Análisis de Death's Door - Un ARPG simpático y repleto de secretos que tan solo peca de conservador
Cría cuervos...
Devolver Digital tiene buen ojo a la hora de encontrar a esos estudios que siempre dan "algo más"; no hablamos necesariamente de gente que vaya a revolucionar el medio (que los tienen también), sino de quienes con bases sencillas son capaces de aportar un toque único en el gameplay, en el apartado artístico o en la narrativa. Tras haber terminado el nuevo título de Acid Nerve (Titan Souls) es fácil ver cómo ese "algo más" es capaz de convertir una propuesta sencilla apoyada en elementos de sobra conocidos en un juego encantador.
Death's Door empieza como un día más para nuestro protagonista, un cuervo que forma parte de la organización de segadores encargados de recolectar almas. Un trabajo aparentemente sencillo se complica cuando un desconocido le golpea y le roba el alma de gigante que debía entregar, obligándole a realizar una serie de tareas si la quiere recuperar. Hasta que no cumpla su tarea, su cuerpo podrá envejecer y tendrá condición mortal.
Pese a lo que pueda parecer por su sinopsis, el tono del juego de Acid Nerve es muy simpático y cargado de humor. Su mundo está repleto de secundarios encantadores, desde un tipo con una olla de sopa con cabeza hasta un tabernero que no parece estar controlando por completo sus movimientos. Esto no significa que se olvide de hablar de la muerte: es un tema recurrente a lo largo de la aventura junto a su opuesto, la búsqueda de la inmortalidad. Habla con un candor y una honestidad en su forma de expresarse que evita que se vuelva cenizo incluso en los breves momentos más emocionales. La contraposición entre el tono y el tema funciona genial para darle una personalidad única al título.
Por el contrario, el combate de este Action RPG con perspectiva isométrica es bastante reconocible, con múltiples trazas de Zelda 2D. Es la misma base que ya tenía Titan Souls, que se retiene pese al cambio de punto de vista. La principal diferencia es que se acaba la muerte en un solo toque: aquí empezamos con cuatro, pero estos desaparecen rápidamente si no andamos con cuidado. Tenemos a nuestra disposición varias armas cuerpo a cuerpo y hasta cuatro magias a distancia que se van desbloqueando a lo largo de la aventura.
Los encuentros son ágiles y nos ponen enfrente a rivales con dinámicas bien diferenciadas para forzarnos a priorizar objetivos en entornos reducidos mientras esquivamos los ataques enemigos. Algunos oponentes menores se usan para introducir mecánicas que luego se desarrollan en los jefes finales, pocos pero con encuentros difíciles y emocionantes. Quizá, eso sí, algo más largos de lo que deberían; no es tanto problema de la barra de vida como de que muchas veces los movimientos de la última fase del combate se repiten demasiado.
Tiene pequeños detalles visuales que me encantan, en particular la manera que tiene de mostrar la salud de los enemigos. En lugar de acudir a una barra estándar, los golpes van provocando grietas de color rojo que se van acumulando poco a poco, dejando la sensación de que van a descomponerse en cualquier momento. No busca precisión (nunca queda claro cuándo vas a rematar la faena del todo) sino añadir emoción a la parte final de los combates, cuando ves que el enemigo está iluminado casi por completo en rojo pero no termina de rendirse.
Hablando del apartado visual, Death's Door tiene una dirección de arte tan maravillosa en sus entornos fértiles como en los decadentes que consigue pararnos en seco en algunas estancias. Destacan, de nuevo, los pequeños detalles: la alargada sombra de un solitario sillón frente a una cálida hoguera, los pétalos rosas que anticipan nuestra salida de una cueva al exterior, el humo que dejan las brasas al extinguirse inmediatamente cuando tratamos de encenderlas en plena ventisca... La evocativa banda sonora termina de redondear el desarrollo de su universo con unas melodías apacibles.
Explorar el mapeado es una tarea agradecida, aparte de por la belleza de sus escenarios, por la gran cantidad de secretos que esconde. Rara es la ocasión en que vemos algo que nos llame la atención y no conduce a algo, además de dejar indirectas continuamente con recompensas aparentemente imposibles de obtener. Los más codiciados son los Santuarios, que nos permiten mejorar nuestras exiguas barras de vida y magia pero que siempre están tras una ubicación bien oculta o una prueba de habilidad.
La estructura de la parte central del juego es imbatible pero también previsible: entramos en una zona, encontramos cuatro almas para abrir una puerta, obtenemos una habilidad, desbloqueamos acceso a una parte previamente inaccesible y de ahí llegamos al jefe final. Es un sistema a prueba de bombas, pero suele pecar de ser lineal de más. El diseño de niveles se mueve siempre en torno al concepto de desbloquear atajos: desde la puerta a la que volvemos cada vez que morimos el camino es más o menos fijo hasta el siguiente objetivo, pero vamos materializando escaleras usando manivelas o abriendo puertas eliminando enemigos.
La parte RPG viene de un sistema de experiencia que nos permite obtener mejoras en aspectos como la fuerza o la agilidad. Después de tanto heredero de Souls casi se hace raro que los puntos no desaparezcan al morir y que no tengamos que ir a por nuestro cadáver a recogerlos. Tiene sentido por la forma en que gestiona los incrementos: un enemigo normal suele dar menos de diez puntos, mientras que un coleccionable oculto da cien. Con las cantidades que se terminan manejando, grindear experiencia matando enemigos una y otra vez es un gasto inútil de tiempo; sale mucho más a cuenta estar atento a los escenarios. Las mejoras de estadísticas, además, apenas son apreciables.
La aventura se puede completar sin problemas en seis o siete horas, siendo una duración perfecta para lo que propone. Nunca se llega a hacer pesado y da tiempo a sus ideas para desarrollarse sin quedarse atascadas. Este tiempo no tiene en cuenta, además, los secretos que solo se desbloquean al terminar la partida y la gran cantidad de elementos que quedan pendientes para llegar al 100%.
Death's Door es un juego del que es difícil decir cosas malas, pero quizá también entusiasmarse más de la cuenta. Solo le falta algo único en el gameplay, donde aplica con inteligencia las lecciones de otros títulos del género, pero destaca sobre todo por una misteriosa ambientación que logra darle una gran personalidad. Por lo demás, es una aventura divertida con un buen sentido del ritmo, que dura exactamente lo que necesita para presentar y desplegar sus ideas sin repetirse. No es revolucionario, pero tampoco se lo propone: quiere acogerte en su mundo para que disfrutes cada hora que pases con él, y en ese aspecto cumple lo que promete.