Análisis de Dragon Age: Inquisition
El retorno del rey.
Dragon Age: Inquisition es un juego que llega al mercado con la urgente necesidad de reivindicarse. Por un lado debe confirmar la vigencia de una saga Dragon Age que empezó muy bien con Origins pero que quedó muy tocada tras la publicación del decepcionante Dragon Age II, y por el otro además también tiene que reafirmar a una BioWare que en los últimos meses ha perdido a unos cuantos pesos pesados, entre ellos a sus dos fundadores, Greg Zeschuk y Ray Muzika, o al máximo responsable de la popular franquicia Mass Effect, Casey Hudson. La buena noticia es que si Inquisition es indicativo de algo es precisamente de que la BioWare que todos adorábamos sigue ahí, con un brillante futuro por delante.
La historia de Dragon Age: Inquisition empieza con un tono casi apocalíptico. Thedas vive una guerra civil entre magos y templarios, la Divina del Cantar de la Luz ha muerto y unos portales en el Velo están permitiendo la entrada de los demonios en el reino de los vivos. Entre todo este caos surge el protagonista, reconocido como el Heraldo de Andraste por su habilidad para cerrar dichos portales, y se forma una Inquisición con el objetivo de devolver la paz a Thedas. Sin entrar en más detalles, porque el juego está cargado de sorpresas, giros de guión y toneladas de personajes secundarios, al empezar a jugar tened en cuenta que el primer tramo de la aventura - pese a su explosivo inicio - es el más flojo, y que tarda unas horas en empezar a mostrar todo su potencial. Cuando lo hace, eso sí, alcanza un ritmo emocionante con multitud de momentos memorables (quedaos hasta el final de los créditos finales, por cierto) que conforman una experiencia muy recomendable.
Aunque no es posible importar tal cual las partidas guardadas de las dos entregas anteriores, BioWare ha creado una web app llamada Dragon Age Keep que permite definir el estado inicial del mundo de Inquisition. Con el único requisito de tener una cuenta Origin, en ella puedes escoger entre todos los arcos argumentales de Origins y Dragon Age II para generar una partida personalizada de Inquisition que se adapte a tu propia historia. Es algo parecido al cómic interactivo que venía con el Mass Effect 2 de PS3, pero muchísimo más completo y con un grado de personalización mucho mayor.
Independientemente de si escogemos el mundo "estándar" que plantea BioWare o si creamos una experiencia a medida con Keep, tras la introducción lo primero que debemos hacer es crear nuestro personaje con su correspondiente editor. Es muy completo en cuanto a opciones estéticas, pero también permite escoger entre cuatro razas (humanos, elfos, enanos y Qunari) y tres clases (pícaro, guerrero o mago). Aunque no llega a tener la profundidad del editor de Origins, donde incluso se escogía el trasfondo socioeconómico, la selección de raza influye bastante en la historia, y por lo general los árboles de habilidades (cuatro) de cada clase permiten adaptar bien el estilo de lucha a nuestras preferencias jugables.
Ese estilo se pone de manifiesto en los combates en tiempo real al más puro estilo action-RPG, pero también en el retorno de una de las características fundamentales de Origins que desapareció en la secuela: la visión táctica. Inquisition vuelve a ofrecer la opción de pausar en cualquier momento la acción para trasladarse a una vista cenital en la que dar órdenes tácticas a los miembros de nuestro grupo, permitiendo adoptar estrategias de combate más elaboradas que garanticen una victoria. Aunque el juego nunca te obliga a usar una u otra opción, intercalar ambos sistemas es una decisión bastante sabia: los enfrentamientos aislados se pueden superar rápidamente con el sistema de acción tradicional, mientras que los combates contra grupos más numerosos o jefes finales tienen más posibilidades acabar en éxito usando la visión táctica.
El mundo de Inquisition es enorme, aunque no totalmente abierto como el de Skyrim. Se divide en dos regiones (Orlais y Ferelden), y en ellas hay diez áreas diferentes que se pueden explorar con total libertad. Uno de los detalles más interesantes es que estas regiones parecen vivas, hasta el punto de tener ecosistemas propios que podemos alterar; si, por ejemplo, cazas muchos osos en una zona verás como la especie más adelante puede incluso llegar a extinguirse. Lo mismo puede decirse de nuestra influencia política en ellas: reclamando puntos de interés para la inquisición o encontrando y cerrando portales conseguiremos que poco a poco sus habitantes se pongan de nuestra parte y se unan a la causa.
