Dead to Rights: Retribution
Perro ladrador, poco mordedor.
El primer Dead to Rights bebía claramente de la influencia de Max Payne, especialmente por el uso del tiempo bala, presente aquí otra vez y utilizado hasta la extenuación (¿por qué cada vez que haces un headshot hay que ralentizar la cámara?), y su reboot no se corta un pelo a la hora de tomar prestados elementos de otros juegos de éxito más actuales. De Gears of War, por ejemplo, se fusila sin complejos el sistema de cobertura, pese a que en el título de Namco la implementación deja bastante que desear. Si te acercas al borde (lo cual es necesario para poder ver a bien la acción), Slate deja medio cuerpo fuera convirtiéndose en blanco fácil de los enemigos. Una frustración que se acrecenta por culpa de que los objetos tras los que nos parapetamos sean destructibles y salten en pedazos al recibir unos pocos impactos.
Pero más descarada todavía es la imitación de uno de los mejores juegos del año pasado, Arkham Asylum. El propio sistema de combate cuerpo a cuerpo está claramente basado en el de Rocksteady, pero aún siendo efectivo pierde muchísima profundidad y sus posibilidades son escasas. Se han añadido una serie de fatalities a cámara lenta que se ejecutan cuando el enemigo está debilitado, y que muestran una brutalidad inusitada, habitualmente salpicada de sangre, huesos rotos y golpes escalofriantes.
Lo que ya da un poco de vergüenza ajena son ciertos tramos en los que controlamos a Shadow. La mecánica se vuelve entonces exageradamente parecida a la de la aventura de Batman, consistente en aislar a los enemigos y eliminarlos con sigilo, y si se usa el modo de rastreo entonces ya es un calco de la visión de detective de Arkham Asylum. Aunque su amo no destaca precisamente por la sutileza, el chucho lleva las salvajadas a extremos insospechados: puede acabar con un enemigo arrancándole a bocados la traquea, rascando con sus garras el estómago o, literalmente, destrozando los testículos a mordiscos. Ultraviolencia en estado puro, vamos.
Técnicamente queda claro que no estamos ni mucho menos ante un juego triple A. Los gráficos son bastante sencillos, con modelados poco inspirados, alguna que otra textura que chirría bastante, ocasiones en las que el clipping es exagerado y una animaciones que bien podrían ser recicladas del juego original para PS2. Los efectos sonoros cumplen, sin más, no está doblado al castellano (aunque tiene subtítulos) y la música pasa bastante desapercibida. Audiovisualmente es un juego de la parte media de la tabla: no juega en Champions ni aspira a ir a la UEFA, pero tampoco está en los puestos de descenso.
De todas formas, y aún con todos los fallos que se han expuesto en el análisis, Retribution no es un mal título ni un desastre absoluto. Sorprendentemente, se deja jugar y es entretenido, aunque se hubiese visto muy beneficiado si en vez de tomar todas las ideas del prójimo Volatile hubiese dotado al juego de algo más de personalidad propia y se hubiese tomado un poco menos en serio a si mismo. Al igual que ocurrió con el primer Dead to Rights su paso por las tiendas será anecdótico (si pasa a la historia será por dejarnos controlar a un chucho muerde-huevos), pero merece la pena un alquiler o echarle un vistazo si lo encontráis de oferta y ya habéis terminado con las últimas joyas del género (Arkham Asylum, Bayonetta y God of War III).