Análisis de Detention
Los gritos del silencio.
¿Por qué existen los merodeadores? Son espíritus que vagan sin rumbo por los pasillos y alas del instituto Greenwood, y contra ellos no hay lucha que valga. Una nota extraviada tiene la pista para no morir a sus manos: mantén la respiración y camina de frente ignorándolos. Ellos no serán capaces de verte. También están los espíritus de la linterna, altos y con una lengua que les llega hasta el estómago; quédate quieta y no les mires. Cuando se acerquen para observarte de cerca, aguanta la respiración y pasarán de largo. Sus encuentros vienen precedidos por un grito ahogado, la sorpresa de encontrarse con algo que no debería estar, no debería existir. Son momentos breves, pero de vulnerabilidad y peligro.
Sigo sin entender por qué existen.
Detention no es una obra sobre espíritus malignos, maldiciones y leyendas olvidadas. Rei, una estudiante de instituto en el Taiwán de los años 60, se encuentra atrapada una noche de tormenta en lo que parece una pesadilla. Hay sombras en las aulas, las habitaciones conectan con espacios imposibles. Las paredes la observan con ojos acusadores. Pero esta no es una historia sobre su huida y victoria sobre algún fantasma con ansia homicida. Detention utiliza todo esto como pretexto, superficie, un vehículo para hablar sobre la culpa, el odio y las relaciones humanas en una era de convulsión política. Es un videojuego simbólico, de habitaciones torcidas y paisajes evocadores; su fantasma no es el que habita el escenario, ese que tenemos que evadir para que no nos mate, sino el que se oculta tras los mensajes y palabras.
Por eso me pregunto cuál es la función que sirven estos espectros. Es tirar a la referencia fácil y dar a entender que Detention se encuentra en un campo muy distinto al suyo, pero me perdonaréis si saco un momento Silent Hill 2 con sus monstruos y cadáveres. La lucha de James Sunderland contra las criaturas que daban vida a su pesadilla implicaba más que la simple supervivencia: formaba parte de su viaje hacia el centro de su odio, su deseo de morir, y cada vez que hería a uno de estos seres, dejaba entrever la bestia en él, el James amante de la violencia, su cara oscura. Era un proceso de enfrentarse a sus miedos y deseos por el único medio que conocía, pero estos merodeadores poco o nada tienen que ver con la historia en Detention.
Su presencia, más que una lacra, es una distracción, un juego de manos para hacernos creer que esta será una obra diferente, y estos encuentros son tan escasos que, cuando se llega al final del camino, es fácil olvidar que siquiera hayan existido. Unos fantasmas se acaban mezclando con otros, pero en ese viaje chocan dos perspectivas del terror: la que encarnan los merodeadores y la más sutil y silenciosa, la que no viene del jump scare o la amenaza sino del ambiente, las vistas y las ideas. Cuando se revela, Detention no es un juego aterrador ni necesita serlo. Su estética de collage, como si los escenarios y personajes estuviesen compuestos de viejos recuerdos, de imágenes frágiles a punto de perderse en el vacío y se estuviera recuperando esta tragedia sombría, hace más por evocar una atmósfera de incomodidad que cualquier criatura o jumpscare que pueda salirnos al paso. Es una elección acertada que permite que llama la atención sobre la gravedad de su historia, una inspirada en la época del llamado terror blanco en Taiwán.
Detention, a pesar de la tentativa, opta por utilizar este momento de represión política como una expresión de algo universal. La persecución y ejecución bajo un Gobierno cruel actúa como espejo de los individuos que sufren entre las paredes de sus habitaciones y callan sus miserias. Este silencio lo caracteriza, e igual que con los sentimientos, reprime sus palabras para ocultarlas en símbolos, extractos, conversaciones oídas a medias. Aunque a veces, en algún mensaje o frase perdida, peque de pedante para, inmediatamente después, ser demasiado evidente, no es una obra grandilocuente; sus ambiciones son más personales y su enfoque, claro y directo.
Habría sido fácil que Detention hubiese sucumbido a la tendencia para convertirse en otro título de tantos en la larga lista de survival horror de escaparate, de esos que existen para poner caras frente a la webcam cuando se juega de noche, pero en su lugar opta por ahondar en el territorio de lo incómodo y gris y, alejándose del susto inmediato, prefiere guiarnos por un paisaje familiar construido sobre cimientos amargos. Es un vistazo al pasado de su país y, a través de él, del individuo, de los errores y las penas. Aunque su terror no espante y sus primeros compases no se correspondan con lo que les prosigue, Detention encuentra su espacio en el fango de sus personajes y los espectros que traen memorias perdidas. No fascina y da el ocasional traspiés al expresarse en términos a veces muy claros, otras excesivamente obtusos, pero hay un cierto encanto en esa imperfección.