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Colin McRae: DiRT 2

Mucho más que rallies.

Aunque la serie de juegos de rally del difunto Colin McRae nunca se llegó a quedar del todo mustia, un lavado de cara nunca viene mal. Con DiRT las cosas fueron bien y esta segunda parte hiperboliza la renovación de la marca McRae: más moderno, más desenfadado, más variado... para bien y para mal.

En las primeras partidas ya tenemos la sensación de que DiRT 2 es una mezcla entre SEGA Rally y The O.C., con unos menús espectaculares y prodigiosamente diseñados en lo visual que, desgraciadamente, tendremos que ver más de lo que nos gustaría. Esto se aplica a todo el juego, que es un auténtico festín para los ojos; un festín, todo sea dicho de paso, muy inteligente, pues la técnica aquí está al servicio del juego y no al revés. Nada de lo que vemos parece accesorio o vacío, y desde los ya citados menús vemos que la espectacularidad no es puro artificio, sino que todo gravita alrededor del afán que Codemasters parece haber puesto por que cada carrera sea una experiencia emocionante, vibrante, divertida (para el que juega y para el que mira, de haberlo).

Franz Ferdinand, Bloc Party, Yeah Yeah Yeahs (con su estupenda Y Control) y otros grupos dignos del recopilatorio de los clubes más modernos ambientan la antesala de las carreras, del juego mismo: tu caravana, en la que viajas alrededor del mundo en busca de las competiciones que tu agenda de contactos (entre los que están Ken Block o Dave Mirra) te van proponiendo. Desde esta caravana, y oteando el mapamundi, examinas los distintos tipos de prueba que el juego ofrece: desde el imprescindible aunque no tan presente rally hasta otros menos ortodoxos, viniendo el juego de donde viene, como baja o rally cross. Conviene avisar desde ya de que el porcentaje de rally convencional es menor que en otras ocasiones, así que si lo que buscáis es un juego de rally de toda la vida, DiRT quizá te de algunas sorpresas.

Sin embargo, la combinación de outdoor puro con circuitos à la X Games (que está presente dando nombre a algunas competiciones, por cierto) aporta la variedad que hace que DiRT 2 sea un gran juego de carreras. No sólo no desentona ver una prueba como Last Man Standing, casi minijuego en el que los corredores que ocupan el último lugar son eliminados cada 20 segundos hasta que sólo queda uno, sino que resulta refrescante alternar rallys tradicionales (en Croacia o Marruecos, por ejemplo) con modalidades menos exigentes como la ya citada o las basadas en derribar una serie de obstáculos antes de que se acabe el tiempo.

El timing con que van apareciendo las distintas carreras (del total de 100 que componen el juego) se mantiene incólume hasta el final, por lo que si puedes aceptar que un juego de Colin McRae tenga estas “impurezas” te divertirás de lo lindo durante bastante tiempo; amén de que los regalitos para el coche (los dados para el espejo o el famoso Avatar colgante, por ejemplo), las misiones que van surgiendo (desde correr equis kilómetros hasta conseguir cierto número de segundos sin tocar el suelo aprovechando los desniveles) y los logros, muy divertidos de conseguir, animan mucho a seguir jugando hasta completar todo.