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Análisis de El misterioso viaje de Layton: Katrielle y la conspiración de los millonarios

Le dice la hija al padre.

Mantiene el espíritu de los Layton, pero su floja narrativa y los puzles algo menos inspirados dejan a Katrielle un escalón por debajo.

El misterioso viaje de Layton: Katrielle y la conspiración de los millonarios se parece más a una adaptación de dibujos animados para la hora de la merienda que a una nueva entrega propiamente dicha del universo Layton. No es que me parezca mal: como admitió Level-5, en esta ocasión han optado por un acercamiento "más familiar" y por dividir la historia en varios casos independientes en lugar de centrarse en un único misterio principal debido a que se diseñó y concibió originalmente como un juego para móviles, para partidas más cortas y para que pudieran jugar juntos el abuelo, el nieto e incluso el perro. Seguramente era un buen momento para hacerlo, porque ahora que hemos dejado atrás a Layton y Luke es el turno de que su hija, Katrielle, tome las riendas del negocio en Londres en un juego que se siente más como un reboot que como una continuación. El entretenimiento clásico y las comidas de cabeza por la que son conocidos los capítulos de Layton siguen estando presentes, porque esto no sería un juego de la saga sin su ingente dosis de puzles variopintos, sin charlas con personajes de proporciones ridículas y sin sus escenarios estáticos con moneditas escondidas, pero a pesar de sus luces hay sombras que destacan, moscas en la oreja que nos recuerdan constantemente que la fórmula está agotada y que los cambios ya no parecen reanimar un planteamiento que ha ido perdiendo fuelle.

La conspiración de los millonarios hace lo posible por afianzar un nuevo trío de protagonistas cuya química resulta más forzada que la del profesor y Luke y que suele caer en tópicos bastante manidos, como la recurrente atracción que el ayudante siente por la detective o la afición de la protagonista por salir de compras a la mínima de cambio ante la reprobación de sus compañeros, uno de ellos un perro que habla. Da igual, en todo caso, porque el meollo de la cuestión aquí son, como siempre, la historia y los puzles; esta vez están divididos en distintos casos, al más puro estilo Phoenix Wright, en los que debemos visitar escenarios variopintos y recabar pistas para dar un empujoncito a la capacidad deductiva de la detective. No sé si es por la propia naturaleza narrativa de esta entrega o por una decisión deliberada, pero a excepción de un capítulo final que se acerca más a lo que se podría esperar de un juego de la saga la historia flojea bastante más que la de otras entregas, porque a pesar de los planteamientos inverosímiles y resoluciones excéntricas el interés decae por la enorme simpleza de la mayor parte de sus doce casos individuales y por alargarse innecesariamente. Por decirlo de otro modo, el juego nos lleva de la mano, y el único reto que podría calificarse como tal son los puzles que nos vamos encontrando en cada escenario, de modo que se pierde la oportunidad de ponernos en la piel de la detective; por cada nuevo dato importante que descubrimos hablando con los demás personajes y resolviendo rompecabezas se nos da una pieza que tenemos que encajar en un simple tangram de seis espacios, y hasta ahí llega nuestra tarea como Watsons en el ejercicio de deducción de Katrielle.

Es ella quien realmente resuelve los misterios de cada caso, y no el jugador, por lo que de nada sirve saber de antemano cuál va a ser su desenlace porque el ritmo no lo llevamos nosotros. Y por el contrario, en otros casos hay datos que se nos ocultan y que solo conoce Katrielle, por lo que ella se lo guisa y ella se lo come. La única actividad que realmente depende de nosotros es, como decía, resolver los puzles que cada vez parecen añadidos de manera más forzada. Muchos pueden argumentar que siempre ha sido así, pero lo cierto es que los juegos de Layton se han caracterizado por aunar toneladas de ellos con una historia inquietante e incluso perturbadora, me atrevería a decir, que amenazaba constantemente en segundo plano y que contrastaba sobremanera con la calidez de su estilo artístico y la inocencia de sus personajes. Había un misterio central que enlazaba todo lo que sucedía en el relato. Nada de eso se repite aquí debido a que cada caso dura alrededor de una hora, lo que no ayuda a desarrollar la narrativa, los giros locos de la trama por la que es conocida la saga ni la cooperación o interés del jugador.

Pero si lo que os interesan son los puzles puros y duros y sois capaces de obviar sus puntos más flojos, como el desinterés que generan la mayor parte de sus casos y el hecho de que no resuelva algunos de los misterios que el propio juego plantea, la cosa sigue siendo bastante decente, y un pasatiempo perfecto para frustrarnos delante de la pantalla. Ahí es donde este Katrielle sigue siendo un Layton, y aunque parece que muchos puzles ya los hemos resuelto docenas de veces (algo normal, teniendo en cuenta la cantidad de entregas disponibles) quien vaya buscando poco más que eso no saldrá decepcionado. Tengo que advertir de una cosa, eso sí: aunque el juego se promociona como la entrega "que incluye más puzles que ningún juego de Layton hasta la fecha" no todos resultan tan claros ni tan lúcidos como los de anteriores iteraciones y abusan demasiado de las respuestas trampa, lo que es bastante descorazonador después de pasarte quince minutos intentando encontrar una solución. No es que eso no sucediera anteriormente, pero parece estar más presente aquí. Como viene siendo tradición, además, a partir de su lanzamiento habrá puzles extra que estarán disponibles para descargar diariamente durante un año, algo que sin duda es un añadido extra, y también incluye varios minijuegos para romper un poco la rutina.

El estreno de Katrielle no está a la altura de lo que ofrecían los anteriores Layton por la sencillez de su narrativa y porque pierde gran parte de su tono dramático, uno de los aspectos que más atractivas hacían sus historias.

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El estreno de Katrielle es un buen intento de crear una nueva tanda de aventuras que sigan el mismo patrón pero que permitan desarrollar nuevas tramas, pero queda un escalón por debajo de lo que ofrecían los anteriores Layton por la sencillez de su narrativa y porque pierde gran parte de su tono dramático, uno de los aspectos que más atractivas hacían sus historias. La división en distintos casos y la simpleza que requiere su estructura puede ser perfecta para dispositivos móviles, pero es inevitable tener la sensación de que en 3DS todo eso se queda corto, y que ya se ha hecho más y mejor; no hay ideas realmente nuevas, y las pocas que hay no están a la altura. Es la primera vez que tengo esta sensación jugando a un Layton, la sensación de que la historia es completamente accesoria, que solo importa a sus protagonistas y que lo único que quiero es que terminen de hablar y que aparezca el siguiente puzle que me ponga a prueba y me desafíe. Y eso no debería ser así, porque lo que hace a estos juegos tan únicos es precisamente la mezcla de todo eso en su justa medida, el equilibrio de todos sus ingredientes. Pero esta vez se han pasado un poco con el azúcar.

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