Análisis de Donkey Kong Country: Tropical Freeze para Nintendo Switch
Funky Cold Medina.
Cada nivel de Donkey Kong Country Tropical Freeze cuenta un relato distinto, algo nuevo que perpetúa y al mismo tiempo rompe con lo que ha venido antes y lo que viene después. Tal y como definió su productor, Kensuke Tanabe poco antes de la publicación del juego en Wii U en 2014, Tropical Freeze es la road movie de Donkey Kong y sus amigos, un viaje en compañía en el que es mucho más importante lo que sucede en el proceso que llegar hasta la meta. Y, como decía, cada uno de los escenarios puede contar sus propias pequeñas historias sin desvirtuar el mensaje general: en Ascenso Aerostático, por ejemplo, vamos subiendo poco a poco a lo alto de una montaña y tanto la música como el entorno que nos rodea reflejan ese cambio y progresión constantemente: la atmósfera opresiva del principio, repleta de nubarrones, da paso a un cielo azul y colores más vibrantes a medida que nos vamos elevando. En Huracán Rambi, en mitad de la sabana africana, empezamos esquivando pequeños torbellinos y terminamos atrapados dentro de un huracán gigante, saltando entre plataformas zozobrantes para no quedarnos rezagados y poder escapar de la destrucción. En Follaje y fuselaje, Retro Studios se permite jugar con el estilo gráfico y presentarnos un juego de sombras y siluetas en el que el único color que resalta es el de la corbata de Donkey Kong, uno de los muchos momentos en los que el juego nos pide que nos relajemos y disfrutemos, que esto va de pasárselo bien. Y hace todo esto no solo porque antepone la libertad creativa en el diseño de los niveles, también porque Tropical Freeze introduce los propios niveles en las mecánicas jugables y los escenarios pasan a formar parte de la jugabilidad.
Y eso consigue que presente conceptos e ideas nuevas todo el rato. Tal y como explica este imprescindible vídeo de Mark Brown sobre su diseño de niveles, Tropical Freeze se caracteriza por introducir varias mecánicas nuevas en cada nivel y desarrollarlas dándoles prácticamente la misma importancia, en lugar de centrarse y desarrollar una principal. Por eso la sensación es la de estar ante un juego marcadamente dinámico en el que siempre pasan un montón de cosas (puedes estar saltando entre lianas para, un segundo después, dispararte de barril a barril o conducir una vagoneta; también aprovecha mucho más el 3D para conseguir movimientos de cámara efectistas desde todo tipo de ángulos), aunque la simple premisa de que un grupo de morsas, pingüinos y búhos vikingos invadan la isla de Donkey Kong ya debería ser más que suficiente para despertar el interés de cualquiera.
Tras el incidente, toca a Donkey y sus amigos, Diddy Kong, Dixie Kong y el viejo Cranky Kong, ponerse manos a la obra para solucionar el desaguisado, y cada uno de ellos puede unirse a Donkey para potenciar un poco más sus habilidades. Además de doblar nuestra salud, el viejo Cranky usa su bastón para saltar más alto y evitar las trampas de púas, mientras que los otros dos pueden extender un poco más el salto básico, y cuanto más tiempo juguemos con ellos a la espalda más se llenará una barra que nos permite realizar un ataque Kong-Fu con el que podemos eliminar a los enemigos cercanos al instante. Por supuesto cada uno tendrá su personaje favorito (yo tengo debilidad por Dixie), pero para descubrir todos los secretos de cada nivel es imprescindible usar las habilidades de todos ellos. Esto es un Donkey Kong Country, al fin y al cabo, por lo que las plataformas requieren bastante precisión, y aunque las físicas de los personajes parecen sutiles en realidad son muy importantes: Donkey tiene un peso, una aceleración y una inercia determinadas, por lo que hay que calcular muy bien los saltos y las paradas. Es un juego exigente, pero los errores y las caídas siempre son culpa nuestra.
Porque Tropical Freeze no es un juego benevolente. Descubrir todos sus secretos y recoger todos los coleccionables (piezas de puzle, monedas plátano, letras que forman la palabra KONG y escenarios ocultos) es un reto incluso para el más experto, y en cada nivel resulta esencial mantenerse alerta porque es imprevisible y las cosas pueden cambiar repentinamente. Por eso, y supongo que esta es una de las razones por las que estáis leyendo este análisis, Nintendo ha querido poner las cosas un poco más fáciles para la llegada del juego a Switch añadiendo el modo Funky en el que podemos jugar como Funky Kong y aprovecharnos de su profunda pachorra para relajarnos un poco. Es, dicho de otra forma, el modo fácil de toda la vida: montado en su tabla de surf, Funky tiene más corazones, un salto doble, puede deslizarse por el aire, posarse sobre las superficies más peligrosas, rodar indefinidamente y no se ahoga bajo el agua (malditos niveles bajo el agua). El yerno ideal. Pero no acaba ahí la cosa, porque si elegimos el modo Funky al empezar una partida nueva todos los demás personajes reciben un corazón adicional, los objetos son más baratos y algunos tienen efectos mejorados. También podemos llevar hasta cinco objetos en un nivel, y las letras KONG que recogemos se mantienen al completarlos aunque no las hayamos recuperado todas. Es cierto que la cosa pierde algo de gracia en el proceso y que se salta a la torera gran parte del diseño de los niveles (al juego no le importa hacer trampas en su propio terreno para resultar más accesible, vaya), pero Funky es ideal para el modo Contrarreloj, y al fin y al cabo no deja de ser una opción más. Seguimos pudiendo jugar tal y como Retro lo planteó hace ya casi cuatro años, por lo que en realidad, si así se desea, nada ha cambiado.
Tampoco el multijugador, para bien y para mal. En Tropical Freeze podemos jugar con un amigo en el modo cooperativo, pero debido a que el desarrollo de sus niveles es frenético resulta necesario estar muy coordinados y saber perdonar a la cámara en las situaciones más caóticas. No es un juego diseñado para este modo, como tampoco lo era en Wii U. Porque todo lo que esperáis ver sigue aquí, exactamente en el mismo sitio que el original. Es el mismo plataformas brillante y puñetero que juega constantemente con nuestras expectativas con una (muy) ligera mejora gráfica, y aunque me resulta más fácil jugar en la pantalla del televisor (1080p) y con el mando Pro que en el modo portátil (1152x648, según Digital Foundry) y los Joy-Con debido a la cantidad de información que hay y a la precisión requerida en los controles, Tropical Freeze sigue siendo un juego precioso y colorido en cualquiera de los casos que mantiene unos 60fps a prueba de bombas.
Pero más allá del tema de la portabilidad, resulta complicado justificar su compra si ya lo habéis jugado en Wii U, y no puedo decir que el modo Funky me parezca suficiente a no ser que seáis unos enfermos del modo Contrarreloj o tengáis pósters de Funky Kong sobre la cabecera de vuestra cama. Es, en cambio, la oportunidad perfecta para que aquellos que se lo perdieron en su momento puedan probar uno de los mejores plataformas que se han publicado en los últimos años, inteligente y desafiante; conservador respecto a Returns pero con una determinación innegable por demostrar un dominio total de las plataformas que lo lleva a posicionarse entre lo más alto del género.