Avance de Clandestine
Un curioso juego de espías.
La películas de espías han entendido la cooperación asimétrica desde hace muchísimo años. O, en otras palabras, supieron encontrar la forma de mostrar la emoción de que una persona abra una puerta de forma remota para que otra pueda cruzarla.
Esta es también la emoción de Clandestine, un juego de espionaje que actualmente podéis encontrar en Early Access. Es indudable que ahora mismo tiene un aspecto un poco áspero y que también resulta bastante caro, pero sabe perfectamente lo que quiere. Es un juego cooperativo en el que una persona realiza la infiltración mientras otra lleva a cabo las tareas necesarias para permitirlo.
En cierto modo me recuerda un poco a Uplink, aquel juego de hacking de Introversion que era extrañamente cinemático pese a tener el aspecto de un software profesional cualquiera, porque conseguía meterte en la película. Clandestine es mucho más parecido a un juego de acción tradicional -si lo juegas en el papel del espía, al menos- pero aún así tiene esa emoción que se traslada al mundo real. Te obliga a pedir ayuda a tu cómplice, y luego puedes ver como esas peticiones se trasladan al mundo que se muestra en tu pantalla.
La cosa funciona de la siguiente manera. Un jugador asume el papel tradicional. Jugando con los desarrolladores el otro día, ese era yo: yo era el espía, infiltrándome en un almacén, buscando coberturas, usando las sombras y, de vez en cuando, disparando a la cabeza a los enemigos con una pistola con silenciador (Clandestine tiene, por cierto, los mejores tiros a la cabeza que recuerdo desde Unit 13).
Todo esto mientras el desarrollador cubría mis espaldas. En su pantalla tenía un mapa del escenario por el que me movía a pie, y con él podía avisarme de dónde estaban las patrullas o activar y desactivar cámaras para tener una mejor imagen del territorio. También podía navegar por la red local, hackeando terminales para abrir puertas y conseguir códigos de acceso, o para activar trampas, electrificando a los agentes enemigos o lanzándoles vapor de una tubería. Son cosas simples, pero cuando te sumerges en el mundo de Clandestine funciona francamente bien.
En la segunda misión nos compenetramos realmente bien, de hecho. Nos dirigimos a una embajada extranjera de noche para investigar un asesinato, y ahí yo me movía en la oscuridad rompiendo las luces mientras mi colega se encargaba de las cámaras y marcaba a los guardias para que se mostrase su posición en mi pantalla. Hay, además, efectos posteriores según las elecciones que vas tomando a lo largo de la partida. Al evitar que me detectasen en la primera parte del nivel, una zona muy vigilada cuyo acceso está prohibido, pude moverme fácilmente más adelante, pasando por zonas para civiles en las que me podía camuflar entre la gente, siempre y cuando tuviese escondida mi pistola. Del mismo modo, este no es uno de esos juegos en los que puedes dejar cadáveres por tu camino sin miedo a ser descubierto, pero esos cuerpos se pueden usar para atraer a los guardias a diversas trampas, como también pueden usarse buscas, los cuales colocas y luego pides a tu compañero que los haga sonar.
Cuando los dos jugadores están tan compenetrados, Clandestine es algo realmente especial. Ves más allá de los sencillos gráficos y el simple diseño de niveles, ves un pequeño equipo trabajando en un objetivo muy específico. Es un juego multijugador basado en clases puro, de hecho, y me preocupa que no haya suficientes hackers para apoyar a los espías, porque sospecho que el público del juego tiende a escoger un rol favorito rápido y se mantiene en él.
Si juegas solo puedes ir cambiando entre ambos roles, pero así da la sensación de que se pierde la gracia. Sospecho que poquita gente acabará amando a Clandestine, pero también sospecho que los que lo hagan se engancharán muchísimo a él. Hay un montón de juegos sobre espías, al fin y al cabo, pero la mayoría no lo entienden. No pillan que mientras una persona abre la puerta, otra es quien la cruza. No entienden la simple emoción que tiene eso.
Traducción por Josep Maria Sempere.