Elite Beat Agents
Animadores con traje.
Lo pensé, pensé en él en el mismo momento en que mi idolatrado Ghost Trick dio el salto con graciosa majestad a las plataformas móviles. Y es que la naturaleza táctil de la pequeña y mal publicitada Nintendo DS ha favorecido el alumbramiento de cuantiosos ejercicios de originalidad y buen hacer en esto de diseñar entretenimiento bajo parámetros algo alejados de lo tradicional. Y bajo mi humilde opinión, muchos de estos ejercicios ahora bien podrían liarse la manta a la cabeza y llegar a más público gracias a estos dispositivos que comparten una forma muy similar de entender la diversión.
Elite Beat Agents (iNiS, 2007) es una de esas bendiciones que destacan entre el vastísimo e irregular (pero muy infravalorado) catálogo de la consola. Se trata, en esencia, de un juego musical donde tenemos que acompañar, o más bien acompasar, el ritmo de la música meneando con fruición nuestro lápiz sobre la pantalla en los puntos indicados, marcando así la coreografía de los agentes protagonistas. Hasta aquí todo correcto y más o menos normal, nada nuevo, nada que no se haya hecho antes en esta u otras plataformas. Sin embargo, la propuesta va multiplicando exponencialmente su capacidad para molar conforme añadimos progresivamente a la ecuación señores en traje, canciones de Queen y los Village People, pelucones a lo afro, secuencias narrativas en formato tira de cómic ultracolorida, histrionismo, horterez, y bailes de intensidad ciclónica cuyo frenetismo haría crepitar las extremidades de Eva Nasarre.
No podemos hablar, no obstante, de Elite Beat Agents, o EBA, como una creación única y autónoma, ya que se trata de una secuela y al mismo tiempo adaptación a la occidental del celebérrimo Osu! Tatakae! Ouendan! (INiS, 2005); a saber, mismo esquema, pero aquí sí, se despliega todo el folklore pop japonés que es capaz de albergar un cartucho tan pequeñito, con temas de grupos como Asian Kung-Fu Generations o L'Arc~en~Ciel, y una temática en consonancia.
El punto álgido, no obstante, de EBA es esa extrañísima comunión entre la japonesada típica en lo relativo al planteamiento de la propuesta, y la occidentalización temática, que en este caso es tan forzada que el resultado es doblemente hortera.
Pero puesto que de EBA hablamos, acerquemos un poco más nuestra mirada a EBA, a esta encantadora rareza. ¿Quiénes son estos rítmicos agentes de élite? ¿Cuál es su cometido? ¿Cuándo actúan? ¿Dónde? ¿Por qué? Conviene, a propósito de estas preguntas, meterse ya de lleno en la mágica tarea de explicar el argumento del juego, tan ridículo como necesario resulta dentro de la propuesta global. Los Elite Beat Agents son una suerte de animadores (si, animadores, tal cual) cuyo cometido consiste en levantar los ánimos de honrados ciudadanos que por motivos de variable gravedad necesitan un enérgico empujoncito para solventar sus pequeñas tragedias cotidianas. Y ahí van ellos, montados en su helicóptero (o vehículo de espectacularidad similar) para después lanzarse en paracaídas sobre algún pobre ciudadano en apuros que necesite apoyo moral, un apoyo que nuestros trajeados profesionales proporcionarán con su enérgico bailoteo coreografiado.
A nivel jugable, por tanto, nos encontramos con una mecánica enteramente táctil basada en puntear, desplazar y mantener el lápiz sobre los puntos indicados en pantalla en el momento preciso, durante el tiempo exigido y manteniendo una velocidad y un ritmo determinados. Fácil de explicar, algo más complicado de ejecutar, aunque como siempre, todo depende de la destreza, y en este caso, del oído musical del jugador.
El punto álgido, no obstante, de EBA es esa extrañísima comunión entre la japonesada típica en lo relativo al planteamiento de la propuesta, y la occidentalización temática, que en este caso es tan forzada que el resultado es doblemente hortera, rozando el umbral inquietante. Ahí es donde brilla, ahí es donde o bien te atrapa y te enamora o bien te repele, según seas un tipo de jugador más o menos convencional. O según tu tolerancia a este tipo de estímulos audiovisuales.
Por lo demás, el juego consta de un buen puñado de fases, niveles de dificultad para todos los gustos y una curva muy ajustada, frenetismo, capacidad de adicción, humor, nulo sentido del ridículo y un mimo extremo en la producción de todos y cada uno de sus apartados que bien valen los cuatro duros que debe costar EBA en las cestas del Carrefour.