Dynasty Warriors Strikeforce : Special
Los dioses también se equivocan.
La personalización del héroe y de su plantel de aliados tiene lugar en la aldea, punto de acceso a todas las misiones principales y secundarias. Cada establecimiento permite forjar y mejorar diferentes aspectos del inventario a cambio de materiales disponibles en el campo de batalla: armas, orbes que amplíen las características del armamento, habilidades llamadas Chi... Pese al tutorial de segunda mano que prácticamente lanza al jugador a una piscina inhóspita, las opciones que ofrecen tanto las tiendas como el menú principal son suficientemente esclarecedoras y directas como para impedir que la aventura acabe siquiera antes que haya tenido la oportunidad de empezar.
Los problemas empiezan cuando la filosofía Monster Hunter hace acto de aparición y pervierte en un santiamén lo que Koei ha tardado años en construir. La mecánica de misiones cortas –como máximo pueden abarcar veinte minutos, mucho menos si el jugador las cumple en compañía– divididas en estancias independientes se contrapone peligrosamente a la esencia épica de la saga; sin grandes batallas por lidiar, el aspecto estratégico –que ya ha sufrido alguna que otra vejación en el pasado– hace un mutis por el foro, dejando todo el peso de la responsabilidad a la vertiente machaca-botones.
La versión para PSP (de la que aquí tenéis nuestro análisis) sólo permitía jugar con otros compañeros –ya sea en modo cooperativo o en enfrentamiento– mediante adhoc, pero estas adaptaciones iluminan la penumbra con el rayo esperanzador del online. Irónicamente, un añadido que inicialmente es recibido con los brazos abiertos acaba revelando un fallo que había permanecido oculto hasta la fecha: el juego es demasiado fácil. Los nuevos títulos cuya baza principal es embarcarse a la aventura con tres amigos más cumplen con su objetivo porque logran convertirlo en una necesidad –divertida, cierto, pero obligación al fin y al cabo; en este tipo de videojuegos, el mundo es un lugar hostil que linchará a los guerreros a palos hasta que comprendan que sus titánicos moradores sólo morderán el polvo con una excelente estrategia hilvanada en equipo. En cambio, Strikeforce se ha quedado a mitad de camino, convirtiendo la reunificación de los Tres Reinos en una excursión de fin de semana.
Teniendo en cuenta sus orígenes humildes, era evidente que la presentación visual no iba a estar a la altura de sus congéneres de nueva generación. Sólo los jefes finales logran atisbar una ligera muestra de asombro por parte del jugador, mientras que la repetición de las texturas en los escenarios acrecientan el desencanto. Las voces en inglés cumplen su papel –que ya es decir– y la banda sonora es agradable sin llegar a memorable. Como ya va siendo habitual en esta serie, oportuno tirón de orejas por no haber incluido textos en español.
Si esto fuera un entierro, habría que pedir un minuto de silencio por la defunción del cooperativo en pantalla partida. Su ausencia no deja de ser chocante, ya que Strikeforce es uno de los Dynasty Warriors que más explota la batalla a cuatro manos –o a seis, o a ocho.
Teniendo en cuenta de que ya hay una segunda parte en camino, Strikeforce sólo es recomendable para aquellos que echan en falta su ración de encuentros "uno contra el mundo", sin importarles los molestos tropezones con los que se irán encontrando. El problema principal es que KOEI no se ha limitado a inspirarse en Monster Hunter y compañía, sino que ha adquirido un compromiso matrimonial con la saga de Capcom sin darse cuenta de que su juego no iba a ser el que llevaría los pantalones en esta relación.