Análisis de DuckTales Remastered
Woo-oo!
Si naciste a principios de los ochenta y formas parte de aquella generación que siguió con entusiasmo las (pato)aventuras del Tío Gilito con sus tres sobrinos (Juanito, Jorgito y Jaimito) y un fabuloso elenco de secundarios (Joe McQuack, la señora Beakley, Ungenio Tarconi o los Golfos Apandadores, por ejemplo), entenderás a la perfección la explosión de júbilo por parte del público de la PAX East cuando Capcom anunció por primera vez DuckTales Remastered, la puesta al día de uno de los juegos recordados con más cariño del catálogo de la primera consola de sobremesa de Nintendo. Sin embargo, seguro que también te corroen las dudas: ¿es el remake que merece el clásico o simplemente otro intento de ganar dinero fácil por parte de la compañía japonesa? ¿ha envejecido bien o resulta ser un anacronismo que es mejor relegar a nuestra memoria? ¿han sabido respetar el original o los cambios han prostituido el encanto que tenía en su momento?
Aunque la fidelidad de este remake con el juego de NES resulta más que obvia (las mecánicas jugables, como el pogo salto, son exactas y buena parte de los mapeados tienen una relación 1:1), WayForward también ha introducido pequeños cambios para acercarlo un poco a convenciones más modernas. Para empezar se añade una nueva pantalla ambientada en la mansión McPato que ejerce como tutorial, pero también se integran pequeños objetivos en cada nivel - recoger objetos o rescatar a los sobrinos, básicamente - para alargar un poco la duración y se ha eliminado el requisito de encontrar en Transilvania la llave de la fase de las minas, algo que en su momento tampoco tenía demasiado sentido. Son cambios menores que no afectan a una experiencia prácticamente idéntica a la que tenías en 1989, pero que sí hacen de DuckTales Remastered un juego de plataformas más preparado para aguantar las comparaciones frente a alternativas contemporáneas.
En el modo de dificultad más bajo también se ha hecho que el juego sea más sencillo, eliminando el límite de tiempo, añadiendo vidas infinitas y un mini-mapa del nivel y cambiando el esquema de control del pogo para que éste se realice simplemente pulsando un botón tras el salto inicial. Pero que no cunda el pánico: puedes jugar en el modo normal para recuperar la limitación de vidas, al difícil para recuperar la maquiavélica exigencia en la precisión de los saltos y desactivar el mapa, o usar un selector en el menú de opciones para revertir el control del pogo al esquema clásico de NES (salto y abajo + acción).
DuckTales Remastered es un título que basa prácticamente todo su atractivo en el factor nostalgia: aunque resulta ser un buen videojuego por si mismo, es su innata capacidad para trasladarte a finales de la década de los ochenta la que lo hace verdaderamente memorable.
Lo única novedad que no acaba de funcionar del todo bien es la implementación de una trama argumental y narrativa dentro de la jugabilidad. En cierto modo es un punto a favor, porque da algo más de cohesión a la aventura y un contexto a los niveles, amén de permitir hacer otro guiño a los fans de la serie fichando a sus actores originales para que pongan voz una vez más a los personajes (incluso Alan Young, a sus 94 años de edad, retoma el papel del Tío Gilito), pero también supone un problema: las interrupciones que provoca con frecuencia en la partida pueden ser hasta molestas si no te interesa seguir la historia como si de un episodio emitido por televisión se tratase.
El amor del equipo de WayForward no sólo por el juego original, sino también por esa serie, queda patente en detalles como haber contado con la colaboración de Mike Peraza (un veterano de Disney que trabajó en películas como Aladdin, La Bella y la Bestia o Tron, pero que destacó especialmente en televisión, con Chip y Chop, El Pato Darkwing o la propia Patoaventuras) para diseñar los sprites y las animaciones de los personajes y los enemigos. Con el nuevo y remozado estilo gráfico se pierde parte del encanto del pixel que tenía el juego de NES, pero debe reconocerse que luce estupendamente, con una muy buena integración con los fondos 3D, y que de esta forma visualmente se acerca mucho más a la serie de animación. La música, en cambio, sí evoca irremediablemente en todo momento a la consola de Nintendo: los arreglos orquestales en las composiciones de Hiroshige Tonomura tienen un resultado fantástico, especialmente en el pegadizo tema principal - con unos nada disimulados toques chiptune - y en la épica canción de la fase de la luna.
El principal inconveniente del juego es que en su insistencia por ser fiel al original de Capcom se conserva también su mayor defecto: una duración bastante limitada. Puedes terminarlo sin demasiados problemas en una tarde, pero por lo menos te anima a rejugarlo con un montón de extras desbloqueables con el dinero que vas amasando durante la partida. El precio de estos extras, de hecho, es lo suficientemente alto como para obligarte a que debas acabar el juego dos o tres veces para conseguirlos todos.
DuckTales Remastered es un título que basa prácticamente todo su atractivo en el factor nostalgia. Aunque resulta ser un buen videojuego por si mismo, es su innata capacidad para trasladarte a finales de la década de los ochenta - esas mañanas de domingo estirado en el sofá viendo la serie mientras comías un bocata de Nocilla - la que lo hace verdaderamente memorable. Esto, quizás, sea también un arma de doble filo: tengo dudas de que parte del público actual, ese que no vio la serie de televisión ni jugó al original, sea capaz de ver más allá de un plataformas excesivamente corto, obviando sus no pocas virtudes.
Siendo así, debes aceptarlo por lo que es: un más que notable homenaje de un clásico de NES y una honesta carta de amor a una serie de animación que marcó la infancia de muchos de los que ahora rondamos la treintena. Ni más ni menos: es lo que nos prometieron Capcom y WayForward, y en ese sentido han cumplido con creces. Sería tan injusto como inapropiado pedirle más que eso; ahora, Capcom, turno de hacer lo mismo con el juego del Pato Darkwing.