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Avance de Daemon X Machina

A toda mecha.

Si tuviese que intentar emular con este texto la sensación que da comenzar a jugar a Daemon x Machina, al menos durante el primer par de horas, supongo que lo mejor que podría hacer es escribirlo sin párrafos, sin signos de puntuación ni espaciado entre palabras. Como no quiero que esto suene más duro de lo que pretendo, me explico: no es exactamente que el juego tenga un problema de contenido, sino que comenzarlo es una tarea bastante extenuante porque te lanza un montón de información a la cara, de repente, sin filtro, y espera que tu aprendas a navegar esa grandísima cantidad de datos en ese tiempo tan limitado. El problema, insisto, no es tanto el contenido como la jerarquización de éste, que hace que nos sintamos mitad confusos, mitad abrumados ante lo que se nos viene encima.

Lo que se nos viene encima es un juego de mechas - hasta ahí, me imagino que habíais podido intuirlo - que tiene una historia razonablemente convencional, pero no por ello menos efectiva: las máquinas se han vuelto majaretas y ahora atacan a los humanos, y como respuesta a ello se ha creado una especie de liga de mercenarios que se encargan de destruir a las tecnologías ya no tan amigables a cambio de recompensas. Nosotros somos un novato que acaba de entrar al negocio y como tal tiene que pasar todo el percal introductorio. La prueba de acceso, la familiarización con nuestro súper robot y las presentaciones con los otros mercenarios que nos acompañarán en la aventura.

En esencia, la cosa funciona así: tenemos una consola de mandos a través de la cual podemos acceder a diferentes opciones. Una de ellas es la de aceptar misiones. Aceptamos la misión, esperamos a que los otros mercenarios - controlados por la IA - se unan y nos vamos para allá. La historia se cuenta fundamentalmente a través de conversaciones en una suerte de grupo de WhatsApp que los miembros de un escuadrón que va a salir a realizar una misión establecen para preparar lo relacionado con ella. Mediante ellas conoceremos un poquito más sobre los personajes, pero también sobre el universo que nos rodea, un ambiente futurista medio distópico que ya se puede intuir a primera vista que oculta más de lo que parece. Y después, salimos al campo de batalla, y aquí es donde está la chicha: a lomos de nuestro robot gigante, lejos del texto y las interfaces, las cosas se ven un poco distintas.

Acostumbrarse a los controles lleva un ratito, pero al final acaba no teniendo tanto misterio como parece. Básicamente, podemos mover el robot con un stick y la cámara con otro. Mover la cámara hace que la retícula de la pantalla también se desplace, y cuando acertamos a alguno de los enemigos con el centro de ésta, fijamos el blanco automáticamente. Así, los disparos que realicemos con cualquiera de nuestras armas (las del gatillo izquierdo y derecho o las auxiliares) acertarán automáticamente en ellos, sin que tengamos que pelearnos en exceso con los mandos de la Switch a la hora de apuntar. Un acierto, la verdad, que se prueba cada vez más vital conforme avanzamos en el juego.

Tal vez tiene sentido que, como comentábamos, las primeras horas de Daemon x Machina sean la definición de manual de "sobredosis de información", porque al menos este hecho demostraría una consistencia sin precedentes. Y digo esto porque el combate, el que evidentemente es la piedra angular del juego, también adolece considerablemente de esta sobrecarga inicial de información visual tan característica de los shoot'em'ups. Al fin y al cabo, y por mucho 3D y luces de colores y escenarios amplios que tenga, no estamos jugando ni más ni menos que un matamarcianos de toda la vida: les disparamos, nos disparan, y el que mejor dispare y mejor esquive gana la partida. Así, eliminando unidades enemigas sin que nuestra vida termine, iremos progresando por una misión tras otra. Esto quiere decir que nos adaptaremos fácilmente a lo que nos pide, claro, pero también que tendremos que lidiar con un periodo de adaptación en el que la información visual es abundante y a ratos confusa, y nos pelearemos con la cámara y los controles hasta que los entendamos por completo.

Es en esa sencillez de concepto, no obstante, donde reside la magia. Al final, las misiones son cortas, y cuando el juego deja de preocuparse por explicarse a sí mismo y dejarnos un poco más a nuestra bola, a probar las armas y las estrategias que tenemos a nuestra disposición, es donde empieza a brillar como un título de esos que cuesta mucho dejar, que nos hace quedarnos hora tras hora con la excusa del "solo una misión más".

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Todo lo simple que tiene conceptualmente el sistema de combate, lo tiene de complejo el sistema de progreso. Es aquí donde realmente tendremos que estrujarnos los sesos para optimizar nuestras posibilidades al máximo y construir nuestro mejor arsenal con lo que tengamos a mano. Como es de esperar, los combates nos reportarán recompensas en forma de dinero que nos servirán para progresar en nuestro árbol de habilidades, y también la posibilidad de recoger piezas y armas caídas de los oponentes cuando los derrotemos. Es con estas piezas con las que tendremos que, literalmente, construir nuestro mecha: la personalización de éste es muy, muy exhaustiva. No sólo porque podamos customizar y mejorar cada una de sus partes, de la cabeza a los pies, y ponerle los colores o diseños que más nos gusten, sino porque también tenemos un montón de estadísticas asociadas. El juego es un paraíso de aquellos a quienes les gusten las tablitas de números y el pasar horas comparando unas armas con otras. A este respecto, el juego es extraordinariamente exhaustivo y no se le caen los anillos en dejarnos customizar nuestras máquinas al máximo.

A pesar de que el tono del avance pueda sonar un tanto negativo, la verdad es que no lo es en absoluto: creo que Daemon x Machina es un juego muy complejo y profundo que, en última instancia, nos devuelve el esfuerzo que nos pide. Es cierto que es un poquito difícil de querer al principio, que hay quizás más trabas de las que nos gustaría entre nosotros y las mecánicas, y que exige un tanto de paciencia, pero al final, y en última instancia, lo que hemos visto hasta ahora nos ha convencido. Se intuye que su universo va a tener mucha más miga de lo que nos esperábamos, es difícil no sentir un poco de nervios y de expectación cada vez que desbloqueamos un arma nueva, y en general va a ser una delicia para cualquiera a quien le guste o bien la temática, o bien el género; especialmente si son ambos.

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