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Análisis de Dead Rising Deluxe Remaster - El regreso de una fórmula jugable única

Terror en el hipermercado.

Eurogamer.es - Recomendado sello

Más cerca del remake que del remaster, DRDR actualiza el clásico de Capcom para una nueva generación de jugadores.

Dead Rising siempre ha sido un título bastante cargado de mala leche. Cuando hizo acto de presencia, allá por la primera década de los dosmiles, supo hacer gala de una musculatura técnica que, a día de hoy, no sorprende a nadie: mostrar en pantalla a un buen puñado de zombies -o zambos, infectados, zombis… el término que más rabia os dé- dispuestos a recibir nuestra furia superviviente. A esta premisa sólo hacía falta sumarle un absurdo número de armas, un entorno reminiscente de los clásicos del cine de género (del género de zombis, se entiende) y una amplia libertad de movimientos para que las aventuras de Frank West fueran un clásico instantáneo. Y así fue. Sin embargo, un buen puñado de inocentes jugadores se acercaron a Dead Rising atraídos por su fachada irreverente para después descubrir que, tras ella, se ocultaban un buen puñado de mecánicas implacables…

…de las cuales quedan pocas en este Deluxe Remaster de Dead Rising. Al menos de forma intacta, porque entre revisiones, retoques y recontextualizaciones, no hay muchos elementos que no han visto pasar la brocha remasterizadora de Capcom. Algo lógico, por otra parte, si tenemos en cuenta que los cimientos de Dead Rising han pasado de alzarse sobre un motor añejo (MT Framework) a emplear ese todoterreno de Capcom que tantas alegrías visuales nos proporciona últimamente: el RE Engine. Y aunque este motor hace que Frank West y los demás integrantes del reparto luzcan mejor que nunca, conviene no pasar por alto la escenografía de este apocalipsis zombie. Si ya en la versión original el Centro Comercial de Willamette era un entorno lleno de potencial digno de ser explorado, este Deluxe Remaster profundiza aún más en esta idea gracias a la inapelable ventaja técnica que le otorga aparecer dos generaciones más tarde que su predecesor. Supermercados a rebosar de mercancías, carteles y publicidad con todo lujo de detalles o unos escaparates que incitan a entrar a curiosear -y rapiñar- dentro de sus tiendas son unos pocos ejemplos de un centro comercial que esconde secretos y sorpresas de todo tipo tras la totalidad de todas sus esquinas.

Buena parte de ellos no pasarán de la mera curiosidad, pero en el momento en el que sí lo hagan, nos daremos cuenta de los profundos cambios a los que han sido sometidos. Empezando, claro está, por las armas. Una útil e informativa barra azul se ha incorporado al inventario bajo cada objeto para informarnos sobre el desgaste de, pongamos, esa maravillosa katana que estamos empleando para trinchar cadáveres a diestra y siniestra. Y aunque las armas de fuego han recibido incorporaciones igual de útiles -el nuevo esquema de control nos permitirá apuntar y disparar al mismo tiempo-, estas mejoras no contradicen una verdad incontestable de Dead Rising: que las pistolas, escopetas y demás objetos que disparan plomo caliente son una basura si los comparamos con una buena motosierra. Teniendo todo esto en cuenta, puede que en nuestras incursiones para buscar los objetos más descacharrantes para desmembrar zombies nos encontremos con algún que otro superviviente. Amigable u hostil. A los primeros les ofreceremos ayuda y escolta a un lugar seguro -aunque alguno puede que necesite un poco de persuasión…como si estar en mitad de un infierno de no muertos no fuese motivación suficiente- y los segundos ya se encargarán de dejarnos claro que necesitan un buen correctivo. Y pese a que la IA de todos ellos ha recibido un buen lavado de cara, la mejor parte se la han llevado unos supervivientes algo más pacíficos que han dejado de convertir cada escolta en un calvario gracias a pequeñas manías como atascarse en cada esquina, elemento de la escenografía o grupo de zombies.

Así, claro está, es bastante más sencillo recibir los antaño cotizadísimos Puntos de Prestigio que subían el nivel de nuestro protagonista e iban desbloqueando unas más que necesarias mejoras -más bloques de vida, mayor capacidad de inventario y un montón de movimientos ofensivos a cada cual más pasado de rosca- que, al mismo tiempo, reflejaban como nuestro querido Frank pasaba de ser un reportero más a convertirse en una incomparable máquina de aniquilar zombis. Este remaster no altera el núcleo de este sistema, pero sí revisa la cantidad de puntos que recibiremos por cada acción digna de mención. Al alza, para ser exactos. Rescatar a los ya mencionados supervivientes, conseguir fotografías impactantes o derrotar a psicópatas nos proporcionarán una cantidad tan elevada de experiencia que convertirán a los primeros niveles en un mero trámite. Sin embargo, y por extraño que parezca, algunos movimientos especiales o el empleo de ciertos objetos para quitarnos de en medio a un buen puñado de zombies -como, por ejemplo, el cortacésped- ofrecen o bien una recompensa muy baja o bien la misma que en el Dead Rising clásico, con lo que podemos afirmar que estamos ante un extraño caso de inflación por zombie que los relega a un uso por satisfacción y/o utilidad.

Y ya que estamos hablando de utilidad, es hora de que, de una vez por todas, nos metamos a fondo con el sistema de guardado. Amado por muchos, odiado por otros tantos y, casi con toda seguridad, responsable directo de la aparición de más de un OVNI en forma de mando por alguna que otra ventana, el guardado en Dead Rising es, junto a la gestión del tiempo -esta sí que se ha mantenido inmutable al paso del susodicho-, uno de los pilares básicos del diseño del juego original. Sin checkpoints, guardados automáticos ni ninguna de esas moderneces, el jugador quedaba en manos de un diseñador que dictaminaba dónde y cuándo se podía guardar, a menudo con perversas intenciones. Ese alegre cóctel solía desembocar en pésimas planificaciones por nuestra parte, encuentros imprevistos o aprendizaje por las malas mientras nos dábamos cuenta de que hacía mucho rato que no guardábamos y, oh no, vamos a palmar. Pues bien, todo ese cúmulo de sensaciones se evaporan con el sistema que plantea este Deluxe Remaster. Si bien se mantienen los lugares de guardado manual tales como la sala de seguridad o los distintos baños localizados a lo largo del centro comercial de Willamette, la existencia de autoguardado cada vez que accedemos a una nueva zona o vamos a investigar un incidente los vuelve obsoletos al mismo tiempo que diluye esa particular mezcla de tensión y humor negro que caracterizaba al Dead Rising original.

Pero, en última instancia, el sistema de guardado de Dead Rising Deluxe Remaster es una parte que termina por revelar un todo de mayor amplitud. Algo más coherente con el momento en el que vivimos, con un mejor acabado visual y mucho más acorde con las sensibilidades jugables actuales, este Dead Rising Deluxe Remaster camina sobre la fina línea entre el remaster y el remake. Con independencia de lo que indique su título, reconstruir un videojuego sobre otro motor gráfico, revisar gran parte de sus mecánicas y actualizar su apartado estético bien podría calificar como un remake en toda regla. Los amantes de la propuesta original puede que echen de menos -o no- algún que otro detalle, pero de lo que no cabe duda alguna es de que los recién llegados disfrutarán como nunca de una propuesta que mezcla absurdo, violencia, libertad e investigación a partes iguales.

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