Análisis de El Conde Lucanor
La ciencia del quizás.
Star Wars Episodio VII: El Despertar de la Fuerza se enfrentaba a un temible rival en la fecha de su estreno. Junto a la nueva entrega de la leyenda interestelar, el 18 de diciembre de 2015 se estrenaba la cuarta parte de Alvin y las Ardillas. Hay un post en internet que define la situación como "la masacre más brutal de la Historia del cine". Podéis probar y buscar El Conde Lucanor en Google, pero todo lo que encontraréis son referencias a la novela de Don Juan Manuel escrita en el siglo XIV. El título de este videojuego es el mismo, los nombres de los personajes principales son los mismos, pero el contenido es radicalmente distinto: una historia con influencias del anime y el horror cósmico. Hans, un zagalete harto de su vida de campesino, decide huir en busca de aventuras y riquezas y, guiado por un duende tras una fatídica noche, acaba en el castillo del susodicho conde. Si supera la prueba, se le instruye, él heredará el título y sus riquezas, y tiene toda la noche para hacerlo. El desafío no podría ser más simple: adivinar el nombre del duende que sirve a Lucanor.
La gran virtud de El Conde Lucanor es que consigue engañar al jugador con mano experta y uno no se da cuenta de que le han manipulado hasta que se detiene a pensar. La historia es muy breve y se puede completar en una sentada, pero este rasgo que muchos considerarían un defecto es utilizado para, como si fuera un mago, trucarnos y hacernos creer que el mundo es más grande y rico de lo que realmente es. El castillo no es muy grande, pero la iluminación es pésima y toca ir colocando velas por el camino para evitar que al dar media vuelta se nos aparezca un sirviente con ganas de enseñarnos qué horrores se ocultan bajo su máscara. No es una experiencia agradable. Esto significa que hay que ir caminando con cautela, vigilando las esquinas, cuidando cuántas velas nos quedan y sobre todo escuchar y prestar atención. El ritmo pausado y la necesidad de ir y venir una y otra vez crean una sensación de que aún falta por explorar y, de hecho, hay todo un segundo piso que el guión no obliga a visitar pero que oculta secretos sobre su historia y mitología.
El Conde Lucanor sabe que su experiencia termina en unas horas y que hemos jugado a Dark Souls, y por eso nos da un jardín como nexo central, habitándolo con personajes que cambian a lo largo de la noche y nos vienen con sus peticiones y por favores, caprichos y trasfondos para intuir a esta gran historia de brujas, ladrones y cabezas cortadas que en realidad no existe más allá de unas pocas líneas. Si se abren las cortinas y se enciende la luz, resulta que este es un título más bien simplón y repetitivo, pero es un juego de manos. Hay secretos y opciones que revelan una inesperada segunda cara en la historia y un gusto por el engaño y malgastar esfuerzos por nada que, más que frustrar, llevan una carga de intencionalidad, como si desde Baroque Decay quisieran mantenernos alerta y recordarnos que porque sea un videojuego no tiene por qué funcionar tal y como queremos.
Hay una extraña creatividad en El Conde Lucanor. No es una historia compleja ni original, pero su fusión de culturas trae un aire fresco a una premisa gastada. Su interpretación del sigilo trae el diseño del survival horror moderno, el de esconderse y huir, y lo pone en un plano picado con gráficos píxel en 2D. Su sencillez y la forma en que la afronta, sin creerse más de lo que es pero confiando en sí mismo, lo convierten en una rara avis en el panorama de los indies que intentan mostrar grandes revelaciones y cambiar el mundo. El Conde Lucanor no lo pretende; es sólo esta historia de un chico que llega a un castillo y desde ahí el jugador decide cómo enfrentarse al desafío hasta llegar a uno de sus finales.
El Conde Lucanor es una japonesada hecha por un equipo de españoles y franceses. Tiene sentido del humor, pero no llega a ser cómico y, sin venderse como terror psicológico, es capaz de perturbar y ofrecer imágenes pesadillescas. Su sencillez no eclipsa su progreso, y al final de la historia uno no sabe qué conclusiones sacar, si esto ha sido real, si es una historia sobre un niño consiguiendo sus sueños, si qué. Aún así, el título sigue resultando extraño, un uso de la cultura española porque sí, titular porque queda bien sin pensar en qué significa. Según su creador, esto es intencional, una referencia que puede sonar exótica y, desde luego, "the count Lucanor" da más resultados sobre el videojuego que la novela en Google. Una época curiosa la nuestra. Qué medio el videojuego.