormente no son más que justificaciones argumentales para dar cabida al verdadero atractivo del juego; los combates contra los jefes finales. A riesgo de parecer pretenciosos, os invitamos a hacer ejercicio de abstracción. Quitad los escenarios barrocos de mediados del siglo XIX, la ambientación gótica y demás elementos decorativos, y descubriréis un esqueleto blanco y reluciente que lleva inalterado más de veinte años. Nos referimos a la verdadera esencia de la serie, la búsqueda, acoso y derribo de Drácula y sus lugartenientes. Y no queremos que esto se entienda como una crítica, sino más bien lo contrario, porque son cojonudos en su totalidad. Imaginativos, con mecánicas interesantes y variadas, que suponen siempre un agradecido cambio de ritmo. Son difíciles, sí, siempre rozando el umbral de la frustración, pero aunque el corsé aprieta nunca llega a doler. Especial mención merece el cangrejo del faro. Ya recordareis estas líneas.

Para dar entidad al transcurso de la acción se ha desarrollado un nuevo e innovador sistema de combate (no se si me captan la ironía... cosas de la prensa escrita) basado en la absorción y combinación de sellos mágicos con distintas capacidades. Cualquier parecido con otras entregas como Aria of Sorrow o Dawn of Sorrow es fruto de vuestro inconsciente. ¿Recordáis cuando dijimos que Shanoa tenía que recuperar sus poderes? A esto nos referíamos. Y aunque parezca una tarea vulgar no deja de tener su encanto ver como la chica adopta lo que hemos bautizado como “la pose finisher”. De este modo cualquier sello mágico próximo empezará a verse atraído hacia su cuerpo hasta su total absorción, momento en el que somos una habilidad más poderosos (¡un momento! sigamos abstrayéndonos, quisimos decir poderosa). Este sistema, aunque al principio parece que sólo será un aspecto puntual está bastante bien aprovechado, aplicándose a varios puzzles, en los que habrá que absorber sellos de enemigos que siguen ciertas rutinas, de los jefes finales o de situaciones muy concretas como ventiscas que impiden adoptar “la pose finisher”, en superficies heladas o entre columnas de fuego.

En lo que respecta al esquema de control, mantiene la filosofía de lo simple y se adapta mínimamente para dar soporte a las distintas configuraciones de habilidades. Dispondremos de un botón de salto, dos para combinar ataques, otro para abrir el inventario y los gatillos para activar habilidades pasivas y esquivar. Eso sí, los intentos de meter con calzador un control táctil son cosa del pasado.

La variedad de habilidades es digna de la saga y va desde la invocación de armas vetustas como el arco o la espada (se echa en falta el icónico látigo de los Belmont) hasta la magia más poderosa, pasando por la invocación de ayudantes hasta el polimorfismo de Shanoa. Todas ellas combinables en combos con los que asegurar el delicado cutis de la bruja. Porque si algo no son los enemigos en Order of Ecclesia es fáciles, y hasta el más insignificante puede ponernos en serios aprietos, porque esto no es otro juego de Mario, amigos. Y eso, para qué negarlo, nos encanta. Al igual que algunos de los nuevos enemigos , como lel descarado guiño a The Undertaker o la niña de The Ring, que vienen a dar frescura a un elenco de villanos que lleva repitiendo protagonismo desde Symphony of the Night. En total son alrededor de unos quince nuevos sprites entre los que abrirse paso a golpe de varita, a los que se suman un remozado gráfico de muchos de los ya conocidos.

A propósito del aspecto gráfico decir que las 2D de Order of Ecclesia son lo de siempre pero lucen como nunca. Quizá el virtuosismo gráfico circunvala la primera mitad del juego, en la que los paisajes campestres al más puro estilo Castlevania II no exigen demasiadas exhibiciones de barroquismo. Pero la cosa cambia dentro del castillo del conde donde nos deleitamos con el detalle insultante de los escenarios. El patio interior o la biblioteca son gloriosas muestras de que con imágenes planas es perfectamente posible recrear una atmósfera de terror cautivadora. Y la música acompaña, pero de igual modo, se limita a una mera comparsa en el primer tramo de la aventura para elevarse hasta picos que rozan la calidad sonora de Symphony of the Night en algunos temas.

En resumen, Order of Ecclesia representa más que un paso a delante en la saga un efecto “coche-escoba”. Con la vuelta de la acción lineal y la dificultad elevada Konami pretende recoger a aquellos seguidores que se quedaron por el camino al dar el salto hacia “metroidvania”, pero sin olvidar al sector de fans que alaban este tipo de jugabilidad. Técnicamente es casi perfecto, los gráficos se alejan un poco del acusado matiz de anime para adoptar un estilo más adecuado a la estética barroca, y la música aunque no alcanza la épica de Symphony of the Night cuenta con temas que tardan en olvidarse. A nivel de guión es correcto, bien escrito pero sin espectacularidades y el diseño de los niveles no destaca por nada quedándose en un humilde “adecuado”. Como contramedida están los puzzles y las habilidades, los distintos finales y algún que otro secreto desbloqueable. Los jefes finales junto con su exquisitez terminan de poner la guinda a la obra.

Entonces, ¿esta entrega es la nueva obra magna de la saga? Rotundamente no. ¿Pero es de los mejores? Absolutamente. ¿Estará en el top five dentro de un tiempo? Por supuesto.

9 / 10

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