El jugón casado
La vida en pareja y los videojuegos.
Vamos a romper un mito. Un mito tan fuerte que, a pesar de conocerse miles, que digo miles, millones de casos en todo el mundo, el mito sigue tan vigente como el primer día: "Los jugones no tienen novia y son vírgenes". Este es el mito, aunque para serlo es evidente que sea verdad en una determinada cantidad de casos. ¿Determinada por quién? Por los mismos que ven con malos ojos que alguien de más de 30 años siga jugando a videojuegos.
Pero no me quiero desviar. Voy a romper el eterno mito. Muchos jugones tenemos novia, hemos perdido la virginidad y, atención, NOS HEMOS CASADO. En mi caso particular, hace poco más de un mes que pasé por el altar (De la iglesia. Jugadores del WOW eliminad referencias paganas virtuales de vuestra cabeza), tras llevar casi dos años de convivencia con la que hoy en día es mi mujer.
Ella, que tiene el cielo ganado conmigo, sabía de mi afición por los videojuegos y la aceptó. No creo que lo hiciera con resignación porque ella misma es jugadora casual de videojuegos (sí, le gusta la Wii), pero estoy seguro que en más de una ocasión, al ver en primera línea mi vena "viciosa" con mi Xbox 360, pensó en estrangularme con el mando de la misma, y eso que es inalámbrico.
Y es que la convivencia en pareja no siempre es fácil. Cada miembro del tándem matrimonial debe cambiar hábitos para adaptarse a la presencia y a los propios hábitos del otro, y los videojuegos son un hábito que puede robar mucho tiempo. De hecho es muy probable recibir broncas por parte de nuestro cónyuge (nótese que esta situación puede darse siendo la mujer la jugona de la casa) en la que podemos cambiar la palabra videojuegos por fútbol y nos encontraremos en la típica situación hogareña española. En ese caso no somos tan distintos al resto.
Es más, es muy fácil leer la amenazante cara de nuestra pareja y ver su hastío porque no soltamos el pad. Podemos jugar el comodín de "grabo la partida y ya está" pero recordad, no es nuestra madre, es muy posible que sepa de qué va el juego al que estamos jugando y su hastío se transforme en 2 o más semanas sin cariñitos ni relaciones sexuales. Por desgracia, no puedo dar ninguna fórmula mágica para compaginar largas partidas a la consola y convivencia con nuestra pareja, no soy nadie para dar consejos al ser un tema tan particular y diferenciado en cada caso.
Pero dejemos la parte mala a un lado, porque nuestra pareja también puede jugar a videojuegos, ¿verdad? En ese caso podemos estar buscando la compañía de nuestros colegas jugones y no darnos cuenta de que tenemos a un/una colega perfecto a nuestro lago, mirándonos con hastío. No hay que tener miedo en introducir a nuestra pareja en el mundo de los videojuegos. Como se dice, el no ya lo tenemos y lo peor que podemos lograr es que pruebe un juego y lo odie tanto que no quiera volver a probar otro. Pero al menos se habrá puesto en nuestro lugar durante unos minutos, habremos compartido un momento más valioso de lo que parece.
En otros casos, es posible que ambos miembros del matrimonio sean jugones de pro. De esos que prefieren pasarse el sábado por la noche echando cooperativos al Gears of War o rondas mutijugador al Modern Warfare 2 que saliendo al cine o a cenar tapas y cañas. En este caso no hay nada que decir ni aconsejar, han conseguido el balance perfecto de la manera más sencilla, compartiendo su afición mutua, la cual es muy probable que los uniera como pareja en su día, jugando al Ultima Online.
No sé si tú, que estás leyendo estas líneas, te encuentras en alguna situación parecida a las descritas anteriormente o aun estás buscando el amor. Pero si te encuentras en el segundo caso, te puedo decir algo muy seguro, el conseguir pareja y casarse no es el final. Si deseas mantener tu afición por los videojuegos en el ámbito del matrimonio vas a tener que seguir trabajando mucho para que no sea esta afición la que le ponga un triste Game Over a tu vida con esa persona con la que has elegido pasar el resto de tu vida.
Aprovecho este espacio para decirle a mi esposa que la quiero y que nunca terminaré de agradecerle el que me soporte.