Avance de Doom Eternal
Lo hemos probadoom.
Tras una conferencia fuertemente marcada por anuncios de juegos online y multijugador en expansión constante, no parece poco que la estrategia que Doom haya escogido para hacerse eterno sea, precisamente, la misma de siempre: una campaña en solitario.
No es que Doom Eternal no vaya a tener ningún modo multijugador - también tuvo su hueco entre los anuncios de ayer - pero la mayoría de esfuerzos de promoción del juego parecen estar enfocados, precisamente, a jugar en solitario. Y, de la misma manera, la demo que se mostró tras el evento de Bethesda de ayer mostraba un par de misiones de este modo.
El primer contacto con el juego nos indica que las cosas siguen, más o menos, tal y como las habíamos dejado: un pequeño tutorial nos recuerda que el sistema de combate recompensa la agresividad por encima de todo, y que cuando nos veamos acorralados nuestra mejor opción nunca será escondernos. Más allá de las ejecuciones, quizás el elemento más climático y llamativo de la fórmula Doom tal y como la conocemos ahora mismo, acabar con los enemigos de distintas maneras nos proporcionará distintas ventajas. Las "glory kills" dan vida, el uso de la motosierra nos hará ganar más munición, y el lanzallamas nos da escudo. Así, lo importante es, por un lado, gestionar el espacio y el ritmo del combate, y por otro, adaptar nuestra estrategia a las peculiaridades de este, sabiendo que los recursos son limitados y sólo depende de nosotros hacer uso de ellos de la forma adecuada.
Todo esto ya estaba en la última versión del juego, claro, pero es que es difícil innovar sobre lo que ya funciona tan bien que es casi complicado de asimilar por nuestro cerebro y por nuestras manos. Las armas funcionan estupendamente, la acción es frenética, la banda sonora acompaña la estética a la perfección y los detalles, secretos y referencias satisfacen incluso a los fans más antiguos. Eternal intenta, eso sí, darle un pequeño giro a lo que ya hemos visto anteriormente haciendo más hincapié en el movimiento.
Aunque el primero de los mapas jugados era más tradicional - un pequeño laberinto metálico lleno de enemigos dispares pero relativamente conservador en su ejecución - es en el segundo donde se ve claramente cuál es la apuesta de esta nueva entrega. Tenemos un salto y un doble salto un poco más ágiles y más permisivos que antes y la habilidad de correr por las paredes y coger impulso para esquivar o embestir a los enemigos. Y el escenario está diseñado, precisamente, para experimentar con las posibilidades de estas opciones. A pesar de que es difícil no necesitar unos minutos para acostumbrarnos a la dinámica - es difícil encontrar un respiro en medio del combate para fijarnos en qué paredes nos permiten agarrarnos o en qué direcciones podemos saltar - las situaciones que derivan de jugar con las herramientas que tenemos compensan con creces el desconcierto inicial.
Conforme avanzamos se desbloquean todavía más opciones de movilidad: varias posibilidades para interactuar con el escenario, movimientos aéreos más complejos o la posibilidad de utilizar un gancho para desplazarnos de un lado a otro utilizando los cadáveres de los enemigos como anclaje. La dinámica hace que el juego parezca más rápido, más loco - la música también ayuda, la verdad - y más caótico, con todo lo que esto implica: variedad y dinamismo pero también un poco más de riesgo en el diseño de niveles.
Queda pendiente saber cómo funcionará a largo plazo, pero por el momento, Doom Eternal parece determinado a ofrecer exactamente lo mismo que la entrega anterior, pero con un par de elementos más que aderecen la mezcla. La apuesta por la verticalidad de los niveles y la mayor inercia de movimiento en cada fase podrían, perfectamente, dar lugar a fases y situaciones más que memorables. Sí que hay que reconocer que con las expectativas tan altas, con un precedente tan sólido como el que este juego tiene, habrá a quien le cueste emocionarse con estos cambios tan sutiles sobre una ecuación casi perfecta; imagino que casi, casi tan complicado no sentirnos totalmente fascinados por él cuando lo tenemos entre las manos.