Siendo un juego de BioWare se da por hecho que las decisiones afectan en gran medida al devenir de la partida (y lo hacen), pero en esta ocasión parece que han querido añadir también una capa todavía más política - quizás influenciada por la moda de Juego de Tronos - que se ajusta muy bien a la temática. Ahí entra en juego la Mesa de Guerra, un tablero con el mapa de Thedas en el que enviamos a nuestros agentes a realizar misiones para así forjar nuevas alianzas, tratados con otras casas nobles, potenciar la economía de la Inquisición o simplemente desbloquear nuevas zonas que visitar. Todas estas elecciones definen el avance de la trama y afectan la relación que tenemos con nuestro grupo de aliados, aunque en ocasiones hay algunas que dan una falsa sensación de libertad, porque en realidad escojamos un acercamiento militar u otro más diplomático el resultado es más o menos el mismo.
El caso es que la aventura, sigamos el camino que sigamos, es larguísima. Sólo superar la historia principal nos puede llevar unas sesenta horas, y si además cumplimos las misiones secundarias la cifra supera con facilidad las cien, sin contar todo el tiempo que podemos pasar leyendo entradas del codex, en el que se acumula una ingente cantidad de información sobre la mitología que rodea al juego. Algunas misiones son simples y al más puro estilo MMO (ve a tal sitio y mata a diez lobos para recoger sus pieles, por ejemplo), relleno que más que nada sirve para conseguir algunos puntos de experiencia y algún objeto interesante, pero la mayoría están muy bien diseñadas y tienen una buen trabajo de guión detrás para hacer que por lo menos nos aporten información útil o resultan muy divertidas y espectaculares, como los enfrentamientos contra los dragones. Inquisition es sin duda un juego extenso, quizás el desarrollo de BioWare con más contenido desde Baldur's Gate 2, pero que difícilmente se hace aburrido y que atrapa con una facilidad pasmosa, incluso cuando - como es mi caso - el jugador no es muy fan de la narrativa fantástica.
El uso del motor Frostbite 3 (estrenado con Battlefield 4) ha permitido a los artistas de BioWare crear uno de los mundos más detallados y bellos que hemos visto en un juego de rol. Aunque la extensión de las diferentes zonas es inmensa, todas ellas están plagadas de pequeños matices, tienen su estilo propio (una dominada por la nieve, otra localizada en la costa, o una en la lluvia parece ser eterna, por ejemplo) y rebosan vida y actividad. Es un juego francamente bonito, para qué negarlo, que además se ve muy beneficiado por una fantástica banda sonora compuesta por Trevor Morris (Vikings, The Tudors) y un elaborado trabajo en el doblaje de las voces, que a España llegan en versión original con subtítulos en castellano. Aunque quizás sea inevitable debido a la monstruosa escala que tiene el juego, es una lástima que en ocasiones aparezcan algunos bugs y glitches que empañan la experiencia. No son algo habitual ni especialmente grave (no es un festín de bugs como Skyrim o el reciente Assassin's Creed Unity, por poner un par de ejemplos), pero esperamos que BioWare los arregle pronto a través de uno o varios parches.
Por si el contenido de la historia no fuese suficiente, Inquisition tiene también un modo multijugador totalmente independiente, muy inspirado en el de la última entrega de la saga Mass Effect. Básicamente se trata de un modo horda para hasta cuatro jugadores, en el que vamos despachando oleadas de enemigos mientras subimos niveles de experiencia, recogemos loot y conseguimos nuevos objetos. Nada nuevo ni especialmente destacable, pero es más elaborado de lo que esperaba (con diferentes clases, rutas alternativas y desbloqueables) y al no afectar para nada a la historia principal - a diferencia de lo que ocurría en Mass Effect 3 - tampoco estorba ni tienes la sensación de que el esfuerzo de los desarrolladores en la campaña se haya visto lastrado por su inclusión.
Con Dragon Age: Inquisition BioWare se redime de errores pasados y demuestra estar en plena forma, firmando el mejor RPG occidental de los últimos años (y para un servidor sí, es mejor que Skyrim). Está sí es la secuela que merecía Dragon Age: Origins, con una buena historia, una cantidad casi interminable de contenido, un mundo vivo y rico en matices, personajes memorables y mecánicas jugables bien pulidas. Un excelente y completo juego de rol, en definitiva, que debería ser compra obligatoria para todos los fans del género.