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Análisis de Dirt Showdown

¡A la carga!

Siempre es divertido reventar coches, y más cuando estás en un entorno especialmente pensado para ello. Codemasters ha bifurcado su marca DiRT y le da a Showdown la responsabilidad de encargarse de sacarte toda la adrenalina que tienes en el cuerpo. Y más que centrarse en una sola modalidad han preferido diseñar una experiencia llena de giros y volantazos bastante sorprendentes.

Para avanzar en la modalidad principal hay que ir ganando medallas en una serie de pruebas muy distintas entre sí, pero siempre con un mismo denominador: déjate de finuras y aprovecha cada curva para darle al otro, que con un poco de suerte provocarás un accidente múltiple y podrás escapar de ahí sin tanta competencia. No son eventos largos ni pesados, al contrario, DiRT Showdown te mantiene, como parte de su filosofía, saltando de prueba en prueba constantemente. En las carreras en forma de 8 es donde tendrás que jugártela más: hay que completar unas cuantas vueltas con cruces diabólicos y prácticamente a ciegas. Más te vale tener nitro en las intersecciones porque nunca sabes si, de repente, te estamparás contra el lateral de uno que va en otra dirección. Esa aleatoriedad posiblemente moleste a los más puristas, porque hay un evidente componente de suerte en esos puntos negros - más de una vez me he visto soltando plegarias en voz baja, cuando voy primero- pero es innegable que te pone a más revoluciones de lo habitual y que consiguen crear una tensión bastante agradable. Porque del mismo modo que puedes chocar también puedes provocar esas aglomeraciones locas y aprovecharte de ellas.

Las carreras convencionales son quizás de lo más aburridote, aunque a veces las alegran un poco con condiciones meteorológicas extremas, como nieve o lluvia. Para calmar tanta velocidad siempre va bien ir a lo cafre en pruebas de destrucción, a las que también les han dado un repaso para hacerlas más o menos originales. Tenemos desde las clásicas arenas en las que cada uno empieza desde una esquina y, tras un gran choque en el centro, es un sálvese quien pueda sin ninguna regla, a otras en las que tienes que escapar de un enjambre de bólidos furiosos que te persiguen implacablemente u otras que son como un combate de sumo: hay que echar a los demás de la plataforma central. Cada choque puntúa, y tienen en cuenta la potencia que llevabas y dónde golpeas; tienes que ir engrosando tu marcador y procurar quedar entres los tres primeros para avanzar. No es demasiado complicado.

Por último tenemos las pruebas de habilidad, que son aquellas que te proponen retos de trucos en los que tienes que derrapar en esquinas complicadas, romper una serie de paneles en un determinado orden o saltar por rampas demenciales.

Evidentemente no podemos achacarle falta de variedad, y se nota que han trabajado para quitarse el sambenito de DLC. El número de coches disponible es también muy extenso, con marcas reales, y hay desde buggies a coches de rally o hasta furgonetas. En realidad eso depende un poco de cómo quieras tomártelo: quizás sí que todo es demasiado similar al último DiRT. Han movido muchas piezas pero no han añadido ninguna especialmente nueva, han repintado la carrocería pero el motor es, esencialmente, el mismo. El sistema de colisiones, por ejemplo, por más que puedas guardar repeticiones y salvarlas en YouTube, no es especialmente agradable. No disfrutas dejando a los demás sin ruedas ni arrancándoles las puertas, no sufres cuando tu coche va despedazándose poco a poco, y es una pena. Solo te fijas en cuántos puntos llevas y no te animan a desarrollar ese jogo bonito que tan bien le hubiese sentado: repeticiones espectaculares, motores en llamas, agonizantes explosiones... con unas cuantas vueltas más mejoraría exponencialmente. Tienes la constante sensación de que, a pesar de que han diseñado cada prueba con mucho ingenio, se han limitado demasiado por las barreras que marcaba el anterior DiRT.

Lo que sí decepciona del todo son los infumables tiempos de carga, de entre dos y tres minutos, a veces, entre carrera y carrera. Es como si tuvieses tiempo de prepararte un sándwich entre nivel y nivel del Angry Birds: este tipo de juegos no se llevan bien con las esperas. Están frenando la variedad y la originalidad en las pruebas, se convierten sin querer en su peor enemigo: vas a dejar para cuando tengas más tiempo esa carrerita rápida que tanto te apetecía. Posiblemente sin ellos no tendríamos esos gráficos tan resultones que ofrece el motor EGO; cuestión de prioridades, supongo.

Esto es lo que te encontrarás en la demo: hemos grabado una partidita.

Por suerte está el multijugador que, aunque también adolece de esos tiempos de carga, lo compensa con otra vuelta de tuerca que le hacía falta al género de conducción. En las sesiones que han organizado desde Codemasters hemos podido comprobar que es ahí donde más adrenalina sueltas y también que siguen apostando por la variedad jugable. En la mayoría de ocasiones dividen la partida en equipos -el rojo y el azul- y hay que luchar por un objetivo común, que a veces es simplemente destrozar a los demás y a veces un capturar la bandera y llevarla a la base, hacer el máximo de puntos posible en un nivel abierto o pasar por una serie de checkpoints hasta una meta y luego intentar molestar a los del otro equipo mientras los tuyos acaban el recorrido.

Con el mando en la mano es muy difícil que te aburras, al contrario; es uno de los juegos arcade más frescos y bien llevados de los últimos meses, pero quizás esperábamos un poco más de este contendiente al trono de los arcades de destrucción.

7 / 10

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