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Dragon Age: Origins

Apariencia + 5; Expectativas + 5

Diablo, Baldur´s Gate y Mass Effect entran en un bar, se toman unas cuantas copas de más y –aunque por decencia no entraremos en más detalles de lo que sucedió aquella noche– nueve meses después contemplan felices cómo la cigüeña del mundo de los videojuegos les ha dejado una cesta en la puerta de casa: dentro de ella una criaturita hace cucamonas a todo el que la mira. “Mira qué bonitos gráficos y qué diseño…”, dicen unos; “Oh, mira el guión, la narrativa épica y las muchas horas de juego…”, dicen otros; “Anda, pero si tiene el mismito sistema de combate y de decisiones y diálogos que su papá…”, terminan diciendo los últimos. Y es que es difícil no hacerle alguna carantoña a Dragon Age: Origins, lo más nuevo y reciente de Bioware. Desde luego que su padrino, el muy achuchable Ray Muzyka (General Manager de Bioware), estaba orgullosísimo de poder presentarnos la beta del juego y motivos, por lo que pudimos ver en las oficinas de Electronic Arts España, no le faltan.

Es aún demasiado pronto como para poder afirmar nada categórico acerca de Dragon Age: Origins, salvo que es un juego muy, muy ambicioso. Es ambicioso como nada de cuanto Bioware haya hecho antes: parecen decididos a encajar en él absolutamente todo lo que han sido capaces de desarrollar en todos los años que llevan haciendo videojuegos, y quieren hacerlo a lo grande. Muzyka nos habló del juego, que no dudó en presentar como el heredero espiritual de la saga de Baldur´s Gate, mientras nos dejábamos embobar por la calidad gráfica de las imágenes y escenas que aparecían en el monitor (y el detallado entorno que mostraban).

Nos habló de un mundo inmenso, plagado de personajes con los que interactuar, bandos con los que aliarse, historias con tramas entrelazadas en misiones secundarias; nos habló de decisiones no sólo de tipo moral, sino también estratégico, de un sistema de combate dual (bien acción directa o de pausa y órdenes a los compañeros de equipo), montones de opciones asociadas al equipamiento de los personajes, de clases personalizables… Es decir, todo lo que pueda caber en un juego al que en Bioware se han consagrado tomándolo como un auténtico tour de force.

Una cálida recepción de bienvenida esperaba a los héroes a su llegada a la ciudadela.

Afortunadamente, y por agradable que resultase dejarse seducir por el señor Muzyka, pudimos ponernos a los mandos de Dragon Age: Origins durante unos minutos y comprobar cuánto de esto que se nos contaba se dejaba sentir jugando al juego. Y allí estaba todo, por cierto. Habida cuenta del nivel de desarrollo de lo que nos mostraron, el título ya da muestras de una consistencia y de un peso muy considerable. El combate es ágil y brutal si se quiere, con un muy adecuado nivel de agresividad y de violencia inmediata pero también permite acercarse a él casi como si fuese un juego de estrategia: buscar cobertura, priorizar los ataques (cuidado con el fuego amigo!), flanquear enemigos, utilizar objetos o lanzar hechizos, usar el entorno y jugar con las distancias.

En el poco tiempo de juego del que pudimos disfrutar hubo un poco de todo: tiempo para patear culos enemigos, para dar órdenes y para ver que el sistema de menús y de gestión no parece que vaya a ser el plomizo engorro que acabó siendo el de Mass Effect. Tiempo, en resumen, para hacernos albergar la mayor de las confianzas en un título que –por asombroso que pudiera parecer– tiene esta pinta y estos hechos cuando aún ni siquiera se ha fijado una fecha para su salida al mercado (aparece simplemente listado como lanzamiento para la segunda mitad de 2009). Si desde Electronic Arts tienen la paciencia –y la claridad mental– de dejar que sea Bioware quien decida cuándo está terminado el juego, podemos estar ante un título de los que, cuando menos, hacen afición y marcan un estándar.

¿Cómo se las apañarán para llevar el control de PC a las consolas? Es algo que todavía está por ver, pero desde Bioware ya nos han prometido una buena adaptación.

Como ya pasase con Mass Effect, por ejemplo, se está tratando de proporcionar al juego un universo referencial consistente, con su propia historia, sus conflictos y su ambientación peculiar. Para ello, se lanzará una novela a modo de precuela (The Stolen Throne) antes de que podamos jugar a Dragon Age: Origins. Está escrita por David Gaider (que trabajó en Baldur´s Gate, en Neverwinter Nights y en Star Wars: KotOR) y en la página oficial del juego podréis encontrar el primer capítulo en descarga gratuita para ir abriendo el apetito. Desde luego no les falta en el estudio experiencia a la hora de embarcarse en la fantasía ni en la épica, ni capacidad para narrar, ni ambición para crear franquicias con personalidad propia.

Dragon Age: Origins verá la luz como ya hemos dicho, y si nada se tuerce, en algún momento durante 2009, tanto en versión PC como para PS3 y Xbox 360. De momento nada se sabe de los requisitos mínimos de la versión para compatibles, aunque sí se nos dijo que el juego correrá sobre XP y Vista y que se están tomando muy en serio que la versión para consolas sea tan intuitivamente manejable como la versión PC que pudimos probar. Si tomamos como punto de partida lo visto aquella mañana, con Dragon Age: Origins Bioware sólo puede aspirar a lo mejor y a nosotros no nos queda más remedio que exigirles que lo alcancen.

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